Domingo, 5 de mayo de 2013 | Hoy
CINE › VICTORIA GALARDI HABLA DE PENSé QUE IBA A HABER FIESTA
En su nueva película, que se estrena el próximo jueves, la directora de Amorosa soledad y Cerro Bayo retrata a dos amigas en crisis cuando, en la fatídica semana entre Navidad y Año Nuevo, una comienza una relación con el ex marido de la otra.
Por Oscar Ranzani
El tercer largometraje de Victoria Galardi, Pensé que iba a haber fiesta, debuta en el mercado cinematográfico con un gran impulso comercial: entre los coproductores del film está el español Fernando Trueba y es la primera película argentina que distribuye United International Pictures (UIP). Pero la prueba de fuego será a partir del próximo jueves cuando se estrene en la cartelera porteña y comience a vislumbrarse la respuesta del público. Galardi había debutado como cineasta con Amorosa soledad –codirigida con Martín Carranza–, donde Inés Efrón componía a una adolescente hipondríaca que decidía vivir sola tras un fracaso amoroso. Luego, le llegó a ella el turno de estar sola detrás de cámara: su segundo largometraje fue Cerro Bayo, con una historia en la que a partir de la inminencia de la muerte de una mujer, los integrantes de su familia planean su futuro con la herencia. Cuando Galardi estaba realizando el montaje de Cerro Bayo sintió el deseo de hacer una película “de verano” y que transcurriera en la semana entre la Navidad y el Año Nuevo, “una semana un poco rara donde la gente está un poco sensible, casi sin trabajar por la cantidad de feriados, y en la que muchas personas se angustian sobre cómo pasarla”, según define la directora a Página/12. “Después empiezan a surgir los personajes. No hay un momento en que me salga una idea y diga: ‘Quiero hacer una película sobre dos amigas que se pelean por el ex de una de ellas’”, agrega Galardi.
Tras ese esbozo, vino la historia. Valeria Bertuccelli compone a Lucía, una mujer que está divorciada de Ricky (Fernán Mirás), con quien tuvo una hija. En principio, Lucía logró rearmar su vida con otro hombre (Esteban Bigliardi). Junto a su nueva pareja deciden viajar unos días al Uruguay para poder disfrutar un poco del verano. A Lucía se le ocurre que su amiga Ana (la española Elena Anaya) puede cuidar su casa y que Ricky pueda pasar a buscar a su hija. Ricky y Ana se conocían pero hace dos años prácticamente que no se veían. Sin embargo, el paso del tiempo no funciona como distancia: pronto se desean y como ambos están sin pareja, entablan una relación afectiva. Y la inician nada menos que en la casa de Lucía. Desde ese momento, Ana se carcome la cabeza pensando cómo contárselo a su amiga cuando regrese. El gran motor de la historia, arranca con el estado de Ana que transita entre el miedo y la culpa por lo que pueda suceder con su amistad con Lucía. A partir de ese conflicto, Pensé que iba a haber fiesta logra abordar aspectos “sobre el ego, sobre lo posesivos que somos con nuestros propios vínculos, esta cosa que ‘si no es mío no es de nadie’ y de las debilidades de los seres humanos”, según define la propia directora.
–La historia de Amorosa soledad nació como consecuencia de un fracaso amoroso en su vida. ¿Este film tiene algo de autobiográfico?
–No, no le cagué el ex marido a nadie (risas). No parte de una historia personal como fue Amorosa soledad. Igual siempre lo que escribo tiene algo de autobiográfico. Yo soy un poco todos esos personajes u opino un poco como todos esos personajes. En algo de todos ellos estoy porque yo escribí sus diálogos.
–Si bien tiene algunas conexiones con Amorosa soledad en el abordaje de los conflictos de las relaciones afectivas, también se puede vincular con ciertas miserias humanas que estaban en la temática de Cerro Bayo, aunque menos extremas en su nueva película.
–Me interesa indagar en las debilidades. Me interesan más los personajes inseguros, miserables, débiles. Me gustan más que los inteligentes y los listos.
