Jueves, 22 de mayo de 2014 | Hoy
CINE › ANAHI BERNERI, CELESTE CID Y LEO SBARAGLIA HABLAN DE AIRE LIBRE, QUE SE ESTRENA HOY
La directora destaca el modo en que los protagonistas asumieron sus papeles en el film. Y los actores señalan que la cineasta logró reflejar un mundo “muy cotidiano”, marcado por el desgaste de una relación.
Por Oscar Ranzani
Después de realizar su tercer largometraje, Por tu culpa, la directora Anahí Berneri se había quedado con ganas de trabajar nuevamente sobre la idea de la familia. Pero no como un concepto abstracto sino con el objetivo de indagar en el amor de una pareja a través del paso del tiempo y la transformación del erotismo; es decir, cómo puede alterarse la sexualidad de un matrimonio con el correr de los años. Algunos de estos temas estaban justamente en Por tu culpa. Pero ahora, en su cuarto film, Aire libre, son el eje del relato de una historia protagonizada por Leonardo Sbaraglia y Celeste Cid. Así fue como Berneri decidió abordar el proceso que atraviesan un hombre y una mujer en crisis afectiva. Un poco como manotazo de ahogado, ambos planean una vida familiar fuera de la ciudad que pueda volver a reencontrarlos. El compartir la pasión por la arquitectura los lleva a embarcarse en el diseño de una casa soñada, amplia y alejada del ruido de la ciudad que tanto los ensordece en la convivencia. Pero salvar una relación desgastada no es tarea sencilla y sobre todo cuando los protagonistas no son lo suficientemente maduros. En paralelo a la construcción de ese hogar, hay en Aire libre –casi como un juego de palabras– una deconstrucción. “La película es sobre la deconstrucción de una pareja”, coincide la directora en la entrevista con Página/12, junto a Sbaraglia y Cid.
La actriz, que parece tener papeles más profundos en el cine que en la televisión, coincide con Sbaraglia en que ambos tenían “muchas ganas” de trabajar con Berneri. Cid también asegura que el guión (coescrito por Berneri y Javier van de Couter) con el que se encontró tiene mucho del cine que le gusta “como espectadora”. Y agrega que cuando lo leyó se lo imaginaba en manos de Berneri. “Me gusta dónde pone la cámara, no le tiene miedo a no estar todo el tiempo cortando escenas. Ultimamente en el cine hay una moda de corte, corte, corte, como si fuera un video para MTV. Siento eso. Y Anahí es muy respetuosa con su lenguaje. Así que cuando leí el guión lo hice un poco con sus ojos, la sentía. En un punto, el guión me resultaba cercano. También me interesaba el relato de una historia de amor desamorosa”, afirma la actriz.
–Berneri, el tema de los vínculos familiares está prácticamente en toda su filmografía. ¿Qué es lo que particularmente le interesa del concepto “familia”?
Anahí Berneri: –Como nos decían en el colegio, es la base de toda sociedad. La verdad es que cada vez más me interesa un cine intimista y trabajar con el cotidiano. En ese cotidiano y en la intimidad está la familia. También me gusta pensar hoy los roles de la familia. Veo una sociedad que está representada en esta película, es la de mi generación, que deja la adolescencia casi a los cuarenta. Entonces, quería ver cómo esos roles, ese lugar de madres y padres que muchas veces quedan vacíos o no son ocupados, realmente generan abandono, desprotección. Siento que cuando en una sociedad la gente no está en su rol y no acepta su rol hay algo de no respetar el lugar de lo ritual, de lo familiar, que se empieza a romper y empieza a generar violencia.
–¿Ser parte de la generación de los personajes le ayudó a construirlos?
A. B.: –Sí, seguro. Tanto en Por tu culpa como en Aire libre hablo de una generación que es la mía y son personajes muy cercanos. El proceso al que apela la película es a una identificación muy fuerte del espectador. Justamente, intento generar tensión a través de esa identificación. El conflicto se acrecienta si el espectador se identifica con los personajes y puede vivir sus angustias.
–¿Y qué grado de identificación tuvieron los protagonistas con sus personajes? ¿Atravesaron situaciones similares?
Leonardo Sbaraglia: –Mi personaje no tiene nada que ver conmigo.
–¿Y es más difícil construirlo así?
L. S.: –Pasa que en ese sentido era fácil porque Anahí tenía claro lo que quería. Como identificable no lo sentí, pero sí sé de lo que estamos hablando: se ponen en juego sentimientos y sensaciones que uno personalmente puede entender muy bien. Aunque el personaje sea muy diferente, puede suceder en tu amigo, en tu tío o en tu papá. Es muy real la película. No está hablando de algo que no existe sino de un mundo muy cotidiano. Esta película nos hace pensar en cuáles son los modos posibles para seguir creyendo en las relaciones.
–¿La rutina estimula la distancia?
A. B.: –Supongo que no para todos, pero me parece que cierta pasión que une a una pareja en los primeros momentos, con los años muchas veces se transforma en otras formas de violencia.
–Si bien están en crisis, los personajes no parecen opuestos sino más bien complementarios. ¿Ustedes cómo los ven y cómo los construyeron?
