Sábado, 9 de noviembre de 2013 | Hoy
CINE › UNA PELICULA GRIEGA QUE SE DESTACA EN LOS DIAS CALIENTES DEL FESTIVAL DE TESALONICA
Con las emisoras públicas cerradas desde junio, El eterno retorno de Antonis Paraskevas abre dudas sobre la TV privada.
Por Luciano Monteagudo
Desde Tesalónica
La situación sigue difícil en Grecia, que ya lleva casi seis años de recesión y por lo menos dos durante los cuales la banca europea amenaza al país con la quiebra si no hace los deberes que le manda. Y a nadie le gusta hacer la tarea, y menos por la fuerza. El miércoles hubo una nueva huelga general, en rechazo a los recortes presupuestarios, que afectó particularmente al transporte y a las oficinas públicas. Y en la madrugada del jueves la policía antimotines de Atenas aprovechó –como los ladrones– las sombras de la noche, entró por la fuerza al edificio de la radio y TV pública ERT y desalojó a los trabajadores que todavía se resistían a abandonar el lugar, a pesar de que en junio pasado el gobierno decidió –sin previo aviso– cerrar la emisora y despedir a casi tres mil trabajadores en todo el país, algunos de los cuales siguen transmitiendo sus programas de manera artesanal, con programas online.
La TV privada griega, en todo caso, no parece estar mucho mejor. Esa al menos es la conclusión que deja El eterno retorno de Antonis Paraskevas, una de las dos películas locales en competencia en la edición 54 del Thessaloniki International Film Festival que culmina mañana. Y que –se rumorea en los pasillos del complejo Olympion, sede central del festival, sobre la plaza Aristóteles– tiene chances de llevarse algún premio del excelente jurado que preside el estadounidense Alexander Payne y que integran, entre otros, Edouard Waintrop, responsable de la Quincena de los Realizadores de Cannes, y Scott Foundas, el crítico principal de Variety y a quien el Festival de Mar del Plata le dedica la edición de un libro que reúne algunas de sus mejores notas. “Todavía no tengo un libro editado en inglés y ya tengo el honor de tener el primero en castellano”, confesaba sorprendido Foundas a Página/12, antes de viajar de Grecia a la Argentina.
Volviendo a la tv: ¿quién es Antonis Paraskevas? La promisoria ópera prima de Eline Psykou (Atenas, 1977), egresada de la escuela de cine de su ciudad natal, imagina a un pequeño héroe tragicómico, un veterano y famoso animador de esos que vienen acompañando a la familia griega durante décadas, que de pronto desaparece de la pantalla, sin noticia previa. La cadena privada para la que trabaja exacerba a su audiencia y comienza a sugerir la idea de un secuestro. Pero tal como lo informa la película en un comienzo, es el dueño de la emisora quien esconde a Paraskevas en el baúl de su auto y luego lo aloja en un lujoso complejo hotelero abandonado, lejos de miradas indiscretas. Se trata, a todas luces, de un autosecuestro, con el cual tanto Paraskevas como el director que llora ante las cámaras su desaparición piensan cobrar un millonario rescate para paliar sus deudas. ¿Quién no tiene deudas hoy en Grecia, empezando por el país?
Sucede que el plan no es tan sencillo como parecía. Y Paraskevas comienza a pasar más tiempo del que suponía encerrado en su jaula de oro, solo, ubicado en el perfecto contracampo de lo que había sido su vida hasta entonces: convertido en un pasivo espectador de lo que ofrece la pantalla de su emisora. Y lo que ve no necesariamente le gusta. Es verdad que todos elogian su persona y dicen extrañarlo, y piden, piadosos, por su liberación. Pero el canal lo reemplaza inmediatamente por un joven y ambicioso animador, tan frívolo y descerebrado que, en comparación, hace parecer al sobrio Paraskevas, representante de la vieja guardia de la TV, a un filósofo griego.
Peor aún, el dueño de la emisora desaparece también pero con el dinero del rescate: Paraskevas queda abandonado a su suerte, mientras la locura comienza a apoderarse de él. Vuelve a ver obsesivamente sus viejos highlights –publicados en un dvd de regalo por una revista de chimentos– como aquel en el que anunciaba, con voz triunfante, el ingreso de Grecia a la Zona Euro (una escena que provocó risas amargas en la platea del festival). Y no tolera que su amado público lo vaya olvidando tan rápida, tan fácilmente, al punto que deberá apelar a recursos extremos –como cortarse un dedo y dejarlo junto a una nota chorreada de sangre– para revivir en los medios la historia de su secuestro y poder volver a ver su foto en los periódicos, cada vez más relegada a las páginas interiores.
Tal como señaló la directora, lo que va perdiendo Paraskevas es su identidad, un poco como el país todo. “Es lo que otros piensan que es: un día es una estrella, el máximo ídolo, el hombre del año, y al siguiente cae en bancarrota, es irrelevante y está al borde de un ataque de nervios”, dice Psykou. “Un poco lo mismo pasa con Grecia: un día somos la cuna de la democracia y el lugar de nacimiento de la filosofía y al siguiente un pozo de corrupción, de basura y vagancia. Mi país todavía no decidió qué quiere ser. Y, peor aún, está pendiente de la mirada de los otros.”
¿Quién te ha visto y quién te ve? es la pregunta de fondo de El eterno..., que en su planteo formal tiene reminiscencias del primer Michael Haneke, por la precisión de sus planos y el laconismo con el cual es capaz de expresar situaciones más complejas que las que se enuncian. La diferencia, en todo caso, está en que mientras para el austríaco todo es de una gravedad extrema, el espíritu mediterráneo de Psykou no puede prescindir de una dosis de humor que tiñe al film con un tono tan absurdo como desencantado.
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