Jueves, 16 de mayo de 2013 | Hoy
CINE › BAZ LUHRMANN DEFENDIó SU VERSIóN DE LA NOVELA DE FITZGERALD
“Me propuse encontrar la manera de reflejar todo el dolor y la belleza de ese texto”, dijo el cineasta sobre El gran Gatsby.
Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
“Un equipo de camareros bajaba con una lona de varios cientos de metros y suficientes luces de colores para convertir el enorme jardín de Gatsby en un árbol de Navidad. Sobre las mesas del bufet, provistas con brillantes hors d’oeuvre, se apilaban las condimentadas carnes frías contra las ensaladas con diseños abigarrados, los cerdos de pastel y los pavos, fascinantes en su oro oscuro. En el vestíbulo principal habían instalado un bar con una barra de cobre legítimo, bien provista de ginebras, licores y bebidas, que la mayor parte de las invitadas eran demasiado jóvenes para distinguir unas de otras...” La descripción corre por cuenta de Francis Scott Fitzgerald para su novela El gran Gatsby, escrita hace 90 años en parte aquí mismo en la Costa Azul, no muy lejos de la Croisette, donde el escritor y su esposa Zelda expiaban sus culpas en alcohol. Pero sus palabras siguen siendo vigentes para describir los fastos con los que el Festival International du Film de Cannes abrió anoche –bajo una intensa lluvia– su edición número 66, con la proyección, precisamente, de El gran Gatsby, la exuberante versión del australiano Baz Luhrmann protagonizada por Leonardo DiCaprio, que hoy se estrena en medio mundo, la Argentina incluida (ver crítica aparte).
El director y su estrella se presentaron a la conferencia de prensa poco después de la primera proyección matutina y antes de la gala nocturna, rodeados por un ejército de guardaespaldas y flanqueados por las actrices de la película. Carey Mulligan, Elizabeth Debicki e Isla Fisher quedaron relegadas casi a figuras decorativas, como si fueran las flappers de la Era del Jazz que pintaba Fitzgerald, pero menos alegres y más nerviosas, demasiado pendientes de los flashes y los gritos de los paparazzi.
Con la autoridad de un director excesivamente seguro de sí mismo, el propio Luhrmann pareció oficiar de maestro de ceremonias, acaparando la palabra y guiando las preguntas para ofrecer las respuestas que él prefería contestar. A su lado, con una seriedad proverbial, DiCaprio lucía una barba decididamente mefistofélica (que no es la de su personaje en la película, por cierto) y sorbía displicente un café que alguno de sus muchos asistentes le había acercado. “Este viaje que fue para mí El gran Gatsby comenzó justamente en un tren, hace diez años, cuando viajaba en el Transiberiano entre Pekín y París”, contó Luhrmann, como para agregarle sofisticación al proyecto. “Allí releí la novela que había leído de joven y me di cuenta de que no la había comprendido realmente en su momento. Fue una revelación, encontré como lector la puerta hacia ese espejo que mira hacia el pasado que es la novela y me propuse encontrar la manera de darle forma cinematográfica, de reflejar todo el dolor y la belleza de ese texto.”
“En los Estados Unidos, El gran Gatsby es una lectura esencial”, confirmó DiCaprio. “Se lee de muy joven, como texto obligatorio, pero más allá de la fascinación que provoca el glamour de ese mundo no fui capaz de apreciar su contenido existencial hasta ahora. Se trata de un hombre que, en busca de un sueño, pierde en el camino la noción de quién es realmente: se ha extraviado en un espejismo.” A su lado, Tobey Maguire, que interpreta a Nick Carraway, el fascinado amigo de Gatsby, jugó un papel similar frente a la prensa: “Leonardo es uno de mis mejores amigos y esa amistad funcionó también para la película. Puedo dar fe –señaló, sin que nadie se lo preguntara– de que Leo es el más diligente de los detectives: averiguó y estudió todo lo que debía para componer su personaje.”
Como si tuviera que defenderse de las muchas licencias y anacronismos de su película, Luhrmann citó y agradeció a catedráticos varios de Princeton. Aseguró que le dieron el visto bueno para cada una de sus decisiones y no se privó de contar –incluso imitando su voz, a la manera de un showman– a la anciana nieta de Fitzgerald, que asistió a la première en Nueva York y que le dijo que su abuelo hubiera estado orgulloso de la película. Incluso de la banda de sonido, que cambia el jazz de 1925 por el hip hop de hoy. “Fitzgerald puso en el centro de la novela al jazz, porque era la música afroamericana de esa época”, aseguró el director. “Y la de ahora es el hip hop. La pregunta que nos hicimos en todo momento fue: ¿estamos honrando realmente a la novela?” Nadie más convencido que el propio Luhrmann de la respuesta, aunque no todos estén dispuestos a coincidir con él.
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