Mié 24.04.2013
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CINE › ENTREVISTA A MATTHIEU DELAPORTE Y ALEXANDRE DE LA PATELLIèRE, DIRECTORES DE EL NOMBRE

Una caricatura de “burgueses y bohemios”

El film francés, que vendió más de tres millones de entradas en su país, surgió con la idea de desglosar los pormenores ocultos detrás de la coraza perfeccionista de una familia clase media-alta parisiense. “Nos inspiramos en nuestro entorno”, dicen los realizadores.

› Por Ezequiel Boetti

Desde París

La tertulia se presumía distendida, acorde con el objetivo primordial de celebrar la próxima paternidad de Vincent. Y así fue, al menos hasta que éste confesó que pensaba bautizar a la criatura con el nombre de Adolf. Nombre, al menos, políticamente incorrecto, sobre todo si se tiene en cuenta que el pequeño nacerá en una ciudad que vivió en carne propia las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial como París. Así, la oficialización identitaria convierte una cena íntima y amable en otra agresiva, con tensiones internas hasta entonces archivadas en la memoria de cada uno de los integrantes del grupo (Vincent, hermana, cuñada, esposa y amigo) saliendo a la luz en medio de gritos y reproches entrecruzados. Exito de público en su país de origen, con más de tres millones de tickets cortados a comienzos del año pasado, El nombre surgió con la idea de desglosar los pormenores ocultos detrás de la coraza perfeccionista de una familia clase media-alta de la capital francesa. Si lo logró o no se verá desde este jueves, cuando el film llegue a la cartelera comercial argentina.

“Ambos somos ‘burgueses y bohemios’, que es como les decimos aquí a los intelectuales de izquierda, y decidimos ponerles nombres originales a nuestros hijos. Pero nos sorprendió el impacto que causó en nuestras familias, y nos dimos cuenta de que esa elección es un hecho que afecta a todo el entorno social”, razonan los realizadores Matthieu Delaporte y Alexandre De la Patellière frente a Página/12 en la coqueta sede parisiense de Unifrance. Basada en la obra teatral homónima que ellos mismos escribieron y adaptaron, y cuya versión nacional se ve actualmente en el Multiteatro porteño, Le prénom pasó a la pantalla un par de años después del debut en las tablas, facilitando así los mecanismos creativos de la dupla. “Pensamos a los personajes para la obra incluso antes de saber qué historia le colocaríamos a cada uno. Progresivamente les fuimos creando una biografía llena de detalles y sus posibles vínculos entre ellos. Si bien no sabíamos cuánto de todo eso iba a servirnos, al menos podíamos empezar a explorarlos. Cada personaje tiene distintas capas, y la comedia surge cuando ellas suben a la superficie”, explica Delaporte.

–Ustedes se definen como “burgueses y bohemios”. Pero el film se burla de esa forma de vida.

Matthieu Delaporte: –Es que quisimos escribir una historia sobre personajes que conociéramos bien, así que nos inspiramos en nuestro entorno. Buscamos representar con un poco de crueldad a personas que conocemos y queremos porque era la mejor forma de ser divertidos. O sea, se trataba de reírnos de nosotros mismos. Y haciendo eso nos dimos cuenta de que tenemos un aspecto muy caricaturesco.

–La idea de un grupo de amigos o conocidos encerrados en una casa mientras sacan a la luz sus miserias remite invariablemente a Carnage. ¿Fue una de las influencias?

Alexandre De la Patellière: –Conocíamos la obra de teatro de Yasmina Reza y la idea de Roman Polanski de adaptarla. De hecho, él filmó en los mismos estudios justo antes que nosotros. Incluso vino al rodaje de nuestra película. Pero como sabíamos que había muchos puntos de contacto entre las dos películas, decidimos ver Carnage después de terminar de filmar. Y cuando lo hicimos nos resultó interesante que las decisiones respecto de la puesta en escena eran opuestas. Polanski decidió enfocar y filmar a sus personajes considerándolos casi como unos insectos a los que estudiaba. Los muestra como diciendo “yo no pertenezco a este grupo, soy un agente externo”. El tiene una visión casi de demiurgo. Nosotros, en cambio, nos propusimos ser unos invitados dentro de la cena.

M. D.: –Si se trata de inspiración, el tono que buscábamos era el de las comedias italianas de los años ’70, cuando los directores se reían de la pequeña burguesía a la que ellos mismos pertenecían, pero lo hacían con un atisbo de benevolencia y ternura.

–Varios directores de comedias francesas recientes reconocen en la comedia italiana una de sus principales influencias. ¿A qué lo atribuyen?

A. D. l. P: –Matthieu y yo nos criamos en familias de izquierda en las cuales la política era algo importante. Por eso las películas que veíamos en esa época se correspondían con ese reflejo social, más allá de su género. Nosotros buscamos que nuestra comedia se inscriba en ese modelo que puede rastrarse en la comedia italiana de los ’70 o la norteamericana de los ’30, cuando la crisis económica estaba muy presente en esa filmografía. También podríamos decir que Agnès Jaoui fue una gran influencia. Ella logró renovar el estilo de comedia francesa con situaciones familiares. Buscamos que El nombre estuviera en esa línea, aunque con más alegría y también más crueldad.

M. D.: –Muchos directores de nuestra generación se refieren a la comedia italiana por un motivo que no es el mejor, como el de establecer una suerte de contraste con ese cine norteamericano ligero y vacío en el que lo único que importa es construir un mecanismo apuntado al puro entretenimiento. En cambio, el cine italiano históricamente buscó hacer reír no sólo con gags o chistes fáciles. Para noso-tros, el género es un excelente inspector involuntario. No intentamos hacer una película de contenido social, sino una comedia con personajes auténticos inscriptos en una realidad concreta.

–Casi toda la historia se desa-rrolla dentro de una misma locación. ¿Tuvieron algún cuidado especial al momento de idear las locaciones?

M. D.: –Tomamos muy rápido la decisión de trabajar en un ambiente cerrado y en tiempo casi real. A partir de ahí, pensamos cómo íbamos a montar las escenas al mismo tiempo que trabajábamos con la diseñadora de interiores que armaría la casa dentro del estudio. Eso permitió que muchos ambientes se diseñaran teniendo en cuenta la forma en que pensábamos filmarlos. La película muestra cómo se van modificando las relaciones de poder entre todos los personajes y para nosotros era muy importante saber de qué forma se compondría cada una de las escenas y así decidir en qué posición ubicar la cámara. Era importante que el departamento también fuera un personaje que hablara sobre el resto de los protagonistas. Es un decorado repleto de detalles trabajado no tanto para dar una idea de modernismo, sino de verdad en los personajes.

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