Mar 16.04.2013
espectaculos

CINE › VARIEDAD DE GéNEROS Y MIRADAS EN LA COMPETENCIA ARGENTINA

Comedia, drama y tridimensionalidad

Barroco, ópera prima de Estanislao Buisel, es una comedia de las buenas. Deshora, debut de Bárbara Sarasola-Day, propone tensiones alrededor del erotismo. Y AB, de Iván Fund, presenta las primeras imágenes en 3D de la historia del Bafici.

› Por Juan Pablo Cinelli

La Competencia Argentina de la 15ª edición del Bafici sigue entrando en calor con tres títulos que ofrecen una gran variedad de miradas y, sobre todo, una importante cantidad de elementos destacables. Por ejemplo, Barroco, ópera prima de Estanislao Buisel, es (y el director lo reconoce sin ningún complejo) una comedia en toda regla. Un género que la mitología imagina lejano de la estética Bafici, pero que tiene trayectoria en estos 15 años de festival. El caso más próximo es el de Masterplan, de Diego y Pablo Levy, con guión escrito por los hermanos en colaboración con Marcelo Panozzo, flamante director del festival. No es gratuita la mención, ya que hay algo en el estilo, en el humor y hasta en cierta parte de la trama de Masterplan que se emparienta legítimamente con Barroco.

La historia trata acerca de Lucas y Julio (pero sobre todo de Julio, un chico bastante rápido y pagado de sí mismo), dos jóvenes amigos de clase media con mucho en común. Por empezar: sus novias, ambas músicas clásicas que comparten un pequeño ensamble dirigido por Oscar, un ex de la novia de Julio. La cosa cobrará densidad y oscuridad cuando Julio consiga trabajo en una librería y convenza a Lucas para hacerse pasar por empleado de una editorial y llevarse una gran partida de libros en consignación. Esta módica estafa, en el fondo muy parecida a la que daba pie a la película de los Levy, es el cimbronazo que de algún modo obliga a Julio a reconocer que ya no es un chico. Realizada con solvencia, actuaciones verosímiles y buen manejo de los tiempos de los gags humorísticos, Barroco es, como lo indica su título, una película retorcida que todo el tiempo se muestra capaz de agregar un nuevo detalle para complejizar la trama sin desbaratar la historia.

Otra gran sorpresa fue Deshora, de la salteña Bárbara SarasolaDay que, como sus coterráneas Lucrecia Martel y Daniela Seggiaro (directora de Nosilatiaj, La belleza), ofrece un trabajo cargado de detalles siniestros apareciendo entre las grietas de lo cotidiano, aunque su estilo se encuentra alejado de la tensa calma que gobierna los relatos de sus vecinas. La película comienza con Helena y Ernesto, una pareja de años que vive en una estancia en cuyos campos se cultiva tabaco, quienes aceptan alojar a Joaquín, un primo treintañero de ella, a quien su tía le encomienda la labor de cuidarlo. La relación entre los tres, que será tirante en un comienzo, irá gestando un lenguaje cifrado de miradas y detalles sutiles, y una atmósfera cada vez más opresiva. Esa tensión, que es sobre todo sexual, es el obvio emergente de pústulas que se intuyen muy profundas. Deshora esconde detrás de esa sensación de cosa perversa, deseos muy profundos que finalmente afloran sin control y que el guión ha sabido ir anunciando con prudencia. Buen relato de suspenso, con actuaciones justas entre las que vuelve a destacarse la de Luis Ziembrowski, quien ha sabido manejar con matices su presencia siempre intimidante, para hacer surgir de ella una inesperada fragilidad que explota con la fuerza de lo reprimido. Tal vez lo único que se le pueda cuestionar a Deshora es el plano final, que descarga un golpe que tal vez no era necesario lanzar.

AB es el nuevo trabajo de Iván Fund, que representa una nueva colaboración en su carrera, esta vez con el director danés Andreas Koefoed (Fund ya había filmado la premiada Los labios en pareja con Santiago Loza, a quien pertenece el texto final de AB). El film gira en torno de la relación entre dos amigas en el final de su adolescencia, a quienes los caminos de la vida parecen comenzar a llevarlas por rumbos distintos, a pesar de la obstinación con que buscan mantenerse unidas. La cámara las sigue en su derrotero por encontrarles dueños a los siete cachorritos que acaba de parir la perra de una de ellas y en ese camino se irán encontrando con diferentes historias. Ese recorrido se impone de algún modo como una especie de ritual para ese fin de ciclo que se intuye inevitable. La película de Fund y Koefoed no habla de otra cosa que de amor. De sus diferentes tipos y formas, encarnadas en breves viñetas en las que diferentes personajes exponen la relación de cariño que los une a sus mascotas. Todas ellas son la sublimación de una profunda necesidad de amar, pero no de un amar abstracto, sino del amor por alguien concreto.

La película tiene sus últimos quince minutos rodados en 3D, lo cual la convierte en la primera de su tipo en participar de una competencia del Bafici. Sobre ese tramo final es recitado el texto de Loza, en el que pueden detectarse muchas de las obsesiones que este director cordobés pone en escena en sus propias películas, sobre todo una idea de amor atravesada por una profunda convicción de entrega absoluta de clara raíz religiosa. Una de las películas más redondas de Fund, que sin embargo no termina de justificar el uso de las tres dimensiones.

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