Vie 13.12.2013
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CINE › VANDO VILLAMIL HABLA DE SU COPROTAGONICO EN ESCLAVO DE DIOS

“Son dos seres humanos cara a cara”

Así define el actor de El amateur a la coproducción venezolano-argentina que se estrenó ayer y que bucea en el enfrentamiento entre el agente de la Mossad que compone Villamil y un terrorista árabe que participa del atentado a la AMIA.

› Por María Daniela Yaccar

“Elijo materiales que me permitan bucear en el alma humana”, se define Vando Villamil en su bella y sencilla casa de Palermo, que adquirió gracias a uno de sus éxitos teatrales, El amateur. Villamil compone uno de los personajes centrales de Esclavo de Dios, ópera prima del venezolano Joel Novoa Schneider, que se estrenó ayer en Buenos Aires. La película está ambientada en los noventa en la Argentina y muestra el atentado a la AMIA, para confrontar a dos personajes opuestos ideológicamente, pero parecidos al fin: un islámico (Mohammed Alkhaldi) destinado a ser hombre bomba y David Golberg (Villamil), un agente judío que se encarga de acabar con células terroristas luego del atentado a la Embajada de Israel.

Dios es el que guía los destinos de ambos hombres. Y en eso los dos se parecen. Se percibe en el film una preocupación por el equilibrio entre ambas partes. Villamil subraya que la película cuestiona al fundamentalismo religioso. Y que, a nivel más general, critica a todo tipo de fundamentalismo. En Venezuela, país de origen de Esclavo de Dios (es una coproducción de Argentina, Venezuela y Uruguay), esto no se entendió: la película, con guión de Fernando Butazzoni, estuvo en riesgo de quedar fuera de la cartelera, porque fue leída como prosionista y antiárabe. “Está bien, igual, que pase eso con una película: significa que mueve algo, que está viva”, sostiene Villamil ante Página/12.

–¿Cómo llegó a participar de la película?

–La historia transcurre en Buenos Aires, Caracas, Beirut e Israel. La producción de Caracas vino a Buenos Aires a buscar actores y tuve una entrevista con el director.

–Un director muy joven, por cierto.

–En ese momento él tenía llamativos veintitrés años. Digo llamativos porque es muy inteligente, creativo y serio para trabajar. A los veintitrés ya era abogado y director a cargo de una película de esta calidad. Es un caso atípico: es hijo de productores y cineastas muy conocidos en Venezuela, de los más importantes, con películas de millones de espectadores. El estaba por muy poco tiempo en Buenos Aires. Nos caímos bien y lo llevé al aeropuerto. La reunión fue prácticamente en el auto, mientras lo llevaba.

–¿El tema le interesaba particularmente, el hecho de que en el film apareciera el atentado a la AMIA?

–Sí. También me interesaba el género. Porque es una película de género. Es un thriller con contenido. En la película sucede el atentado, lo que la pone muy cerca nuestro, porque es algo que nos toca a todos. Pero la película no trata de eso, no hace una gran investigación sobre ese tema. Podría haber sido otro atentado en cualquier parte del mundo. La película habla básicamente del fundamentalismo religioso. Y del fundamentalismo en general, de los odios ancestrales. Propone, ante eso, una salida humana. Pone cara a cara a los dos contrincantes, los representantes del odio, desde un lugar humano más que político. Pone a dos seres humanos frente a frente, en espejo.

–Y sin embargo, el hecho de que sea un thriller no deja mucho espacio para explorar la veta psicológica de los personajes. Aunque se parece en cuanto al tema, ahí se diferencia de El paraíso ahora, de Hany Abu-Assad.

–Ambos hombres tuvieron experiencias de niños que los marcaron a fuego. Pero eso es casi simbólico. No hay una búsqueda de explicación psicológica. La película no llega a eso. Hay películas que son temas psicológicos, hay otros thrillers apoyados en la trama, este es el caso. Hay thrillers psicológicos y thrillers de trama.

–¿Cuál es su relación con la cultura judía?

–No soy de origen judío. El director sí, e hizo mucha investigación. Lo atractivo es que la película toca el tema de la AMIA con la licencia de la ficción. Siempre las ficciones germinan en un hecho real, que se vuelve ficción. Y este hecho es justo para ser elegido porque todavía no fue dilucidado por la Justicia. Es un hecho tremendo sobre el cual se barajaron un montón de hipótesis, pero no hay una postura final. Un caso tan abierto es válido desde cualquier visión. Y es un tironcito de orejas para la Justicia. Es una manera de avisar que hay una grieta.

–Es un tema arriesgado, ya que el contexto está signado por cuestionamientos de cómo el pueblo judío trata a los árabes. ¿Qué pasó en Venezuela?

–Venezuela es pro Palestina, y la película fue tildada de sionista, prosionista y antiárabe por ciertas facciones del gobierno. Llamaron al boicot de la película, y se le puso un cortometraje por la liberación de Palestina al comienzo, sin avisarle al público que se trataba de un corto. Hay una ley en Venezuela que dice que las películas tienen que llevar un cortometraje antes. La gente iba a ver Esclavo de Dios y pensaba que el corto era la película. No estaba en español, estaba en árabe y tenía escenas pro Palestina. La gente se retiraba de las salas. Hubo que hacer un trabajo sala por sala, decir: “Señores, pasa esto y esto” y explicar la situación. De todos modos, anduvo bien la peli en Venezuela. En un momento se pensó retirarla de las salas, pero no se pudo por contratos con las salas y con el instituto de cine de Venezuela. La película no está en contra ni a favor de ninguno de los dos, los trata por igual. Está en contra de los fundamentalistas, un terrorista es un terrorista en cualquier cultura. No hay generalidades, se emparientan entre ellos en el espejo que representan para cada uno.

–Y también es arriesgado que esté el tema AMIA, por todos los episodios que son noticia actualmente.

–Está bien que aparezca el atentado a la AMIA en una película internacional que se mueve por todos lados y que no pase inadvertido un hecho que no está resuelto. Es un llamado de atención. El tema está tratado con mucha prolijidad. No hay golpes bajos ni mucho menos. La película se pregunta más por lo que le pasa a un tipo al haber fallado en su lugar de trabajo.

En febrero, Villamil comenzará a ensayar una obra de Ariel Barchilón, Cartas de la ausente, con dirección de Mónica Viñao. El actor comparte cartel, por primera vez, con Daniel Fanego. Se estrenará en abril en el Teatro Cervantes. “Es una obra preciosa, tiene mucha poesía. Narra el encuentro de un ex presidiario con una persona a quien no conoce, que ha estado escribiendo causas de apoyo a los presos. Se enamoran y veinte años después se conocen. Fanego hace de mujer. Me entusiasma mucho el proyecto, es de esos que aparecen muy cada tanto”, desliza Villamil. “Es un proyecto infrecuente.”

–¿Por qué infrecuente?

–Porque cuesta encontrar obras que calen en la profundidad del alma humana. Se ven cosas muy superficiales. Siempre me gustan las cosas con contenido. Es lo que elijo para hacer. Hacer reír es algo precioso, la risa me parece un componente importantísimo de la vida. Pero elijo el teatro para hablar del alma humana, bucear en el ser. Sería muy interesante hacer reír, pero no es un cometido primario para mí.

–¿Cartas de la ausente es un drama o una comedia?

–Vamos a ver qué sale, qué código se elige. Es un material muy rico y tiene su drama y cosas que pueden llegar a ser muy humorísticas. No son, por ahí, para la carcajada, pero tiene toques o pinceladas humorísticas. Vamos a ver a qué se arriba.

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