CINE › 20 FEET FROM STARDOM, EL DOCUMENTAL GANADOR DEL OSCAR
La película dirigida por Morgan Neville, especialista en documentales musicales, rescata del anonimato a un puñado de extraordinarias “cantantes de apoyo” sin quienes Mick Jagger y Bruce Springsteen, por caso, no serían todo lo que son.
› Por Horacio Bernades
Uno de los escasos momentos memorables, si no el único, de la ceremonia de entrega de los Oscar 2014, celebrada el domingo pasado en el Dolby Theatre, fue cuando dos señoras y dos señores subieron a recoger el Premio al Mejor Largo Documental, otorgado a 20 Feet From Stardom, dedicado a esas heroínas anónimas del rock, soul y rythm & blues que son las backup singers. Cuando le tocó el turno de agradecer a una de las señoras, morena clara de cabello rubio, lo hizo cantando a capella, como venía, un viejo tema soul, dejando el alma y la garganta en ello. La señora en cuestión tiene 72 años, se llama Darlene Wright y se la conoce con el nombre artístico de Darlene Love. Al frente del grupo The Blossoms, la Sra. Love fue, a comienzos de los ’60, una de las tres primeras cantantes negras en pisar un estudio de grabación. Es, claro, una de las estrellas de 20 Feet From Stardom, documental indispensable para todo amante de la música negra (y aledaños), que debutó en Sundance a comienzos del año pasado, pasó por varios festivales y puede conseguirse en Internet.
Durante décadas se luchó para darle al término backup singer una digna traducción al castellano. En algún momento se optó por “corista”, lo cual hacía pensar más en una bailarina de can-can que en una morocha desgañitándose detrás (o al costado) de algún cantante de rock. Finalmente se transó en “cantante de apoyo”, término que suena un poco forzado, pero es lo que hay. Notable título, 20 Feet From Stardom, para un documental sobre el tema, ya que marca la paradójica distancia –pequeñísima pero insalvable– que separa a la backup vocalist del cantante solista. Esa distancia es uno de los temas que desarrolla el documental de Morgan Neville, el señor de anteojitos que el domingo a la noche se mantuvo al lado de la bestia (si se permite el elogio algo brutal) de Darlene Love. Neville no es nuevo en la materia. Tiene documentales previos sobre Brian Wilson (Brian Wilson: A Beach Boy’s Tale, 1999), Sam Phillips (Sam Phillips: The Man Who Invented Rock’n’Roll, 2000), Johnny Cash (Johnny Cash’s America, 2008) e Iggy Pop (Search and Destroy: Iggy & The Stooges, 2010).
Igual, 20 Feet From Stardom es de esos documentales en los que no importa tanto quién está detrás, sino delante de cámara. Algunos actores secundarios –Bruce Springsteen, Mick Jagger, Sting, el productor musical Lou Adler–, pero sobre todo las, por una vez, protagonistas, seguramente menos conocidas por sus nombres que por sus voces. Empezando por Darlene Love, que grabó con los Beach Boys, Sinatra, Elvis y, faltaba más, James Brown. Siguiendo con Merry Clayton (65 años a la fecha), que fue una de las Raelettes (las célebres cantantes de apoyo de Ray Charles) y grabó más tarde con Joe Cocker y Carole King, entre otros. Pero, claro, ninguna de esas participaciones hace de Mrs. Clayton una leyenda viviente, sino su glorioso solo de “Gimme Shelter” (grabación original). Hay que escuchar ese solo solo, si se permite el juego de palabras. Nos referimos al momento en que a Clayton le hacen escuchar, en el estudio de grabación, la pista de su solo, tal como lo grabó un día de 1970, a capella. “Después de la primera toma, Jagger me preguntó si quería repetirlo. Le dije que sí, y lo canté una octava más arriba.” Jagger también lo escucha, hoy, y se ríe. No puede hacerse otra cosa: es demasiado.
Pero ojo, que quien hace el solo de “Gimme Shelter” en vivo desde hace medio siglo no es Clayton sino la fabulosa Lisa Fischer, otra de las súper estrellas de 20 Feet From Stardom. Tal vez la más dotada de todas, la Srta. Fischer es la de registro estilístico más amplio. Ganadora de un Grammy, Fischer es capaz de hacer un número solista como si fuera un cuarteto de tubas souleras, de “llamar” y responderle a Jagger sobre el escenario, de hacer un coro entero grabándose y regrabándose, de inventar unos susurros fantasmales para Sting o hacer un scat de jazz de cinco minutos enteros, que no tiene nada que envidiarle a ninguna de las diosas del género. Se pensará en ella como la dueña de un ego gigante. Nada que ver, cero ego. De hecho ahí está, solita, con una campera militar común y corriente, haciendo en silencio la cola del correo, para mandar un envío. “La industria es para los que les gusta mostrarse y están dispuestos a jugar ese juego”, define una de sus colegas, y esa definición explica no sólo la modesta vida cotidiana de esta cantante de gira de los Stones, sino el hecho asombroso de que ninguna de estas supervoces hayan triunfado jamás como solistas. Aunque más de una lo haya intentado.
Una que lo intentó, a comienzos de los ’70, grabó tres discos bajo la mirada atenta de Lou Adler y no se explica, al día de hoy, cómo fue que no pasó nada, es Merry Clayton. Ahí está su álbum debut en Facebook, para quien quiera oírlo: Clayton está apenas un pasito por detrás de Aretha Franklin. Tal vez sea ésa la razón de que no haya prosperado. “Para los ejecutivos de la industria hay una Aretha, una Carole King, y eso es todo”, dice alguien por ahí, y quizá de eso se trate. Una bonita apostilla sobre Clayton: a la señora, por entonces una muchacha, los Lynyrd Skynyrd la llamaron, asombrosamente, para hacer coros en Sweet Home Alabama, el tema en que contestaban el embate antisureño de Neil Young, en su tema Alabama (1972). “¿Sweet Home Alabama?”, cuenta Clayton que se preguntó a sí misma. “¿Sabés dónde se pueden meter a Alabama, no?” Pero se ve que el marido la hizo pensar en razones más concretas y Clayton terminó aceptando la propuesta de los Skynyrd. No sin venganza posterior: su primer disco solista se abre con... Southern Man, el otro tema antisegregacionista de Neil Young.
Para historias tristes, ninguna como la de la propia Darlene Love, a quien en sus comienzos el monstruito de Phil Spector le robó la voz, literalmente, haciéndola grabar para que otros grupos hicieran lip sync en vivo (situación recreada por Brian de Palma en Un fantasma en el Paraíso, donde Paul Williams hace de Spector). No fue una sola vez, sino casi una década entera de maltratos por parte de ese genio de la producción, que hoy purga cárcel por haber asesinado a una amante ocasional. Sin trabajo y necesitada de mantener a su familia, la Sra. Wright terminó limpiando casas. No, por suerte no terminó así: en los ’80 volvió a la música, en 2010 ingresó al Rock and Roll Hall of Fame y ahora acaba de dejar muda a una audiencia de millones, cantando a capella desde el Dolby Theatre.
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