Martes, 9 de julio de 2013 | Hoy
CINE › ANDRéS HABEGGER Y DIANA RUTKUS CODIRIGIERON CIRQUERA
El largometraje recupera vivencias de la tradición circense a partir de encuentros en los que los propios protagonistas recuerdan cómo fue ese mundo. Rutkus es hija de una equilibrista y de un domador de leones.
Por Oscar Ranzani
En 1860, el tatarabuelo de Diana Rutkus fundó un circo. Desde entonces, todas las generaciones siguientes de la familia formaron parte del mundo circense. Y la historia de Rutkus está marcada por esa tradición porque su madre fue equilibrista y su padre, domador de leones. Ambos trabajaron en un circo y vivieron junto a sus hijos de manera nómada porque se trasladaban en una casa rodante por diversas geografías. Rutkus vivió así hasta los cinco años, cuando sus padres decidieron dejar de trabajar en el mundo de los malabares y los payasos para desarrollar otras profesiones. Si bien Rutkus no heredó la profesión, ya de adulta siempre se preguntaba por ese retazo temporal de su infancia, básicamente porque en las reuniones familiares y con amigos siempre afloraba el tema. Y le inquietaba redescubrir ese universo artístico. Buscando recuperar esa historia, empezó a recopilar material fotográfico, afiches de circo, objetos, cartas de antaño y con todo eso organizó una muestra gráfica y fotográfica. A partir de esa muestra, empezó a nacer la idea de hacer un documental. Rutkus es amiga del documentalista Andrés Habegger. Decidieron asociarse y realizaron Cirquera, largometraje que recupera la historia familiar de tradición circense a partir de varios encuentros donde los propios protagonistas recuerdan cómo fue ese mundo. El film, codirigido por Habegger y Rutkus –quien, a su vez, aparece en escena–, se estrenará este jueves.
Habegger entiende que Cirquera es una película “que habla de las formas de la memoria porque a las familias circenses ese paso por el circo los marcó muy fuerte”. Al cineasta le entusiasmó la idea de codirigir el documental porque le hizo recordar parte de su infancia como espectador en los primeros años de la década del ’70: “Ese espectáculo donde venía todo lo exótico y todo lo raro”, señala Habegger. “Y con Diana se conjugó una idea muy interesante porque ella venía de familia de circo y yo venía con todo el prejuicio de los que no somos del circo, y lo que me pareció más rico fue no hacer un documental sobre la historia del circo sino justamente contar una historia familiar con fondo de circo”, explica el director de Imagen final.
–La película no está planteada con el modelo “cabeza parlante” sino que está estructurada sobre la base del encuentro entre Diana y su familia, redescubriendo juntos su historia circense. ¿Por qué pensaron el esquema de esta manera?
–La memoria es algo muy volátil y se resignifica y se recrea permanentemente. Y me parecía que era muy interesante lo que se podía producir en esos encuentros de una generación, como la de Diana, que no vivió activamente, y los padres que vivieron intensamente ese momento. Sin embargo, está absolutamente presente en su día a día. Me resultó un recurso sumamente interesante que la palabra no fuera solamente la evocación de algo que sucedió porque en esos encuentros lo que se producía era volver atrás pero para hacerlo presente; es decir, que lo que sucediera fuera en ese instante.
–Justamente la búsqueda de esa historia no sólo la emociona a ella sino también a los demás integrantes de la familia. ¿Es una película con tono intimista?
–Sí. Es una película profundamente intimista con algo lúdico y melancólico. Y ellos, con la vuelta de Diana y un equipo atrás, sentían como una especie de reconocimiento a esa historia que había quedado disuelta. Es muy interesante que, en el circo tradicional, los cirqueros –como los padres de Diana– se consideraban más trabajadores que artistas.
–¿Por qué?
