CINE › EL ESTADOUNIDENSE JOHN LANDIS, ENTRE MAR DEL PLATA Y BUENOS AIRES
El director fue objeto de una retrospectiva en el festival marplatense y mañana dará una charla en la Enerc. El hombre que creó el video de Thriller y que dirigió populares comedias para adolescentes muestra todo su desprecio hacia la industria hollywoodense.
› Por Ezequiel Boetti
esde Mar del Plata
Pudo haber sido el extenso vuelo desde Estados Unidos y su posterior encadenamiento con el viaje por tierra hasta Mar del Plata. Pudo haber sido también el azar metiendo la cola y haciendo coincidir el encuentro con Página/12 con un mal día del orador. O, por qué no, su dolor de ya no ser el que alguna vez fue. Lo cierto es que John Landis es la contracara perfecta de gran parte de su extensa obra. Así, el hombre que cambió para siempre la historia de los videoclips dirigiendo Thriller y que creó algunas de las comedias para adolescentes más explosivas, sorprendentes, populares, hilarantes, frescas y por sobre todas las cosas políticamente incorrectas –ver The Kentucky fried movie y Animal house, dos gemas salvajes aun para los parámetros actuales–, contesta con cinismo y una buena dosis de rencor hacia la industria audiovisual hollywoodense. La misma industria que lo marginó hace casi dos décadas –su última película estrenada en la Argentina fue Un detective suelto en Hollywood 3, en 1994– a la dirección de documentales, ficciones televisivas y películas menores.
Antes de su ocaso, Landis era uno de esos nombres que difícilmente resonaran en los tímpanos de cualquier espectador promedio, más allá de que seguramente éste se cruzara con sus films en pleno zapping. Basta recordar que él fue la cabeza creativa detrás de Tres amigos, Un príncipe en Nueva York y De mendigo a millonario, entre tantos otros clásicos sabatinos de la TV de aire de los ’90. Dicho esto, la noticia no debería ser la paradójica situación de que uno de los máximos referentes de la comedia tenga cualquier cosa menos humor, sino que está en la Argentina con una agenda de actividades que incluyó la presentación de varios de sus films en una jugosa retrospectiva en el Festival de Mar del Plata y una charla abierta y gratuita a realizarse mañana a las 18.30 en el auditorio de la Enerc (Moreno 1199). Vale aclarar, además, que no está solo, ya que viajó con su mujer, la vestuarista y diseñadora de arte Deborah Nadoolman Landis, quien dialogará con el público el próximo miércoles a las 18 en la misma sede.
–En el catálogo usted dice que su intención con El hombre lobo americano en Londres era ser “aterrador y divertido”. ¿Cómo trabajó el balance entre esas características?
–Yo sigo pensando que no es una comedia. Quería ser gracioso, pero también más realista. La premisa básica de una película de terror es lo sobrenatural, y eso es algo esencialmente ridículo: una bruja, un monstruo, un fantasma. Acá se plantea una situación imposible para el personaje, como es aceptar que es un hombre lobo. Y esto es justamente lo que lo hace cómico: tomar como natural algo que para el protagonista no lo es.
–Más allá de esa película, casi toda su filmografía está compuesta por comedias. ¿Qué le interesa de ese género?
–Mayormente que me daban plata para hacer eso. Además, las comedias hacen felices a los espectadores porque el resto es parte de un mundo bastante triste y gris.
–¿En qué medida cree que el quiebre del viejo sistema de estudios influyó en la libertad de sus primeras películas?
–En esa época los estudios daban mucha más libertad a los directores que la que dan ahora, cuando por razones económicas es todo mucho más difícil. Si bien la libertad todavía está en el cine independiente, las películas actuales de los grandes estudios son una apuesta económica muy fuerte. Además ya no hay un dueño sino que forman parte de grandes empresas multinacionales extranjeras. Ahora sus dueños son japoneses, europeos o lo que sea. De todas partes, menos de Estados Unidos. Hoy es un negocio muy diferente.
–¿Usted no pudo o no quiso adaptarse al nuevo sistema?
–Es que hoy no hay un sistema de estudios. Lo había, pero ya no. Cada película es una subdivisión de una empresa gigantesca que muchas veces no tiene nada que ver con el cine. Hoy no hay diferencia entre los estudios porque son sistemas corporativos que se replican entre sí. Universal hacía 35 o 40 películas al año y ahora hace muchísimas menos. No es una cuestión de adaptación de los cineastas porque los directores siempre pueden hacer películas, la parte complicada es conseguir los recursos para hacerlas. La ironía con las nuevas tecnologías es que hoy es mucho más fácil hacer una película que proyectarla.
–¿Cómo afecta esta realidad a la comedia?
–No creo que afecte a ese género en particular, sino a todos.
–En los últimos años incursionó en la televisión y el género documental. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Hubo algunas buenas y otras malas. Me gusta hacer documentales porque uno aprende mucho. Felizmente no fue un camino complicado porque el cine sigue siendo cine, más allá del género. Se trata de contar una historia a través de una sucesión de imágenes, y si uno sabe hacerlo estará bien, sea el tipo de película que sea.
–En una entrevista de Radar dijo que no filmaba porque no encontraba nada interesante. ¿Qué le interesaría filmar hoy?
–Hay un montón de cosas interesantes para filmar pero no me dan plata. Me gustaría hacer cualquier cosa de calidad. La mayoría de las cosas que se ven no son muy interesantes.
–En ese sentido, muchos de los grandes nombres actuales de la industria audiovisual están en el mercado televisivo. ¿Cree que en ese ámbito hay una libertad que ya no se encuentra en el cine?
–Parcialmente sí, porque el riesgo económico es muy distinto y tenés mucho tiempo para desarrollar una historia. Hay muchas cosas maravillas en la televisión, pero también muchas mierdas.
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