A. B.: –Son complementarios. Ella es mucho más histriónica y él es mucho más fóbico. El tiene esto de replegarse, de no mostrar sus sentimientos ni de explotar. Se siente en él algo muy contenido, muy latente que está soportando durante toda la película. En el caso de ella, es una explosión detrás de la otra. Es como que quisiera sacudirlo todo el tiempo.
Celeste Cid: –Antes de rodar la película, en los ensayos que tuvimos surgió la situación de improvisar algunos pequeños momentos. Y Anahí nos iba guiando. Entonces, íbamos teniendo elementos que no eran solamente las palabras en el papel sino que también debíamos darle un cuerpo a lo que podría haber sido esa relación, cómo se conocieron.
L. S.: –Intentamos hacer lo que Anahí quería y, en ese sentido, en la actuación no hay reglas. Quizás el espectador no lo sabe tanto, pero lo que uno hizo en la anterior película no le sirve para la próxima. Le puede servir la experiencia, ciertos mecanismos de funcionamiento, tranquilidad frente a la cámara, experiencia en poder mostrar cada vez más su intimidad, dejar entrar al espectador en uno. Pero uno empieza a trabajar con un director y el director marca las reglas nuevas, un universo nuevo. Y hasta que ese universo se va encontrando, uno tarda un poco en establecer un código. Y también un lenguaje; es decir, que cuando dice “Rojo”, para uno es también el mismo rojo. Y eso es lo que más tiempo lleva.
–Celeste, ¿su personaje le tiene miedo a la libertad de la soltería?
C. C.: –No sé si le tiene miedo. De alguna manera, aun peleada, enojada, decepcionada, hay algo en ella que quiere que salga adelante la relación. También pienso esto desde el ambiente familiar de ella, sin una figura paterna, con la madre, la abuela medio delirante, su hijo... No creo que sea un personaje que venga de una familia muy estable, con una idea de hogar muy conformada, con lo cual en ella debe pesar también poder construir aquello que no tuvo. Entonces, si tuviera ese miedo a la libertad no accedería a ciertas cosas que accede.
–¿Cómo trabajaron el tema del deseo y su ausencia en los personajes?
A. B.: –El cuerpo y el físico son muy importantes en la película. Ambos se entregaron para generar escenas de mucha intimidad. Son escenas de intimidad donde lo que hay que mostrar es la falta de erotismo. No es sencillo. Y mostrar el cuerpo de dos de los actores más bellos que tenemos, no desde el erotismo sino desde la falta, me parecía muy interesante. Fíjese cómo se transforman los dos cuando empiezan a tener distancia, cuando cada uno empieza a vivir sus experiencias fuera de la pareja. Es como que rejuvenecen y aparece la sensualidad en ambos. Pero es algo muy importante. De hecho, aparecieron con menos maquillaje, con un vestuario que no era el que tal vez más los favorecía. También hay chistes de uno con respecto al cuerpo del otro. Hasta han sacado panza. Se han corrido de la pose del actor para poder mostrar verdad, porque la clave de la película era verlos humanos.
C. C.: –No hay ningún momento en que ellos conversen de lo que les está pasando. Actúan todo el tiempo la crisis. Y una de las primeras escenas sexuales de la película lo relata perfectamente: “Cuando yo quiero, vos no querés”. El intenta una manera de tener relaciones y cuando eso no sucede porque ella no quiere, se enoja. Y cuando va ella hacia él pasa lo mismo al revés. Es como que se están por dar la mano todo el tiempo pero no llegan a agarrarse. No llegan a encontrarse nunca.
–¿Cómo construyeron esa intimidad en las escenas sexuales?
L. S.: –Cuando uno trabaja con un compañero tiene que tratar de que también el otro se sienta cómodo con el cuerpo de uno. El cuerpo del otro deja de ser eso: lo físico tiene que estar al servicio de los personajes. Y eso debe ocurrir también entre nosotros. Tiene que haber una confianza. Si yo paso por parte de su cuerpo, se tiene que crear algo de absoluta confianza. Tampoco es que nos vamos a poner a hacer las cosas de verdad porque no se trata de eso, pero uno tiene que poder imaginar todo a través del cuerpo del otro. Y el otro se tiene que convertir en una especie de escenario de la imaginación de uno.
–La película habla también sobre la dificultad de concluir la etapa de la juventud, ¿no?
L. S.: –Yo lo veo al revés: de pronto, frente a algunas crisis, la reacción de los dos personajes es volver al punto de partida. Frente a la crisis y frente a la muerte de ese proyecto los dos vuelven a algo del pasado. Regresan al punto de partida justo anterior al inicio de la relación, que es lo que conocen. Eso no está funcionando y los dos vuelven a lo que eran antes de estar juntos. Esa es un poco la idea. Y supongo que a todos nos cuesta crecer y asumir que tenemos que ir haciéndonos cargo de ese crecimiento. Justamente lo lindo de la película es que dispara todas estas cuestiones. No es una película que diga: “Esto es la pareja, el matrimonio, el no matrimonio es esto otro, las soluciones son éstas, las fórmulas son aquellas”, sino que es una película muy honesta y personal de parte de Anahí porque es lo que ella quería contar. Y te lo pone frente al espejo.
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