–Porque el circo tenía que ver no sólo con el glamour del artista que hace un espectáculo y está jerárquicamente en un nivel, sino con la idea de oficio. Era como ser carpintero. Entonces, los hijos que nacían en familia de circo seguían la carrera y era muy difícil romper ese mandato y salirse de eso. Y se consideraban trabajadores porque los que organizaban el circo hacían todo: armaban y desarmaban la carpa, en el intermedio te sacaban la fotito o te vendían las golosinas. Eran básicamente trabajadores. Hacían arte con su trabajo. En la concepción actual, el artista va al escenario, hace su espectáculo y ya está. No, ellos terminaban el show y había que volver a guardar las cosas, envolver la carpa. Eran responsables de toda la estructura que no estaba diversificada ni escalonada. Hoy, ese concepto no existe como tal.
–Y, a medida que iban realizando el documental, ¿ella fue enterándose de aspectos desconocidos de su infancia?
–La cámara permite que afloren cosas que, por ahí, en otras circunstancias no aflorarían. Eso es fascinante. Por más que Diana tiene un diálogo constante con sus padres, muchas veces la cámara funciona como un estimulador o como una excusa para poner en escena cosas que, en otro momento, uno las resguarda, porque pueden ser situaciones que hieren o son muy sensibles. Ella fue descubriendo pequeños aspectos y detalles que no los tenía presentes y que afloraron en los momentos del rodaje.
–¿Diana nunca sintió que tenía que seguir el camino circense de sus ancestros? La pregunta tiene que ver con que tal vez lo puede vivir como una deuda interna y por eso busca, a través de esta investigación, saldarla de algún modo.
–Es algo que hablamos. Es muy posible que si los padres hubieran seguido en el circo, Diana habría continuado en esa línea y, de hecho, podría haber realizado algún oficio circense. El abandono del circo generó que cada uno buscara su camino. Pero creo que es cierto lo que usted dice y que la película, de alguna manera, es un reconocimiento a la labor de los padres y a esa profesión perdida. Y por otro lado, tiene que ver con ser parte un ratito de algo que quizá hubiera sido y que las circunstancias la llevaron a no ser.
–¿A través de la historia de esta familia buscaron también mostrar el espíritu de la tradición circense?
–Sí. Me interesaba mucho esta idea de trabajo y arte entremezclada y esta idea de fenómeno popular que hoy se recicló de otra forma porque lo circense está muy presente en el teatro, por ejemplo. Hay un revival de lo circense, no en el circo. Pero es interesante también porque hay un paralelismo entre el circo y el cine. Lo digo en el sentido de que eran los clásicos fenómenos masivos. Las carpas de los ’60 y ’70 eran grandes, con una cantidad de butacas enorme, como los cines. Cuando llegaba una película a una provincia era todo un espectáculo y cuando llegaba el circo era el fenómeno para todos, con animales que nunca habían visto. Y después, esos fenómenos populares y masivos empezaron a decaer como tales en los ’70; tanto el cine como el circo. Porque el cine también tiene mucho de oficio. En los años ’50, uno empezaba como meritorio y tenía que hacer toda una carrera de ayudante, asistente y, después de veinte años, por ahí dirigía una película. En el circo pasaba algo similar. Y hay una idea de rescatar esos fenómenos populares y masivos vinculados al arte y al trabajo: a poner el cuerpo. Y es algo que hoy existe de otra manera.
–¿Cómo nota la importante cantidad de películas de temática familiar que se hicieron en el último tiempo?
–Es curioso porque hay películas con historias muy diversas. Y es interesante porque más allá de las temáticas que envuelven a las familias (políticas, sociales) yo percibo que hay una mirada muy interior para develar en muchos casos historias de engaños, mentiras, traiciones, olvidos, cosas que quedaron ocultas. Quizá es una manera de mirar hacia dentro para después entender el afuera. En los ’70 eran impensables películas de cualquier temática que pretendieran contar un fragmentito del mundo y no “el” mundo. Esta es una mirada honesta donde lo que tiene que hacer uno es “desnudarse” a sí mismo para poder “desnudar” al resto. Pero el discurso termina siendo mucho más honesto cuando no roza lo vanidoso. Hay que encontrar ese equilibrio complejo entre subrayar el ego y desnudar los conflictos internos. Pero, a su vez, son todas películas que combinan los conflictos familiares con el contexto donde estuvieron inmersos. Y, en última instancia, eso es nuestra historia.
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