Mié 03.04.2013
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CINE › A LOS 69 AñOS, CHRISTOPHER WALKEN MUESTRA SU LADO MáS HUMANO

“Quiero ser muy, muy viejo, y estar haciendo una película”

En A late quartet, el actor célebre por encarnar villanos monstruosos se pone en la piel de un cellista que debe dejar la música por culpa del mal de Parkinson. “Es lindo graduarme y empezar a hacer tíos, padres e incluso abuelos”, dice, aunque todo es relativo.

› Por Kaleem Aftab *

“He interpretado un montón de monstruos”, dice Christopher Walken. Cualquiera que haya visto al actor neoyorquino contemplar el suicido en Dos extraños amantes, jugar a la ruleta rusa en El francotirador, recapitular la historia familiar de cierto reloj de oro en Pulp Fiction (“no matar a nadie desde 1984”) en True Romance, salir de la cárcel en El rey de Nueva York o secuestrar perros en Siete psicópatas reconocerá la absoluta verdad contenida en semejante declaración.

Pero en su más reciente película, A late Quartet, el intérprete de 69 años retrata al que quizá sea el personaje más humano que haya hecho en toda su carrera. “Es verdad que este tipo es una persona”, agrega, en ese tono como de ultratumba que les eriza los nervios a sus rivales en pantalla y hace que el público se estremezca. No hay discusión alguna en sus credenciales de tipo duro: de hecho, a los 16 años fue entrenado como domador de leones. Su inusual habla aletargada es un recuerdo de su pasado como inmigrante: su padre era un repostero alemán, su madre una escocesa que nunca perdió el acento. Y él creció en Queens, en el medio de familias de Medio Oriente.

En A late quartet, Christopher Walken interpreta a Peter Mitchell, el más viejo integrante de un cuarteto de cuerdas que, al descubrir que sufre el mal de Parkinson, anuncia que dará su último concierto. La novedad fuerza al resto del cuarteto –cuyos miembros están a cargo de Philip Seymour Hoffmann, Catherine Keener y Mark Ivanir– a tener que enfrentar rivalidades y disputas que habían estado burbujeando bajo la superficie durante años y años.

El predicamento del cellista parece aún más perturbador debido al historial de Walken a cargo de personajes demoníacos, sin miedo alguno: es algo desconcertante ver al actor enfrentar su propia mortalidad. A pesar de eso, el personaje de A late quartet comparte algunas similitudes con sus villanos; Walken se especializa en crear una sensación de daño psicológico profundamente enraizado, de tal manera que, aun cuando presenta una expresión vacía en su rostro, hay algo en esos ojos vacíos que parece hecho de roca volcánica. Hay siempre un método en su locura. En A late quartet el volcán puede estar dormido, pero la sensación de emociones conflictivas es palpable.

Walken, por supuesto, es increíblemente consciente de sí mismo, y aprovecha su reputación de tipo duro para ejercer ciertos giros que lo exhiben riéndose de sí mismo. Es un fiel participante del clásico televisivo Saturday Night Live, donde aprovechó los personajes que ha realizado en la pantalla grande y su reputación de tipo algo desquiciado. Sus siete apariciones como presentador invitado del programa son inclusive celebradas en el DVD Christopher Walken: The best of Saturday Night Live, un honor que usualmente se reserva solo a los miembros estables del elenco.

Y al actor no parece preocuparle el hecho de haber sido encasillado en ese extraño lugar. “Tengo la sensación de que los actores, especialmente en las películas, si hacen algo que funciona hay una chance de que lo repitan de alguna manera. Las películas son muy caras de hacer, y la gente que produce películas quiere saber qué es lo que está consiguiendo. He interpretado un montón de villanos, pero a medida que voy envejeciendo es lindo graduarme y empezar a hacer tíos, padres e incluso abuelos.” Su larga carrera comenzó en la misma infancia, como actor infantil bajo su nombre de nacimiento, Ronald Walken. En 1964 tomó su nombre definitivo tras la sugerencia de una cantante, Monique van Vooren, con quien estaba trabajando en ese momento. En 1969 se casó con la directora de casting Georgianne Walken (nacida Thon); no tuvieron hijos, lo cual según el actor es la razón por la que aparece en más de cien películas. Viven juntos en Connecticut con su gato Bowtie.

