CINE › JOSE PEDRO CHARLO, DIRECTOR DEL DOCUMENTAL EL ALMANAQUE
El cineasta uruguayo pone el foco en el ex preso político Jorge Tiscornia, que durante su detención en el Penal de Libertad se dedicó a tomar registro de lo que allí sucedía.
› Por Oscar Ranzani
La vida del cineasta uruguayo José Pedro Charlo está atravesada por la penosa experiencia de haber sido un preso político durante la dictadura del país vecino. Ocho años estuvo detenido Charlo en el Penal de Libertad. Y cuando retornó la democracia, comenzó a desarrollar su carrera cinematográfica, a lo largo de la cual el tema de la memoria histórica ocupa un lugar central. Y su más reciente documental, El almanaque –que se estrenará el próximo jueves y que formó parte de la programación del Doc Buenos Aires 2012–, enfoca sobre un hombre que estuvo recluido en la misma prisión que Charlo. Por aquellos años no se conocieron. Pero un recuerdo de aquella época oscura le sirvió al cineasta para ubicar a Jorge Tiscornia, el protagonista del documental.
La idea de El almanaque nació cuando Charlo leyó el libro Vivir en Libertad, escrito por Tiscornia y Walter Phillips-Tréby, donde se recupera una historia que Tiscornia vivió en carne propia en el Penal de Libertad, durante la época en que fue cárcel política. Tiscornia había sido militante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y pasó 4646 días –más de doce años– encarcelado. Durante su cautiverio se dedicó a tomar registros de lo que allí sucedía. Escrito en forma de almanaque y con un código de signos, el registro de Tiscornia incluía detalles que iban desde las modificaciones del reglamento interno, pasando por cambios en las rutinas y la muerte de algunos compañeros, hasta la mención de las películas que proyectaban en el Penal cada dos semanas. Pero Tiscornia escribía clandestinamente y, para no ser descubierto, guardaba los diminutos papeles en unos zuecos de presidiario ahuecados que sobrevivieron a su cautiverio.
En diálogo telefónico con Página/12, Charlo comenta que tenía expectativas de entrar nuevamente al Penal de Libertad, esta vez para filmar en donde había estado recluido. “Fue una sensación muy extraña encontrar ese enorme edificio vacío (porque lo estaban reformando) y, por otro lado, el presente con las habitaciones precarias que tenían centenares de presos comunes que estaban en otro lugar dentro del predio”, afirma el director. Al momento de ir a filmar, el edificio estaba vacío porque estaba en remodelación, ya que había sido afectado por un motín que destruyó buena parte de las instalaciones. Actualmente, el Penal de Libertad es para presos comunes (los que durante las refacciones estuvieron en un hábitat indigno, según comenta Charlo).
–¿Por qué el Penal de Libertad terminó siendo el edificio más emblemático de la dictadura uruguaya?
–Porque también tenía una presencia visual notoria. O sea, está muy cerca de Montevideo, a 50 kilómetros, al lado de una ruta muy importante, en el medio de un terreno muy despejado. Eso le otorga una visualización grande desde muy lejos. Y el hecho de que se concentrara allí a la mayoría de los presos políticos de la dictadura le daba ese carácter.
–¿Y le resultó difícil a Tiscornia reconstruir y comunicar sus propias vivencias?
–Tenemos que ubicarnos con una distancia en el tiempo porque justamente la anécdota que desa-rrolla la película se basa en una rejerarquización de este material que Jorge produjo en su estadía en la cárcel, después de unos cuantos años. El volvió a ese material quince años después de haber sido liberado y por una situación casual. Jorge relata en la película, y lo ha contado en otras situaciones, que se ha dedicado a reconstruir su vida profesional y familiar, y volvió a esto a partir de esa situación casual que lo llevó nuevamente a encontrar esos almanaques.
–A través del relato de Tiscornia, ¿su idea fue contar cómo era la vida cotidiana en la cárcel para los presos políticos de la dictadura uruguaya?
–Lo que me impresionó y me interesó más de esto fue la preocupación por dejar marcas en la memoria, pero para su propia memoria. Eso me llamó mucho la atención porque va al tema más profundo de la memoria humana, a la necesidad que tiene el hombre de mantener determinado nivel de registro. No estamos hablando de un material que estaba pensado para trascender políticamente ni para comunicarse, por ejemplo, con la familia. Fundamentalmente estaba hecho respondiendo a una necesidad íntima frente a la amenaza de que si todo el tiempo que Jorge iba a pasar en prisión quedaba condensado en unos escasos recuerdos o se le borraba, podía a través de este trabajo ir dejando marquitas que permitieran crear una suerte de mapa de todos esos años. Eso va a la necesidad esencial del hombre de guardar registro de su paso por los distintos lugares.
–Pero la confección del almanaque, ¿no era acaso también un ejercicio de resistencia frente a la dictadura?
–Seguramente lo fue, pero inicialmente respondió a una necesidad íntima que no estaba totalmente racionalizada. En la medida en que eso fue adquiriendo un determinado volumen –que lo llevó a tomar medidas para la preservación del mismo–, seguramente también fue dándole un significado importante para su propio sostén. Una motivación más, digamos.
–Usted señaló en una entrevista que el verdadero protagonista de la película es el almanaque y su redactor es un personaje importante, pero secundario. ¿Por qué lo piensa así?
–En realidad no es un personaje secundario. Por lo menos es el coprotagónico. Es una exageración lo dicho. Pero me importaba el tratamiento del almanaque como personaje-objeto; es decir, darle ese nivel de jerarquía en el documental. O sea, no quise de-sarrollar fundamentalmente la historia de Jorge sino la historia del almanaque.
–No lo pensó como la biografía de un preso político...
–Claro. Sí conté aspectos importantes de la cotidianidad y de la vida de su creador, porque también nos da claves para entender el almanaque, su origen, por qué existe. Y cómo se pudo sostener, porque es bastante excepcional esa homogeneidad que se puede ver en el estilo y la forma de realización que mantuvo a lo largo de los años. Eso fue otra cosa que me llamó la atención, porque me cuesta mantener ese nivel de tematicidad con la prolijidad de Tiscornia.
–¿La necesidad de trabajar la memoria histórica en sus películas está directamente vinculada con la experiencia de haber sido un preso político o la trasciende?
–Yo creo que la trasciende. Yo no antepongo mi experiencia personal al desarrollo del relato de estas historias. A mí me interesan como historias. Este trabajo y otro documental mío, El círculo, están muy vinculados con el tema de la memoria. Por un lado, hay una conexión personal que es evidente, pero por otro lado, así como en El círculo existía una búsqueda de la reconstrucción personal por vías heterodoxas, en El almanaque hay una obsesión creativa en el terreno de la memoria que se plasma en el detallismo por preservar las marcas a lo largo del tiempo.
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