CINE › ROMAN POLANSKI Y JIM JARMUSCH PRESENTARON SUS ULTIMOS FILMS EN LA COMPETENCIA
La Vénus à la fourrure y Only Lovers Left Alive son dos películas livianas, lejos de las cumbres de ambos directores. Así las cosas, no hay una película que se garantice el premio mayor de parte del jurado presidido por Steven Spielberg.
› Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
Hoy por la noche se conocerán los premios de la competencia oficial de la edición número 66 del Festival de Cannes y no hay rumores de palacio ni una película que, a priori, esté en condiciones de garantizar, si no la unanimidad, al menos cierta coincidencia en un jurado de alto nivel, pero ciertamente heterogéneo, como es el que preside Steven Spielberg e integran sus colegas Ang Lee, Naomi Kawase y Cristian Mungiu y los intérpretes Nicole Kidman, Daniel Auteuil y Christopher Waltz, entre otros. Las distintas encuestas de la prensa acreditada en Cannes –las que publica Le film français con la opinión de los críticos locales, la de Screen International con la de los angloparlantes y la del sitio argentino todaslacriticas.com.ar, que reúne los puntajes de más de 40 críticos de todo el mundo– concuerdan en poner como favorita a la Palma de Oro La vie d’Adèle-Chapitre 1 & 2, el extraordinario film del director franco-tunecino Abdellatif Kechiche. Sería un acto de auténtica justicia. Pero ya se sabe: una cosa son los críticos y otra los jurados. Y rara vez coinciden.
¿Una apuesta loca, salvaje?: Michael Kohlhaas, del francés Arnaud Des Pallières. Quizás a pesar de su austeridad, tan poco hollywoodense, esta adaptación de la novela de Heinrich von Kleist puede llegar a seducir a Spielberg. El sin duda reconocerá en este inusual western francés ambientado en el siglo XVI no sólo su corte clásico sino también la impronta del cine de John Ford, a la que el director de Caballo de guerra se ha sentido tan afín últimamente.
Mientras tanto, para la última jornada en competencia oficial, Cannes eligió dos grandes nombres del cine mundial –Roman Polanski y Jim Jarmusch– que llegaron a la recta final del festival con sendas películas livianas, ligeras, muy lejos de las cumbres de sus respectivas obras, aunque cada una con su inconfundible sello personal. En el caso de Polanski, se trata de La Vénus à la fourrure (La Venus de las pieles), adaptación de la pieza teatral de David Ives para dos personajes, a cargo en el film de Emmanuelle Seigner y Mathieu Amalric. Esta es la segunda adaptación teatral consecutiva que asume Polanski en menos de dos años, después de Un dios salvaje, la popular obra de Yasmine Reza, lo que habla a las claras de una tendencia (porque Polanski no es el único) en llevar al cine aquellos productos que ya vienen con la garantía de un éxito de boletería sobre los escenarios. Así está buena parte del cine de hoy...
Dicho esto, debe reconocerse que Polanski tiene la astucia, en todo caso, de aprovechar aquellos textos teatrales (ya lo había hecho también con La muerte y la doncella, de Ariel Dorfman) que se ajustan a sus marcas de autor. Desde su ya lejano primer largometraje, El cuchillo bajo el agua (1962), Polanski una y otra vez ha manifestado su predilección por los espacios cerrados y los escenarios únicos, como una forma de potenciar la escalada de tensiones y conflictos entre sus personajes. En La Venus... vuelve a encerrarse en un único escenario, en este caso una vieja sala teatral, donde el director de la pieza homónima está por terminar su frustrante jornada de trabajo. Por teléfono se queja de que, luego de muchas pruebas, no encontró a ninguna actriz para encarnar a la protagonista de su adaptación de la famosa novela homónima de Leopold Sacher-Masoch, que dio pie a la expresión “masoquismo”.
Pero justo cuando ya está apagando las luces, irrumpe una aspirante al papel. En principio, el director no quiere saber nada: su solo aspecto le indica que esa mujer ordinaria y caótica jamás podría encarnar al sutil personaje que él tiene en mente. Pero en un inquietante juego de seducción, la actriz le demuestra que no sólo conoce la pieza (y la novela) en profundidad, sino que también es capaz de someter al director al grado de esclavitud al que aspira el protagonista de la pieza por parte de su Venus. Asombrosamente parecido –en esta película al menos– al propio Polanski, Amalric es casi su alter ego, que se entrega mansamente a los dictados de su musa inspiradora, Emmanuelle Seigner, esposa en la vida real del director desde hace más de dos décadas y a quien parece estar dedicada la película entera.
Por su parte, Jim Jarmusch cerró la competencia oficial con Only Lovers Left Alive (Sólo los amantes sobreviven), la película más romántica de su carrera, en la medida en que narra el amor que se vienen profesando a través de los siglos dos vampiros encarnados nada menos que por Tilda Swinton y Tom Hiddleston. Y no podría ser una pareja más cool: ella disfrutando en Tánger de charlas sobre literatura con otro viejo vampiro (John Hurt), que no es otro que el poeta Christopher Marlowe. Y él componiendo en Detroit un rock tan dark como lánguido. El encuentro entre ambos no provoca necesariamente derramamientos de sangre sino más bien una rara comunión estética, como si Jarmusch estuviera diciendo que aquello que en verdad nunca muere es el arte.
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