En su vida también hay lugar para los enigmas, como el misterio que rodea la muerte de su coprotagonista en Proyecto Brainstorm, Natalie Wood. Walken estaba en el mismo barco con su marido, Robert Wagner, cuando ella se ahogó. En 2012, el caso fue reabierto brevemente y el veredicto original de “muerte accidental” fue cambiado a “muerte por motivos no determinados”, pero el Departamento de Policía de Los Angeles dictaminó que “Walken no es sospechoso”. A pesar de llevar seis décadas trabajando, no siente deseos de bajar la velocidad. “Creo que una de las cosas que implica ser un actor es que podés seguir adelante lo que desees seguir adelante. Mi historia favorita sobre actores tiene que ver con John Gielgud: cuando ya estaba en sus 90 años, la Reina Madre, que aún vivía, quería hacerle una gran fiesta. Pero él, con todo respeto tratándose de quien se trataba, tuvo que declinar la oferta, porque en ese momento estaba filmando escenas en una locación. Eso es lo que quiero... no la reina y la fiesta; quiero ser viejo, realmente muy viejo, y estar haciendo una película.”

Se queja de que recientemente fue a un cine y se le dio un descuento de ciudadano jubilado sin que lo pidiera: “Eso nunca me había pasado antes. A veces te preguntan si lo querés, pero la cajera me lo dio automáticamente. Y ahí pensé ‘bueno, listo, se terminó todo’”. Se hace muy difícil coincidir con esa visión, dado el número de películas que Walken tiene en su horizonte inmediato. En Stand Up Guys él, Al Pacino y Allan Arkin interpretan a un grupo de gangsters de la vieja escuela que se reúnen para llevar a cabo un último trabajito; The Power of Few trata de un intento por clonar a Jesucristo, mientras que en Gods Behaving Badly, una comedia sobre deidades griegas perdidas en el Manhattan contemporáneo, Walken interpreta a Zeus. Como si todo eso fuera poco, también ya tiene un contrato firmado para aparecer en Freezing People is Easy, una historia sobre criogenia dirigida por Errol Morris y ambientada en los años sesenta.

“Personalmente, te das cuenta de que mantenerte activo y presente en el panorama es complicado; sólo estar ahí año tras año presenta un montón de obstáculos, cosas que se pueden interponer en tu camino –señala–. Si sos lo suficientemente viejo obtenés el perdón por algunos de los errores que cometiste. La gente te mira y dice ‘todavía se mueve, todavía tiene onda’, y eso es muy apreciado. Hay un punto en el que pensás que tenés que empezar a cuidarte. Yo tengo una gran constitución física, y me he bancado mis palizas. Sólo tengo que asegurarme de tomar todo mi jugo de naranjas y dormir lo necesario.”

De hecho, Walken mantiene su envidiable físico corriendo cada día, utilizando una faja para protegerse de un problema de espalda. En su adolescencia se entrenó como bailarín en Nueva York y su carrera lo ha visto exhibir pasos de baile memorables, en películas como Pennies from heaven, Hairspray y Search and destroy. En 2001 apareció bailando por las paredes y los techos en el memorable videoclip de “Weapon of choice” de Fatboy Slim, que le dio un Grammy al director Spike Jonze. Sus habilidades para el baile lo llevaron a recibir una llamada de uno de sus héroes actorales de la infancia, Marlon Brando. Brando dijo que tenía entrenamiento como bailarín y que quería hacer un show para transmitir desde su casa por Internet, por lo que necesitaba el número del coreógrafo de Pennies from heaven. Brando nunca llamó al coreógrafo, pero Walken conserva el invalorable recuerdo de “haber estado un largo rato hablando con Brando... según supe después, es un tipo al que le gusta hablar por teléfono”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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