Dom 13.04.2014
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CINE › BALANCE Y PREMIOS DE LAS DISTINTAS COMPETENCIAS DEL ENCUENTRO CINEMATOGRAFICO PORTEÑO

El festival más “fifí” grita de alegría

Fifi Howls from Happiness, retrato del artista iraní Bahman Mohasses, ganó el concurso internacional, mientras que El escarabajo de oro, de Alejo Moguillansky, fue premiada como la mejor película argentina. Revelaciones en las retrospectivas.

› Por Diego Brodersen y
Horacio Bernades

Cae el telón para una nueva edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Pasaron encuentros, charlas, cócteles, recitales, fiestas, encuentros, desencuentros y, por supuesto, películas. Muchas películas. No es necesario afirmar que el festival porteño continúa afirmándose: desde hace ya bastante tiempo es una auténtica institución cultural de la ciudad, más allá de los cambios de dirección artística y política. Las autoridades dieron a conocer que en esta 16ª entrega se acercaron unos 380.000 espectadores a las diez sedes del festival. Una edición, según declaraciones a la prensa de su director artístico, Marcelo Panozzo, cuyo presupuesto se vio atacado por varios frentes, devaluaciones e inflaciones mediante. Sean ésas o no las razones de la ausencia, se extrañó el diario del festival impreso en papel, un clásico del Bafici, fiel compañero de los espectadores a lo largo de las extensas jornadas de proyecciones. Da la impresión de que mucha menos gente leyó la edición exclusivamente digital del “Sin aliento”, aunque el trabajo de redacción y edición estuvo a la altura de los años anteriores.

Más allá de los problemas de presupuesto –causa posible de que algunos títulos fuertes esperados por más de un cinéfilo no estuvieran incluidos en el catálogo y de que se sintiera la ausencia de muchos invitados–, el equipo de programación terminó ofreciendo una selección que reunió el cine experimental más atrevido con el pop cinematográfico, y que además de presentar un recorte del cine contemporáneo más relevante también le dejó un importante lugar a los clásicos. El descubrimiento de Uri Zohar no sólo no decepcionó sino que se impuso como uno de los must del 16º Bafici, derribando más de un prejuicio: el cineasta (devenido rabino) israelí resultó ser un auténtico “tapado” y terminó transformándose en algo así como un padrino del cine contemporáneo de ese país. La retrospectiva de la cineasta portuguesa Rita Azevedo Gomes fue otro punto alto de este Bafici, en particular porque el acceso a sus películas es extremadamente difícil fuera del marco de un festival. Una selección de textos del crítico francés Serge Daney sobre tenis y una edición facsimilar del guión de Arroz con leche, de Carlos Schlieper –a quien también se le dedicó un foco con copias en soporte fílmico de diversa calidad–, continuaron la sana tradición del festival de editar libros en cada nueva entrega.

Las dos competencias principales del festival fueron analizadas exhaustivamente en estas páginas durante los últimos diez días. Más allá de gustos personales y colectivos, las premiaciones permiten analizar qué rechaza y qué celebra determinado jurado en una selección de films. La Competencia Internacional, compuesta por 18 títulos –documentales, ficciones, films que hibridan las dos formas e incluso un largometraje experimental–, tuvo su gran ganador en Fifi Howls from Happiness, retrato del artista iraní Bahman Mohasses, exiliado en Italia y “exhumado” por la realizadora Mitra Farahani. El Premio Especial del Jurado, usualmente considerado el segundo premio en importancia, recayó en Mauro, de Hernán Rosselli, sin dudas el film argentino más sorprendente de los tres en competencia, que también se llevó el premio Fipresci de la crítica especializada. El Mejor Director resultó ser no uno sino dos: los hermanos Daniel y Diego Vega, directores del film peruano El mudo.

Dejando circunstancialmente de lado discusiones estéticas y políticas más de fondo, en términos estrictamente cinematográficos la cosecha argentina del Bafici 2014 fue más que buena. Como de costumbre, la única constante fue la diversidad. La Competencia Argentina (ver premios en el recuadro) permitió asistir tanto a la ópera prima que marca el arribo de un nuevo cineasta a seguir (Juana a los 12, de Martín Shanly; Atlántida, de Inés Barrionuevo; El último verano, de Leandro Naranjo) como a la nueva muestra de consolidación por parte de un realizador con nombre propio (El rostro, de Gustavo Fontán, Si je suis perdu, c’est pas grave, de Santiago Loza). Incluyendo el regreso del viejo sabio de la tribu, con una de sus películas más redondas y depuradas (Carta a un padre, de Edgardo Cozarinsky).

Mención aparte merecen Historia del miedo, de Benjamin Nai-shtat, raro caso de “ópera prima de autor” (con todo lo bueno y no tan bueno que de esto se desprende); El escarabajo de oro, de Alejo Moguillansky, suerte de spin-off de Historias extraordinarias, en resuelta clave de comedia (de aventuras), y Réimon, donde Rodrigo Moreno (El custodio, Un mundo misterioso) hace un marcado corte con su obra previa, tanto por su abordaje de lo real-documental como por su recurrencia a la letra misma del marxismo. Ciencias naturales, ópera prima de Martín Lucchesi, es, como Las acacias, un caso de cine indie “de fácil acceso”, señalizado por la astuta recurrencia a fórmulas de éxito. Opus 2 de Rosendo Ruiz, Tres D demuestra que De caravana no fue movida de un solo verano, liderando una eclosión de cine de aquella provincia, uno de los hechos por lo que esta edición del Bafici será recordada.

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