Dom 10.02.2013
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CINE › BáRBARA SARASOLA-DAY Y MARíA FLORENCIA ALVAREZ PRESENTAN SUS PELíCULAS EN LA BERLINALE

“Esto nos abre muchas posibilidades”

Los films Deshora y Habi, la extranjera integran distintos apartados de la prestigiosa sección Panorama. En ambos casos, se trata del debut en el largometraje, tras haber transitado un camino en el corto. “Cuando nos aceptaron no lo podíamos creer”, dice Sarasola-Day.

› Por Ezequiel Boetti

Los puntos de contacto entre Bárbara Sarasola-Day y María Florencia Alvarez eran demasiados como para que, más temprano que tarde, confluyeran en un espacio geográfico. Nacidas en 1976 y 1977 respectivamente, ellas desandaron los caminos del cortometraje hasta que, a mediados de la década pasada, sintieron que treinta minutos eran pocos para lo que querían contar: la primera, la complejidad creciente de los vínculos emocionales y físicos de un matrimonio salteño ante la irrupción del primo lejano de la mujer, todo enmarcado en un contexto aristocrático en vía rápida hacia su ruina (ver recuadro). La otra, cómo se construye una identidad en esa etapa arremolinada y voluble llamada adolescencia. “Descubrir esos mecanismos en los que uno es en referencia a los demás”, sintetiza Alvarez. Lo que siguió para ambas fue un largo proceso de depuración de guión, investigación, búsqueda de financiamiento en otros países (Colombia y Noruega en un caso; Brasil en el otro) y, claro, el rodaje. A finales del año pasado llegó la confirmación de que sus destinos terminarían uniéndose en las salas oscuras del Festival de Berlín. El momento finalmente llegó y Deshora y Habi, la extranjera tienen sus estrenos mundiales en el evento que desde el jueves pasado concentra todas las miradas del mundo cinematográfico.

“Con Federico (Eibuszyc, el productor) dijimos: ‘Bueno, mandémosla. A lo sumo perdemos un DVD’. Cuando nos aceptaron no lo podíamos creer”, recuerda Sarasola-Day. “Es un reconocimiento muy importante que además abre muchas posibilidades”, remarca Alvarez. Las razones del descreimiento de la primera y la expectativa de la segunda hay que buscarlas en la programación. Es que tanto Deshora como Habi, la extranjera integran distintos apartados de la prestigiosa Panorama, sección generalmente reservada a reconocidos directores, óperas primas o nombres incipientes. Este año, por ejemplo, incluye a los últimos films de Isabel Coixet, Noah Baumbach, Jacques Doillon y el actor Joseph Gordon-Levitt, que pegó el salto a la dirección con Don Jon’s Addiction, protagonizada ni más ni menos que por Scarlett Johansson y la colorada Julianne Moore.

Un triángulo peligroso

Podría decirse que la salteña Bárbara Sarasola-Day llegó al cine por colectora, optando por una formación más abocada a la teoría que a la práctica. “Siempre me imaginaba como guionista, entonces no hice dirección porque sentía que necesitaba algo más ‘duro’ y que el resto era una cuestión de ejercicio, así que cursé la carrera de Comunicación. Después me fui a Inglaterra a hacer un curso y empecé a leer muchísimo”, recuerda. A su regreso, la oportunidad: “Una amiga era asistente de dirección y le pregunté si podía ir al rodaje. Allá necesitaban una mano, así que empecé”. De ahí en más no paró: trabajó como asistente de producción en Extraño, Derecho de familia y Mientras tanto, entre otros, al tiempo que ganó una beca del SICA para filmar su corto El canal, visto en el Bafici ’06. Ese mismo año empezó a tomar forma lo que hoy es su primer largo, Deshora: “Había escrito un guión hace bastante tiempo que se fue desactualizando a medida que pasaba el tiempo; lo sentía cada vez más lejos. Me interesaba, primero, tener un guión que me gustara, y después ver si podía filmarlo”.

