Miércoles, 28 de agosto de 2013 | Hoy
CINE › MAñANA COMIENZA LA PRIMERA SEMANA DEL CINE PORTUGUéS EN EL MALBA
La muestra incluye títulos de los realizadores más importantes del país, como Manoel de Oliveira y Pedro Costa, además de los films más recientes de directores de las nuevas generaciones, como Miguel Gomes, Pedro Pinho y Gonçalo Tocha, entre otros.
Por Diego Brodersen
La Ciudad de Buenos ya tiene su festival de cine alemán, sus preestrenos de cine francés, su semana de cine escandinavo, entre otros ciclos especiales que permiten al espectador porteño acercarse a lo mejor –y, en algunos casos, simplemente lo más actual– de ciertas cinematografías europeas. Eventos apoyados, en ocasiones, por las distribuidoras locales de algunos de esos films, que de alguna forma tantean el terrero para un futuro estreno comercial y, casi sin excepciones, por las correspondientes embajadas en la Argentina. Ahora viene a sumarse una Primera Semana de Cine Portugués y –a diferencia de los ciclos ya mencionados– su programa está conformado por trece largometrajes que, con apenas dos excepciones, no han sido y posiblemente nunca serán estrenados en el circuito comercial (aunque varios se han visto en el Bafici o el Festival de Mar del Plata). De esa forma, este compacto pero representativo muestrario de lo más reciente del cine producido en Portugal, que podrá apreciarse en el Malba desde mañana y hasta el 1° de septiembre inclusive, será una ocasión inmejorable para ponerse al día con una de las cinematografías más estimulantes del cine contemporáneo. Desafortunadamente, cada título tendrá una sola exhibición, consecuencia de la apretada agenda de Malba.cine, según confirma a Página/12 María Joao Machado, una de las programadoras del evento.
Hasta hace un tiempo, poco y nada se sabía en estas costas del cine portugués, si se dejan de lado los nombres de Joao César Monteiro, conocido en la Argentina gracias al Festival de Mar del Plata y la Sala Leopoldo Lugones, y Manoel de Oliveira, el legendario realizador de 105 años todavía en actividad, y que comenzará en breve el rodaje de su nuevo film, A Igreja do Diabo, en Río de Janeiro. Pero lentamente, con Pedro Costa como buque insignia, nuevos realizadores comenzaron a abrirse camino en el maremágnum de festivales internacionales, muchos de ellos jóvenes talentos con novedosos abordajes, tanto formales como temáticos: Manuel Mozos, Joao Pedro Rodrigues, Miguel Gomes, Joao Nicolau, por nombrar sólo algunos de los directores con dos o más largometrajes en su morral. Que este auténtico nuevo cine portugués, esta renovación generacional y estética, se dé en el contexto de una crisis económica de gran alcance, con múltiples recortes al subsidio de las producciones audiovisuales, resulta no solamente notable en más de un sentido, sino que es sintomático de un deseo expresivo que se siente preparado para navegar las furiosas aguas de la economía actual.
De los más recientes e interesantes largometrajes a exhibirse en la Semana de Cine Portugués, La batalla de Tabatô, de Joao Viana –ganador de una mención a la mejor opera prima en el último Festival de Berlín–, se destaca como una sensible aproximación a un mundo pocas veces abordado por el cine portugués. El film, rodado con un reparto de actores no profesionales, describe el encuentro entre una joven y su padre, largamente ausente de una de las ex colonias de Portugal, Guinea-Bissau, país que logró su independencia en 1973 luego de una cruenta guerra civil, finalmente reconocido como estado soberano luego de la Revolución de los Claveles. Sin atisbos de drama realista, la narración de Viana logra solapar varios niveles que incluyen lo íntimo, lo político, lo mítico y lo etnográfico y el resultado, con ecos lejanos del primer Glauber Rocha, es un particular viaje a una cultura milenaria a partir de su presente y su pasado más cercano. Se afirma en La batalla de Tabatô que los orígenes del jazz y del reggae pueden rastrearse en ese pueblo de Guinea-Bissau, algo que podría llegar a confirmarse durante los últimos minutos de proyección, cuando el relato se abandona a los placeres curativos de la música.
En un tono radicalmente distinto, Un fin del mundo –segundo largometraje de Pedro Pinho, también presentado en la última Berlinale– se acerca a un grupo de adolescentes a lo largo de un día, durante sus vacaciones estivales. Fresca y con muy buenas actuaciones de un reparto de chicos y chicas de un barrio popular de Lisboa, la película intenta describir (y descubrir) el ritmo interno de una generación, a partir de conversaciones banales, entredichos y silencios. Uno de los más recientes ejemplares de ese nuevo género de films sobre adolescentes producidos a lo largo y a lo ancho del mundo, absolutamente alejados de los clichés de la teen movie tradicional.
Torres y cometas tiene un punto de partida común y silvestre. Las autoridades de la ciudad de Guimaraes, considerada la cuna de Portugal y elegida como “Capital Europea de la Cultura” en el año 2012, le encargaron a Gonçalo Tocha la realización de un documental sobre las celebraciones, seguramente con la esperanza de encontrarse con uno de esos típicos productos oficiales y autocelebratorios. El resultado, sin embargo, no podría ser más disímil: Tocha utiliza, por ejemplo, el montaje alterno para mostrar los discursos de rigor y la ejecución del himno nacional, todo ello con la presencia del presidente de Portugal, mientras fuera del predio se desarrolla una protesta por las duras medidas para paliar la crisis. En otros pasajes, el documentalista “dirige” a su sonidista, quien se ha topado con algunos problemas en el registro del audio, para embarcarse luego en una búsqueda de ciertas realidades por detrás de la leyenda y el folklore, que parecen empapar el lugar desde tiempos inmemoriales.
Otros seis largometrajes completan el panorama de films portugueses más recientes, junto con la exhibición de tres cortometrajes de Joao Salaviza, pequeña trilogía centrada en el encierro penitenciario (ver entrevista). Finalmente, englobados bajo el título “Clásicos contemporáneos”, la Primera Semana de Cine Portugués ofrecerá además la oportunidad de (volver a) ver Aquel querido mes de agosto (2008), de Miguel Gomes –el director de la recientemente estrenada Tabú-, el notable melodrama Sangre de mi sangre (2011) de Joao Canijo o el documental Ne change rien (2009), que el realizador Pedro Costa le dedicó a la actriz y cantante Jeanne Balibar. Asimismo, este último largometraje continuará en cartel durante todo el mes de septiembre en el Malba, en una movida interesante del equipo organizador de la Semana que funcionará, de esa manera, como distribuidor local, noticia más que bienvenida en épocas de carteleras flacas.
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