CINE › JORGE POLACO (1946-2014) FUE UN DIRECTOR MALDITO DEL CINE ARGENTINO
La soledad, la vejez, la ruindad y el inexorable deterioro del cuerpo fueron temas recurrentes en la obra del director de Diapasón y Kindergarten, que nunca dejó de chocar, quizás a su pesar, con la crítica, el público y hasta con la censura.
› Por Luciano Monteagudo
Corría 1986. La dictadura militar estaba demasiado cerca y en el cine argentino todavía convivían los productos crasamente comerciales de quienes habían hecho carrera durante esa época –Enrique Carreras, Fernando Siro, Emilio Vieyra– con películas que exorcizaban el pasado autoritario (La noche de los lápices, La República perdida II) o poetizaban el presente democrático (Hombre mirando al sudeste). En ese contexto quizá demasiado previsible, apareció en el cine Lorca de la avenida Corrientes un objeto visual no identificado, un auténtico ovni que no se podía asociar con nada ni con nadie: Diapasón. Protagonizada por personajes tan marginales como la película misma, la ópera prima de Jorge Polaco –fallecido ayer a los 67 años, de un paro cardiorrespiratorio– se convirtió en el film insignia de quien sería, de allí en más, un auténtico director maldito del cine argentino, que nunca dejó de chocar, quizás a su pesar, con la crítica, el público y hasta con la censura.
La soledad, la vejez, la ruindad, el inexorable deterioro del cuerpo –todos temas recurrentes en su cine– ya habitaban en esa oscura mansión que era la verdadera protagonista de Diapasón, y donde patrones y sirvientes se entregaban a distintos, misteriosos rituales de humillaciones y ultrajes. Allí en Diapasón también estaba Margot Moreyra, Margotita, quien en 1983 había protagonizado el primer corto en Súper 8 de Polaco, que por título llevaba su nombre, y que luego se convertiría en la actriz fetiche y diva geriátrica por excelencia de su obra, siempre marcada por una estética deliberadamente grotesca y expresionista.
Ese mundo revulsivo volvería a manifestarse en el segundo largo de Polaco, En el nombre del hijo (1987), donde una madre decadente (Margotita) sobreprotegía a su hijo maduro y solterón (Ariel Bonomi), un sórdido dentista que sublimaba su erotismo a través de una pasión fetichista por las muñecas. La noche de Avenida de Mayo, la Confitería del Molino, las reuniones bailables para ancianos y hasta una peregrinación a San Cayetano le servían a Polaco para dar su visión negra, goyesca, no tanto de Buenos Aires en sí como de su fauna más bizarra.
A esa tendencia hacia lo siniestro, hacia “todo aquello que debió haber permanecido en secreto, escondido, y, sin embargo, ha salido a la luz” (Friedrich Schelling), Polaco le sumó en su tercer largo, Kindergarten, una estética desbordada y kitsch. Realizada en democracia, la película –protagonizada por Graciela Borges, Arturo Puig y Luisa Vehil– sufrió uno de los más prolongados casos de censura que se recuerden. Kindergarten estaba lista para su estreno en agosto de 1989 cuando recibió una denuncia de un abogado ultramontano por presunta “corrupción de menores, exhibiciones obscenas y ultraje al pudor”. Un lastre judicial que se perpetuó en el tiempo hasta que la película por fin pudo verse públicamente en el Festival de Mar del Plata 2011, más de dos décadas después de haberse realizado. “Las miradas maquiavélicas muy fácilmente tergiversan las obras y luego las condenan. Como siempre, el poder del deseo y del inconsciente es muy temido”, expresó Polaco.
Después de ese traumático episodio de censura, la obra del director fue desdibujándose con experiencias cada vez más fallidas como la que abordó con Los Midachi en Siempre es difícil volver a casa (1992), sobre la novela de Antonio Dal Masetto, y La dama regresa (1996), protagonizada por una desorientada Isabel Sarli. Entre sus últimos títulos, se cuentan Viaje por el cuerpo (2000), Arroz con leche (2008) y Príncipe azul (2013), sobre la obra de Eugenio Griffero, en la que volvió a reunirse con Ariel Bonomi y Harry Havilio, que había sido el protagonista de su inaugural Diapasón. “Polaco era una persona difícil. No era de esas personas que se hacen querer rápidamente, pero siempre fue sumamente creativo, gran improvisador, y también un director muy incomprendido”, declaró ayer a Página/12 el realizador Pablo César, quien lo acompañó en distintas funciones en la primera parte de su obra. “Jorge Polaco. Amigo, siempre te recordaré luchando contra el viento, intentando imposibles. Que estés en Dios” lo despidió ayer Graciela Borges en su cuenta de Twitter.
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