CINE › JULIETTE BINOCHE, ENTRE CAMILLE CLAUDEL 1915 Y SU PRIMER DESEMBARCO EN HOLLYWOOD
Desde su debut nada menos que en Yo te saludo, María, de Jean-Luc Godard, la notable actriz francesa desarrolla una carrera en la que ha tomado decisiones con total libertad. Tanto como para debutar en Hollywood de manera algo extravagante, con Godzilla.
› Por James Mottram *
La última vez que se vio a Juliette Binoche en la pantalla se inclinaba en la entrepierna de Robert Pattinson, en Cosmopolis, de David Cronenberg. Antes de eso fue la historia de prostitución de Elles, en la que la estrella francesa de 49 años confrontó al público con una masturbación muy gráfica. Luego apareció en Miss Julie, de Strindberg, en el Barbican de Londres. Un año típico en la carrera de “La Binoche”. “Al actuar, una ingresa en lugares peligrosos –se encoge de hombros–. Y terminás mostrando cosas que no siempre todos quieren ver o sentir.”
Binoche es una figura del cine mundial; directores como Michael Haneke, Abbas Kiarostami y Hou Hsiao-hsien sacaron partido de su talento. Pero esta belleza de piel pálida y cabello negro tiene un carácter impredecible. La actriz que rechazó el ofrecimiento de Steven Spielberg para aparecer en Jurassic Park acaba de firmar con el inglés Gareth Edwards para su remake hollywoodense del clásico Godzilla, junto a Aaron Taylor-Johnson y Elizabeth Olsen. Es su primer blockbuster en treinta años de carrera, y no es difícil entender por qué George Clooney dijo que envidia su autosuficiente libertad. ¿Qué guía sus decisiones? “El desafío es encontrar lo nuevo –dice ella, sentada con un almohadón en la falda en una coqueta oficina berlinesa–. ¿Qué es lo nuevo? Ser creativo. Si repetís cosas que hiciste antes, estás muerto. Todo se convierte en una fábrica.”
Binoche acaba de ver su película más reciente, Camille Claudel 1915, que obtuvo una aclamación unánime. “Impactante” e “Hipnotizante”, dijeron The Hollywood Reporter y Variety de su performance como la célebre escultora. Es un angustiante retrato de tres días en las tres décadas de reclusión que la artista sufrió en un asilo mental dirigido por monjas en las afueras de Avignon, donde murió, en 1943. El film fue dirigido por Bruno Dumont (La humanidad, Fuera Satán), a quien Binoche llamó para preguntarle si podían juntarse a pensar en un proyecto. Dumont nunca trabaja con estrellas, pero Binoche sintió que él celebró su coraje. “Creo que necesitaba eso”, dice. Es muy típico de ella, nutrirse de directores en los márgenes. Aunque nunca ha tomado algún rol detrás de cámara, “de algún modo me siento como una actriz-productora”. Cuando Dumont respondió con la idea de Binoche interpretando a Camille Claudel, quedó desconcertada. “Me sorprendí porque a los 16 años leí un libro sobre Claudel. Quedé shockeada por su historia de vida y por su fuerza.” Incluso compró un poster de Claudel, y lo colgó en su habitación de adolescente. “Nunca me moví en un área tan cercana a la insania. Fue todo un desafío.”
Hay más de un indicio de autobiografía: Binoche jugó con la idea de ser artista en su juventud, y en 2008 exhibió una serie de pinturas hechas por ella, autorretratos caracterizada como diversos personajes. Su padre, el director de teatro Jean-Marie Binoche, era también escultor, aunque es discutible la influencia que pueda haber tenido si se tiene en cuenta que se separó de su madre (la actriz y profesora de actuación Monique Stalens) cuando Binoche tenía dos años. Enviada con su hermana mayor Marion a una escuela católica en los suburbios de París, Julietta cultivó su deseo de actuar “en los jardines traseros, jugando con amigos; fue mi manera de sobrevivir a la escuela”. Luego estudió en el Conservatorio Superior de Arte Dramático, pero abandonó porque no le gustaba la currícula. “Mi deseo de actuar preocupaba a mis padres, porque todo era muy incierto. Ellos sabían cuánta lucha hay en la profesión.”
Mientras trabajaba de cajera, consiguió un primer rol en Yo te saludo, María, de Jean-Luc Godard. Aún recuerda el día en que se lo dijo a su jefa, que se resistía a dejarla ir. “Me dijo ‘en pocos años podés ascender, ser una persona importante en este negocio’. Le dije que era mi pasión, que trabajar con Godard era muy importante para una actriz. Y me dijo ‘Buena suerte, pero es un trabajo difícil y nunca sabés lo que vas a encontrar’.” Lo que encontró fue una carrera casi única en el cine. Si había algún paso en falso, volvía con más fuerza. Un año después de las burlas por su acento francés en Cumbres Borrascosas, ganó el César por Blue, En 1996, ganó un Oscar y un Bafta por su enfermera de El paciente inglés.
Entre todo eso, tuvo una caótica vida amorosa; nunca se casó y tiene dos hijos de diferentes padres: Raphale, que cumple 20 este año, y Hana, de 13. ¿Cómo maneja la vida? “Tengo muchos asistentes –dice–. Es como tener una hermana.” Una clase de relación que explorará en profundidad con Mia Wasikowska en Sils Maria, de Olivier Assayas, a filmar tras Godzilla; una opción apropiada para alguien con un CV tan diverso. En cuanto a por qué desembarca en Hollywood recién ahora, lo tiene claro: “Quería crear mi propio camino, mi propio espíritu”, declara. Ha hecho mucho más que eso.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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