El documental Cuba plástica, dirigido por Fernando Molnar, Sebastián Schindel y Nicolás Batlle, que se exhibe en el Palais de Glace (Posadas 1725), echa una mirada a los cambios políticos y sociales ocurridos en Cuba desde 1959 a través de un prisma muy particular. La Revolución, los héroes nacionales, el bloqueo, la caída de la URSS, la visita del Papa y la liberalización del dólar, entre otros temas, son abordados por prestigiosos artistas plásticos cubanos, quienes a través de sus obras expresan con belleza y hondura el acontecer histórico. Los tres realizadores dirigieron el premiado documental Rerum Novarum y con su productora, Magoya Films, creada en 1997, han participado en Matanza, Germán y Pescadores, entre otros documentales. Producida por Magoya Films, la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba) y el Associated College of the South (EE.UU.), Cuba plástica se exhibe en el Palais de Glace simultáneamente con la muestra fotográfica La infancia en Cuba, un privilegio, de la reportera gráfica vasca María Torrellas. Fernando Molner, uno de los directores, en una charla con Página/12, compartió sus impresiones sobre el film y remarcó la importancia del material fílmico inédito de Fidel Castro que aparece en la película.

–¿Cómo se gestó Cuba plástica?

–Estábamos en La Habana participando con Rerum Novarum en el Festival de Cine y nos enamoramos de Cuba y de su gente. En ese viaje conocimos a un artista plástico, Ernesto Villanueva, y a su obra, íntimamente relacionada con el contexto social. Queríamos filmar una película, y conocimos unos profesores universitarios de Estados Unidos que estaban buscando artistas plásticos para armar una muestra en las galerías de arte de las universidades. Fue una feliz coincidencia. Se sumaron al financiamiento de la película y a la organización de una gira. El público norteamericano vio Cuba plástica en las universidades y a la salida disfrutaba de las pinturas originales que acababa de ver en pantalla. La película se proyectó en trece universidades de Estados Unidos.

–¿Los artistas cubanos expresan a través de sus obras los diferentes momentos políticos que atraviesa Cuba?

–La película es temática y no de personajes. Un tema te lleva a otro: el triunfo de la Revolución, la caída de la Unión Soviética, que eran la madre y el padre que alimentaban a la isla y a partir de esa debacle, Cuba entra en un período especial, de escasez y de racionamiento. Los artistas plásticos expresan estas temáticas a través de sus obras con un poder de síntesis y de análisis increíble. En Cuba el arte es popular, colectivo, los artistas se conocen, son amigos y pintan murales juntos. Michel Mirabal es un personaje en sí mismo, aparece en la película yendo a su barrio de la infancia. Las manos son el sello de su pintura. Además es sacerdote afrocubano, competidor de lucha libre y, en su juventud, fue rapper. Roberto Diago confiesa a cámara que su sueño era ser profesor de pintura, pero con la comercialización del arte, vende sus obras al MOMA (Museo de Arte Moderno) de Nueva York. Vive en un barrio humilde, es un hombre grandote y duro que se transforma en un maestro sensible cuando les da clases de pintura a los niños de su barrio.

–En la película aparecen imágenes fílmicas de Fidel Castro desconocidas. ¿Cómo dieron con ellas?

–Roberto Chile es el camarógrafo personal de Fidel y tiene muchos amigos artistas plásticos. A través de ellos nos contactamos con Chile, quien nos brindó horas de material de archivo invalorable y algunos inéditos, como uno de Fidel que se refiere a la prostitución u otro que dice que el mundo bipolar no era del agrado de nadie, pero que el mundo unipolar nos agrada mucho menos.