CINE › BIGFOOT, UNA NUEVA PELíCULA SOBRE EL MONSTRUO
Se trata de la más reciente de las producciones cinematográficas que abordan el mito estadounidense. En este caso, en clave rockera, humorística y –claro– bizarra. Micho Rutare, guionista de Bigfoot, ilustra sobre el acercamiento rocker a la criatura.
› Por Javier Aguirre
Erase un festival de rock convencional, línea Woodstock, en los tupidos bosques norteamericanos. Con todo lo que se espera de un evento así: empresarios inescrupulosos, público feliz, chicas gritonas, rockstars con aires de rockstars... hasta que por detrás de las torres del escenario se asoma una bestia gigante: el mismísimo Piegrande –en una escala desaforada, más cerca de King Kong que de, por caso, el gran Luisito Scola– que interrumpe el show del músico Alice Cooper y, de una monstruosa patada tres dedos (a lo Rolfi Montenegro o a lo Marcelo Delgado), da por terminado el cameo del ajado rocker metalero, quien por vía aérea sale de cuadro para siempre. La escena pertenece a Bigfoot, la más reciente de las producciones cinematográficas que, en clave rockera, humorística y –por si hace falta precisarlo– bizarra, revisita el mito favorito del staff criptozoológico estadounidense. No importa, claro, que a diferencia del mito del yeti, que descansa en la “memoria fósil” del Gigantopithecus (un simio de tres metros de altura que habitó el Himalaya hace 100 mil años), en América del Norte no haya rastro alguno de humanoides gigantones, ni ahora ni nunca.
Llámenlo Piegrande, o con su nombre técnico, Sasquatch: ese homínido peludo de más de dos metros de altura, cabeza oval y cara de pavote que puebla la tradición oral y las fotos trucadas de las zonas boscosas del Estados Unidos profundo es escurridizo para todos... menos para el cine. El siglo XX vio pasar más de un centenar de películas sobre él, y en el milenio actual la tendencia piegrandista sigue en marcha. Mientras Bigfoot –de la escudería The Asylum, véase aparte– se apoya en el flanco gracioso del mito, el que cultivaron títulos como Piegrande y los Henderson (de 1987, con John Lithgow y un olor a espíritu adolescente de sitcom setentosa), la industria no descuida el potencial que el monstruo ofrece al cine de terror. Así, mientras ya circula por festivales Willow Creek (el recurso de “cinta hallada” al servicio de una pareja, una cámara, un bosque y ya sabemos quién más), también uno de los directores del Proyecto Blair Witch, Eduardo Sánchez, tiene lista Exists, su propia versión terrorífica sobre el Sasquatch. Página/12 dialogó con Micho Rutare, guionista de Bigfoot, sobre el acercamiento rocker a la criatura.
–Los rugidos, el pelo largo, el espíritu salvaje, inasible... ¿El Sasquatch es un hippie, una potencial estrella de rock?
–Bueno, fue un desafío hacer esta película, porque mezclar el sentido rocker con Piegrande abría una paleta de tonos muy grande y era muy fácil perderse. SyFy quería hacer una película de Piegrande con The Asylum, y cuando empezamos a escribir el guión, junto a Brian Brinkman, no lo podíamos creer. Estábamos helados de encontrarnos ideando una película sobre Piegrande, porque es una criatura que siempre ha sido objeto de fascinación para nosotros y para mucha gente. Es un gran mito norteamericano. En el comienzo, decidimos encarar el relato como una película de terror “normal”. Pero el elemento del festival de rock la sacaba de lugar, hacía que faltara algo. Necesitábamos personajes fuertes, que tocaran la sensibilidad rocker, así que estuvimos mucho tiempo yendo y viniendo sobre borradores hasta encontrar el tono justo. Y hasta encontrar a Alice Cooper.
–¿Cómo consiguieron el cameo de Alice Cooper? ¿Estaba en el guión original?
–No, él se involucró en una etapa posterior. Incluso, reescribimos algunas partes para acomodar el relato a su participación. Me hizo muy feliz que él aceptara el personaje, porque es una figura muy icónica.
–¿Usted juega al fútbol... es decir, al soccer? Porque la patada del Sasquatch a Alice Cooper es definitivamente futbolera. O “socceresca”...
–Es una observación astuta... Yo jugaba al fútbolsoccer cuando era niño, y suelo verlo por tevé de vez en cuando. La idea de la patada surgió como una búsqueda, para diversificar los posibles medios de ataques de Piegrande. Podés imaginarte: mientras escribía, había un millón de momentos en los que el guión decía “y Piegrande ataca...”. Para bien del lector, primero, y del público de la película, después, resulta crítico crear variedad en las formas de violencia de la criatura. Creo que hay algo muy primal y virulento en las trompadas, los zarpazos, las patadas. Y, finalmente, si algo debería distinguir a Piegrande... es el tamaño de sus pies.
–Para meterse en clima al escribir, ¿necesitaron hacer archivo, ver las supuestas fotos de avistamientos, mirar películas sobre el Sasquatch?
–La primera parte de la experiencia fue ver todo ese material de presuntos encuentros. Leímos un montón sobre Piegrande, y yo casi me convencí de su existencia. Hay un biólogo y antropólogo llamado Jeff Meldrum que influyó mucho sobre mí; él analiza a Piegrande desde un punto de vista anatómico: observando las evidencias de huellas de pies y explicando el funcionamiento biomecánico de la criatura, cómo evolucionó para ser bípedo en paralelo al Homo sapiens, pero con diferente adaptación a su hábitat. Y en cuanto a las películas... creo que las vi tooodas. Son muchas. Y muy malas, francamente. Para ser francos, creo que todavía nadie hizo una película realmente buena sobre Piegrande... tampoco nosotros...
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