Lunes, 5 de agosto de 2013 | Hoy
CINE › GUSTAVO VEIGA, CARLOS EDUARDO MARTíNEZ Y JULIO SANTAMARíA
Los realizadores de la miniserie Deporte, desaparecidos y dictadura, surgida del Plan Federal de Fomento a la Producción de Contenidos para la TV Digital, explican la singularidad del proyecto, que incluye casos y testimonios muy particulares.
Por Oscar Ranzani
La dictadura cívico-militar iniciada el 24 de marzo de 1976 no discriminó en los tipos de actividades que realizaban los militantes a los que iban a secuestrar los grupos de tareas: así como hay profesionales desaparecidos de diversas disciplinas, por ejemplo, periodistas, médicos, abogados y psicólogos, entre muchos otros, también hay deportistas desaparecidos. El periodista de Página/12 Gustavo Veiga reunió varias de esas historias en el libro Deporte, desaparecidos y dictadura, publicado en 2006 y reeditado en 2010. En 2011, cuando se lanzó el Plan Federal de Fomento a la Producción de Contenidos para la TV Digital para productores con antecedentes, Veiga y los realizadores Carlos Eduardo Martínez y Julio Santamaría decidieron presentarse para proponer una serie que reflejara algunas de las historias de los deportistas desaparecidos que reunía el libro. Ganaron el concurso y le dieron forma al proyecto. El resultado es Deporte, desaparecidos y dictadura, miniserie de ocho capítulos, dos de los cuales se estrenarán hoy a las 19 en el Centro Cultural de Cooperación (Corrientes 1543), mientras que el resto podrá verse el lunes 12 de este mes y el martes 20 en el mismo horario y lugar (tres capítulos de 26 minutos cada uno por día).
“Para mí, después de que concretamos el proyecto, que lo presentamos y ganamos, fue un gusto hacer esta realización porque, de alguna manera, termina de cerrar ese círculo de historias que estaban en el libro y ahora en esta miniserie del 2012. Así que creo que, fundamentalmente, lo que me interesaba era reflejar la historia de los deportistas desaparecidos que no desaparecieron por ser deportistas, sino por ser militantes durante la dictadura”, comenta Veiga, que es el guionista y encargado de la investigación, mientras que Martínez –también productor general– y Santamaría son los directores.
No todas las historias del libro son las que pueden verse en la miniserie. Se eligieron ocho. “Algo importante es que siete de ellas son individuales, es decir, sobre un solo deportista, pero hay un capítulo sobre La Plata Rugby Club, donde desapareció un grupo de jugadores, que es el capítulo diferente, porque hay testimonios sobre la historia de varios jugadores de rugby, a diferencia de los otros, donde cada capítulo aborda una historia”, aclara Veiga. Filmada en Chilecito, Los Sarmientos, Santa Fe, Santo Tomé, Paraná, el Gran Buenos Aires, Capital Federal, La Plata, Mones Cazón, Roque Pérez y Mercedes, la miniserie tiene un carácter federal, pero bajo la siguiente idea: “Que las historias estuvieran ubicadas en diferentes lugares sirve para mostrar que el brazo de los ejecutores se movió en todo el país y afuera con el Plan Cóndor”, explica Santamaría.
Una de las historias abordadas es la de los deportistas de La Plata Rugby Club, del que desaparecieron nada menos que diecinueve jugadores de su plantel profesional. Deporte, desaparecidos y dictadura también presenta el caso del tenista Daniel Schapira, estudiante de Derecho en la UBA y jugador con un futuro promisorio, hasta que lo secuestraron el 7 de abril de 1977, en la esquina de San Juan y Boedo, y desde entonces permanece desaparecido. Otro de los capítulos se detiene en la jugadora de hockey Adriana Acosta, que fue la primera deportista desaparecida de la que se conocen datos. Adriana jugaba en el club Lomas y había llegado a integrar la Selección Juvenil. Tenía 22 años cuando un grupo de tareas la secuestró el 27 de mayo de 1978, durante la realización del Mundial, en una pizzería de Villa Devoto. También hay un capítulo dedicado al atleta Miguel Sánchez. Militante en la Unidad Básica de la Juventud Peronista en Villa España, Miguel tenía 25 años cuando lo secuestraron el 8 de enero de 1978, en Berazategui. Completan la miniserie las historias de los futbolistas Gustavo “Papilo” Olmedo y Antonio Piovoso, la basquetbolista Alicia Alfonsín y el jugador de ajedrez Gustavo Bruzzone.
El primer paso para elegir las ocho historias lo dio Veiga. “Luego, nosotros fuimos discutiendo un poco aquellas historias que tenían más posibilidades de que consiguiéramos materiales tanto de archivo como la posibilidad de contactar familiares, y gente que los haya conocido”, explica Santamaría. Como los guiones tienen tres vías (una es la vía afectiva familiar, otra es la de los amigos del deporte y la tercera es la de la militancia y los compañeros militantes), también las seleccionaron “en función de equilibrar estos temas”, agrega el correalizador. Martínez, en tanto, subraya que otro aspecto que tuvieron en cuenta “fue el de elegirlos en base a los diferentes deportes: que estuviese repartido entre distintos deportistas y también entre mujeres y hombres”.