El camino se allanó cuando la Fundación Carolina y Casa de América eligió el proyecto para un concurso de desarrollo. Allí aprendió que escribir no es tan difícil como tener en claro qué es lo que se quiere contar. “Desde entonces pude descartar y cambiar muchas cosas”, asegura, y explica: “Me interesaba abordar varias cosas. Una era el concepto de intimidad, algo movible que definimos todo el tiempo cuando reformulamos qué le mostramos al otro y qué no. También me interesaba lo que de alguna forma ‘habita’ en esa intimidad, eso que es secreto. Y el deseo en sí: hay una parte que es confesable y otra que es muy nuestra y también puede ser muy oscura. Dentro de eso, el sexo como forma de expresión. Es un lugar en el que uno queda al descubierto, entonces siempre se transmite algo más respecto al otro. A partir de esas ideas se me fue construyendo en la cabeza esta historia”. “Esta historia” es la de una pareja de hacendados salteños (Luis Ziembrowski y María Ucedo, inmejorables) cuya rutina se alterna ante la llegada de un primo lejano de ella (el colombiano Alejandro Buitrago). De ahí en adelante, el trío establece una compleja relación triangular, basada en gran parte en la latencia de un pasado oculto siempre a punto de hacer estallar por los aires la carrocería de pasividad construida por el matrimonio.

–Ese pasado personal y conyugal que usted menciona está muy vigente en el presente de los protagonistas. ¿Cómo trabajó ese aspecto?

–Pensando desde qué libros podía leer cada uno, qué lugares recorrieron, qué música escuchan. Yo escribí una especie de diario íntimo de cada personaje describiéndoles a los actores algunos recuerdos de la infancia o del vínculo con los padres, cuestiones que no tuvieran estrictamente que ver con la película sino con ellos mismos. Con Luis y María también hablamos mucho sobre cosas que podían haber pasado en esa pareja hace cinco años: algún embarazo perdido, discusiones hirientes. Con el vínculo entre los primos hicimos un trabajo similar. Cuando llegamos a Salta ensayamos en la locación. Para mí era importante que se apropiaran del espacio, que hubiera una seguridad física ahí. Pensé también en cuestiones relacionadas con mi historia: familias grandes, con miles de primos a los que por ahí no conocés pero con la idea fuerte del parentesco. Quería que el contexto tuviera que ver conmigo.

Busco mi destino

Una de las primeras cosas que dice Analía (Martina Juncadella) cuando llega a Buenos Aires desde el interior es que no se llama Analía, sino Habiba. Nombre quizás algo exótico para el oído argento, pero que encuadra perfectamente con el origen islamista de su identidad apócrifa. A partir de ahí, la veinteañera estira el regreso a sus pagos alquilándose una habitación en una pensión e interiorizándose en las particularidades de aquella cultura a través de clases de canto y lecturas especializadas. “La idea básica surgió en 1998, cuando tenía 22 años, y creo que algo del espíritu de lo que es hoy la película tiene que ver con lo que era el Islam en aquellos años. También están inquietudes muy adolescentes de la época que atravesaba yo, como por ejemplo pensar quién sería si no hubiera nacido acá y no me hubieran criado mis padres, o qué pasaría si estuviera en un lugar donde nadie me conoce frente a un idioma completamente nuevo”, explica Alvarez, directora de Habi, la extranjera.

Pasaron casi ocho años entre aquel primer esbozo y el inicio concreto de su desarrollo. En ese tiempo Alvarez se abocó a la realización de cortometrajes. Mal no le fue: ganó 14 premios internacionales con Sobre la tierra y una mención en el Bafici con Perro negro. Pero aquella vieja idea despertó de su letargo en 2004, cuando la cineasta viajó a Túnez acompañando uno de sus trabajos. “Fue un empuje sobre algo que inicialmente era intuitivo”, recuerda. Entonces puso manos a la obra y armó un tratamiento con el que ganó una beca de escritura de cuatro meses en la Fundación Proa. “Cuando terminé un primer guión vi las necesidades. El personaje iba a clases, pero... ¿clases de qué? Averigüé dónde había mezquitas en Buenos Aires y encontré una a cinco cuadras de mi casa. Desde afuera parecía una casa de familia igual al resto. Eso me fascinó porque la protagonista podía sentirse rápidamente familiarizada. Además, yo no tengo familia islámica y acá tampoco hay mucho conocimiento sobre el tema, así que tuve que investigar bastante”, asegura.

–¿Cómo fue ese trabajo de investigación?

–Fui conociendo el Islam a medida que armaba la película y confirmaba que era muy natural que el personaje viviera las mismas situaciones que yo.

–Si usted no tenía vínculo previo, ¿por qué decidió que el film transcurriera en ese ámbito?

–La verdad es que suelo trabajar muy intuitivamente: se me ocurren las cosas y recién después me pregunto por qué. En ese momento tenía que ver con cierta admiración y curiosidad, un interés por poder comprender qué era eso. Me interesaba sobre todo el tema de la vestimenta como un elemento importante. La idea de cubrirse para encontrarse y despojarse de la mirada de los demás está muy presente en Analía.

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