–¿Y los ve como perdedores?
–No, incluso muchos de los miserables y los inoportunos son muy exitosos en la vida. También hay gente exitosa muy miserable. No creo que tenga que ver con el éxito o con el fracaso.
–¿Y por qué su abordaje sobre el tema de las miserias humanas siempre tiene un tono tragicómico?
–Para no deprimirnos (risas). No, porque me parece que también es como intento ver las cosas en la vida. Ponerle un poco de humor a eso diría que es por supervivencia. Es intentar reírse cuando te encontrás con algo miserable, oscuro, inoportuno o patético. En una situación muy tensa y muy seria si podés salirte de esa situación por un minuto y mirar el contexto te puede resultar muy gracioso también.
–¿Desdramatizar el drama o quitarle solemnidad?
–Quitarle solemnidad, porque dramatizar me parece que está bueno. O encontrar lo que a mí me gusta ver. Me gusta cuando en una película empiezan a pasar temas como la muerte, la enfermedad o lo que esté ocurriendo con humor. Es una buena manera de resolver determinadas escenas.
–¿Esta es la visión femenina y vivida por las mujeres sobre los conflictos de la amistad?
–Siempre que escribo un guión me pregunto si los mismos personajes femeninos podrían ser masculinos. Cuando escribo un diálogo pienso si eso lo podría decir también un varón o exclusivamente lo diría una mujer. Para mí es un buen ejercicio. Incluso, cuando estaba escribiendo el guión de esta película lo hablé con un amigo autor y le decía: “¿Si lo pongo en boca de dos hombres funciona también?”. Y no. En este caso es algo bastante femenino. Esta cosa que les transcurre a ellas, los hombres lo vivirían de manera diferente. Capaz que igual molesta, que es incómodo salir con la ex de un amigo. No quiero decir que esto no ocurra, pero de la manera en que se desenvuelve la película es desde un lugar femenino.
–Hay una visión machista que señala que los hombres son más leales con sus amigos que las mujeres. ¿Usted cómo lo ve?
–Creo que los hombres tienen menos rollos en lo vincular. Lo digo en general, no sé si solamente en la amistad. Como tienen menos rollos y son un poco más simples, es más jugoso para escribirlo desde el lado de las mujeres. Pero tampoco quiero generalizar porque también hay un montón de hombres enroscados y mujeres super simples. Cualquier generalización para cualquier lado es entrar en un terreno más problemático.
–Depende de la personalidad...
–Sí. Yo tengo amigos muchos más enroscados que mujeres, algunas más simples. Hay mujeres que me han contestado: “Yo jamás tendría ese rollo”. Otras me dijeron: “Yo la mato”. Una amiga me contestó una frase genial: “Yo no me enojaría para nada. Todo lo contrario: me pondría contenta de que mi hija está en buenas manos. La nueva novia de mi ex marido es alguien que yo conozco y, entonces, la crianza de mi hija está en buenas manos, mejor que con alguien que no conozco”. Y otros me dicen que de ninguna manera.
–¿Qué es lo que más siente Ana por no decirle la verdad a su amiga: miedo o culpa?
–Un poco las dos cosas. A veces, los sentimientos no se pueden definir tan claramente. Uno ama y duda todo el tiempo, odia y ama todo el tiempo. Es un poco de culpa porque de la manera en que sucedió es para tenerla. Y sobre todo por la manera en que se desencadena: mientras cuida la casa de su amiga, estando su hija ahí. Se dio de una forma que claramente puede tener culpa. Pero miedo también. Y no es sólo miedo a perder esa amistad o a que su amiga se enoje, sino miedo a equivocarse. Son dos miedos: a confrontar a la amiga y también el miedo a enamorarse. Cuando algo tiene que ver con los sentimientos nunca es por una sola cosa.
–¿Cuando se traiciona en la amistad es más difícil recomponer la relación que en una pareja o depende de cada caso?
