Domingo, 19 de mayo de 2013 | Hoy
CINE › A VEINTE AÑOS DEL ESTRENO DE ESA RAREZA LLAMADA GROUNDHOG DAY
La película dirigida por Harold Ramis y protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell se convirtió en un artefacto cultural de usos múltiples. En charla con Página/12, el guionista Danny Rubin abraza la causa y cuenta de qué va el musical de la marmota.
Por Javier Aguirre
El cine ha criado, en el cautiverio de los sets de filmación, animales espectaculares, todopoderosos, inquietantes como King Kong, Tiburón o Anaconda, pero ninguno ha tenido el don hechizante del déjà vu. ¿Ninguno? Existe un rechoncho roedor de montaña cuya presunta capacidad para predecir el final del invierno y la llegada de la primavera enredó a Bill Murray en un loop temporal –ciencia ficción de carne y hueso, sin sables láser ni naves espaciales–, y convirtió a su película, la primera y única protagonizada por una marmota, en un clásico de la cultura pop. Groundhog Day (Día de la Marmota, o Hechizo del tiempo) cumplió 20 años de su estreno y mencionar el aniversario, esta vez, no es capricho periodístico ni abuso de efeméride. Después de todo, recordar que el tiempo ha pasado no está de más si se alude a una historia basada en un bug de relojería, una falla de sistema a nivel temporal: un tipo que despierta siempre en el mismo día y es el único ser (incluyendo humanos y marmotas) que lo advierte, cuando a las 6AM suena en el radio-reloj la misma canción: la añeja “I Got You Babe” de Sonny & Cher.
Fue la mejor obra del director y actor Harold Ramis, el cazafantasmas-nerd Egon Spengler de Ghostbusters’, quien para la que iba a ser su cuarta película alistó al cazafantasmas-chanta (el gran Murray) y a la beldad Andie MacDowell como pareja protagónica de una comedia romántica cuyo extraño guión, obstinado en que el tiempo se resetea sólo para el personaje central, disparó en fans y estudiosos toda clase de preguntas alegóricas.
En diálogo con Página/12, el guionista de la película, Danny Rubin, admite su sorpresa a dos décadas del estreno del clásico marmotero: “A lo largo de estos veinte años tuve distintas perspectivas que llamaron mi atención sobre la historia, en especial, a partir de que cada persona que la veía parecía aportar su propio punto de vista, su propia mirada universal. Los budistas la ven como una película budista, acerca de ser consciente, de estar presente; ellos ven los regresos diarios del personaje principal, Phil Connors, como un modelo de reencarnación. En cambio, los cristianos creen que es una película cristiana, acerca de la gracia y la redención; mientras que los filósofos la entienden como una dramatización de la teoría del eterno retorno de Nietzsche. Y los psicólogos hablan sobre superación personal. También los guionistas hacen sus lecturas... todos... Lo cierto es que, en el momento en que la escribía, yo estaba sólo vagamente, diría que instintivamente, atento a las presuntas verdades universales que tocaba la historia, pero no tenía idea de los distintos alcances, tan específicos y tan personales que iba a tener en personas vinculadas con disciplinas tan diversas”.
El padre de la criatura (no del ya citado roedor esciuromorfo, sino del guión de la película) alude a la variedad de discusiones generadas por el largo Día de la Marmota que vivió Phil-Bill Connors-Murray. En términos aritméticos, casi lindantes con el carbono14, fans y wikiexpertos han destacado en foros, blogs y ábacos virtuales que la película es sólo un resumen, una edición muy sintética del “tiempo real” que el protagonista pasó encerrado en esas 24 horas. Y estiman que, para aprender todo lo que aprendió (piano, idiomas, escultura en hielo), debió pasarse allí, en ese lugar del tiempo, entre diez y diez mil años, según el rigor –en términos blogueros– de las fuentes.
De hecho, el propio Danny Rubin se ha pasado 20 años regresando una y otra vez a la cuestión, un “castigo divino” equivalente al de Phil Connors: el año pasado publicó el libro How To Write Groundhog Day (“Cómo escribir El Día de la Marmota”), un manual para guionistas evidentemente autorreferencial, y ahora hasta está trabajando en una adaptación teatral. “Supongo que la película nunca me dejó”, admite Rubin a este diario. “Las temáticas que explora salieron muy de mis adentros y esas ideas permanecen en mí y en todo lo que hago. Por supuesto que mis colegas, mis amigos, mis parientes me identifican como “el tipo que escribió el Día de la Marmota, cosa contra la que no pienso luchar. En el libro, o en el musical que estoy preparando basado en la película, pude volcar algunas de mis perspectivas adultas sobre la historia... Estoy dispuesto a revisitarla creativamente”, se sincera.
¿Y cómo explicar su éxito y su status de clásico? Que responda Rubin: “El núcleo es el viaje de un tipo por su vida, y el hecho de que el tipo crezca durante ese viaje supone una historia fuerte. Creo que es una película divertida, cálida, entretenida y con sorpresas. Y los actores son absolutamente magnéticos: cuando, cada tanto, la veo, me cuesta cortarla. Sospecho que lo mejor que tiene es su mensaje optimista: lo que parecía ser el peor día en la vida de Phil Connors, el día que pasa varado en Punxsutawney, resulta ser el mejor de todos sus días. El día es el mismo, lo único que lo hace diferente es la manera en que Phil lo encara, cómo se dispone frente a las cosas. Eso nos da el mensaje de que también nosotros tenemos control sobre nuestras vidas, y de que el poder de tener una vida maravillosa puede estar dentro de uno, y no en la forma en que se nos presentan las cosas. Phil hace su progreso en la vida tan naturalmente, que cuando llega el final feliz, aunque sea parecido al de cualquier comedia, aquí se siente como algo honesto, y no como algo manipulado para que termine siendo simple y feliz. Resulta honesto y verdadero a pesar de todo el cinismo que hubo en el medio del camino”.
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