En total, Deporte, desaparecidos y dictadura tiene sesenta entrevistas, documentos originales que conservan las familias, imágenes en Súper 8 donde se observa a los deportistas desaparecidos y una investigación meticulosa en archivos fílmicos y hemerotecas. “Trabajamos con María Flores, que se dedica al archivo histórico. Y después fuimos construyendo en base a los relatos, las entrevistas y a los lugares”, expresa Martínez sobre la estructura. Suma Veiga: “En alguna medida, todos contribuimos a juntar fotografías. Los familiares colaboraron mucho en ese sentido. La mamá de Hernán, uno de los jugadores de rugby de La Plata, nos ayudó mucho con las imágenes en Súper 8 de su hijo jugando al rugby y de encuentros familiares. También rescato como valor periodístico y documental de la miniserie las imágenes de la última carrera que corrió Miguel Sánchez en Brasil, la San Silvestre, en diciembre de 1977. Y una semana después desapareció”.
Santamaría recuerda que uno de los casos que más lo conmovió fue el del futbolista Gustavo “Papilo” Olmedo, que nació en Chilecito, y su familia tiene una pequeña bodega. “Hicimos las entrevistas en la casa familiar. Y hay toda una historia ahí. Es muy conmovedor el reportaje al hermano. Y también los de los compañeros que jugaban con él al fútbol. El fue a estudiar a Córdoba y allí lo secuestraron. Fue la familia a verlo y no lo encontró. Cuando estaban volviendo a La Rioja se enteraron de que habían volado el departamento que él alquilaba con otra gente. Lo mataron el 26 de marzo de 1976, dos días después del golpe. Años después, los antropólogos forenses encontraron su cuerpo y se hizo el retorno al cementerio de Chilecito. Eso está en la película y es muy emocionante verlo”, comenta Santamaría.
Otro de los capítulos con gran dosis de emotividad es el de Alicia Alfonsín de Cabandié, la mamá de Juan Cabandié, que fue jugadora de básquetbol en el Club Colegiales, y que formó pareja con Damián Cabandié. “Desaparecieron los dos siendo muy jóvenes. Y es un capítulo que evoca también al sentimiento no sólo por los familiares de desaparecidos sino también por el significado sentimental que tiene un club en la vida de una familia. Creo que es el capítulo donde eso queda mejor expresado: el club Colegiales como un todo que aglutinaba a la militancia, y el conocimiento de las parejas que se formaron allí. También hay una rescate de la actividad social de un club y de cómo se manifiestan estas conductas solidarias”, afirma Veiga.
Veiga también señala que la miniserie tiene un valor muy fuerte en los testimonios y que “sin el testimonio de los familiares, amigos y compañeros de militancia y de deporte, no hubiera sido posible hacerla”. Y a la vez afirma que “tiene el valor del rescate de esas historias que excedían el límite de una cancha de fútbol, de hockey o de una carrera de atletismo, porque ellos eran seres de una sola pieza: militantes, deportistas, personas que estaban comprometidas con su época, años ’70 estamos hablando. Se reflejaron las historias de vida como un todo”. Siguiendo esa línea, Martínez entiende que “en este trabajo de recuperación de la memoria, por la verdad y la justicia hay una manera de abordaje diferente de esta temática. Gustavo había escrito el libro con estas historias y me parece que fue atractivo para otra gente: deportistas que desaparecieron: ¿Cómo es esto? Es como entrarle a la gente por otro lado”, considera. Lógicamente, aquello que une a todas las historias es el compromiso con sus ideales de estos deportistas desaparecidos. “Más que nada la idea es que no se pierda el sostén de la memoria y tener un recuerdo constante de estos compañeros. Siempre comentamos que es muy común decir: ‘Dieron la vida’. En realidad, no la dieron, se la quitaron. No es para nada lo mismo. Creo que esto es importante y buscamos mantener la memoria de estos compañeros que fueron ejecutados de la peor forma”, subraya Santamaría.
Veiga considera que si bien la miniserie habla de hechos del pasado que tienen consecuencias en el presente, “también habla del futuro, porque los deportistas desaparecidos dejaron una semilla”. Y eso se refleja en algunas historias. “Por ejemplo, hoy hay una cancha de hockey que se llama Adriana Acosta, en homenaje a la deportista desaparecida. Pero más importante es que hay una ONG, Un puente posible, que trabaja en zonas carenciadas de Lomas de Zamora con chicas muy humildes a quienes les enseñan a jugar al hockey. O el caso de Miguel Sánchez, que lo continúan en su ideario y en la militancia y compromiso que tuvo con los alumnos de la Escuela Che Guevara de Berazategui, cuyos testimonios también refleja la miniserie. O sea, tenemos pasado, presente y futuro reflejado en estos proyectos de vida que, de alguna manera, toman esas ideas de los militantes de los ’70 y las llevan a cabo con trabajo social, enseñanza deportiva y un montón de cosas más.”
Si se compara el contexto político en el que se publicó el libro con el actual en el que se estrena la miniserie, Veiga sostiene que “se ha avanzado y cambió muchísimo” en relación con el tema de la reparación de la memoria histórica. Y lo argumenta así: “Si bien fue el mismo el gobierno que impulsó las causas por violaciones a los derechos humanos que el que terminó con el juzgamiento y condena de casi 400 represores, hay aún más, sin contar los que se murieron. Desde 2006 a esta parte se avanzó muchísimo y cambió el contexto. Si bien ya estaban echadas las bases de una política de 2003 para acá –y aun cuando resta mucho por hacer porque todavía no está la cantidad de niños restituidos que las Abuelas de Plaza de Mayo pretenden y que todos pretendemos que haya, y todavía hay represores que se fugan tal vez por connivencia de otros simpatizantes de la dictadura–, creo que se ha avanzado muchísimo. En ese sentido, el contexto de la publicación del libro hasta hoy –en que pasaron siete años– se modificó”, asegura el periodista.
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