–Cuando se traiciona siempre es difícil ya sea en la pareja o en la amistad. Justo el otro día estaba leyendo algo que dice Paul Auster: para él la base de la amistad es la admiración. Uno admira a un amigo por cómo es, por quién es, por cómo vive, por cómo se desenvuelve en la vida. Para él esa es la base de la amistad. Y me pareció interesante porque también es algo que vale para el amor. Uno también está con alguien porque admira cómo piensa, quién es, cómo es o cómo se desenvuelve en la vida. Entonces, hay muchas cosas que aplican igual en la amistad que en el amor. Claro que la amistad tiene un punto más frágil porque no está esa cosa del matrimonio.
–¿Se puede volver a confiar en alguien que uno sabe que lo traicionó? ¿Cuál es su visión personal?
–Es que siento que en la película no sé si hay una traición desde el punto de vista de Ana. Para mí, lo interesante es que las dos tengan razón: que Ana crea que no traicionó a Lucía porque ya pasó mucho tiempo de su relación con Ricky, y además su amiga ya tiene una nueva pareja. Y para Lucía eso no caduca nunca porque Ricky es el padre de su hija. Ana no lo vivió de entrada como una traición.
–¿Cómo funciona el tema de la soledad en Ana? ¿O no se lo plantea?
–El personaje está dado en un marco: cuando uno vive en otro país está un poco más solo. No tiene ni su familia ni sus amigos cerca. Y ése era el agregado: que Ana fuera extranjera. También tiene 37, 38 años, y todas sus amistades tienen la vida armada: están casadas, tienen hijos o están divorciadas y volvieron a armar una pareja. Entonces, es una edad más crítica para una mujer que puede vivirlo como una soledad más dura. También hay mucha gente que no lo vive así, a la que le parece perfecto la soledad. Aunque no sé si es la soledad o la libertad. Creo que la soledad no la desea nadie. Ella se fija en la persona equivocada. Y un poco eso es lo que cuenta la película: como si durante mucho tiempo se hubiese fijado en las personas equivocadas. A través de los otros personajes, vas viendo que su vida sentimental no fue muy buena hasta ahora. Fue bastante frágil. No lo resolvió bien. Y aparece este hombre que pareciera ser menos problemático, más simple. Pero justamente es el ex marido de su amiga.
–¿Lucía vive como una frustración la separación de Ricky o, en principio, cree que ya lo tiene superado?
–Para ella está superada la relación. No creo que a Lucía le pase nada con Ricky. Lo que sucede es que no te gusta hasta que a otra le gusta. Lo que le pasa a Lucía se resume en una frase que ella dice: “No caduca nunca porque es el padre de mi hija”. Por eso digo que la película también tiene que ver con el ego, porque la fantasía no es tanto lo que le pase a Lucía con Ricky, sino toda la información que ella sabe que tiene su amiga sobre ella misma: “¿Le va a contar todo lo que hablé con ella? ¿Se va a hacer más amiga de mi hija? ¿Mi hija la va a querer más a ella?”. Los miedos que le aparecen al personaje de Valeria son ésos. Creo que es más lo que despierta de la intimidad de las cosas que Lucía no le ha contado a Ana y que ésta puede llegar a acceder. Si no hubiese un hijo de por medio sería diferente.
–¿Y el conflicto también se potencia sólo porque Ana es amiga de Lucía o porque muy adentro suyo Lucía cree que algo de Ricky todavía le pertenece?
–No sé si ella cree que alguien le pertenece. Lo que cree es que es alguien que no se toca. “No es mío, pero no es de nadie, por lo menos de mis amigas”, diría Lucía. En todo caso, su pensamiento es: “Que sea de alguien que no sea cercano a mí”. También es muy difícil remontar esa situación cuando después probablemente se junten a comer o en Año Nuevo tenga que ir a buscar a la hija y que esté ella. No hay una vuelta atrás. Y también creo que tiene bastante que ver con una clase social. Este conflicto también se desata porque está dentro de una clase media-alta, de la que nos podemos reír un poco.
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