CINE › LA PAZ EN BUENOS AIRES, DOCUMENTAL DE MARCELO CHARRAS
› Por Diego Brodersen
Desde el estreno hace diez años de Habitación disponible, de Marcelo Burd, Diego Gachassin y Eva Poncet –y coincidiendo con una explosión cuantitativa y cualitativa del cine de no ficción nacional–, han sido muchos los documentales que posaron sus ojos sobre la inmigración y sus avatares, sea ése su tema central o apenas un ribete en una trama más amplia. La particularidad de La Paz en Buenos Aires, estrenada en la edición 2013 del Bafici, no es tanto su descripción de los días de una familia boliviana en la Argentina como el especial pasado y presente de su protagonista, Erasmo Chambi, y por ende del resto del clan. Y es que, más allá de la sastrería familiar que los sostiene económicamente, ubicada como su hogar en el barrio de Flores, gran parte de su vida parece girar alrededor del catch, ese “deporte” que ha logrado fanatizar a multitudes en varios países de América latina, en distintos momentos de la historia.
Como el Ciclón, Erasmo supo ser un héroe de la “lucha libre” en su Bolivia natal y el segundo largometraje de Marcelo Charras (Maytland, documental ficcionado o ficción documental sobre el único “autor” del porno nacional, fue su ópera prima) lo encuentra a punto de pasarle el testigo a su hijo, nueva encarnación del legendario luchador, ahora en tierras argentinas. En ese sentido, la familia Chambi es y, al mismo tiempo, no es una típica familia de expatriados bolivianos. Asimismo, La Paz en Buenos Aires es y no es un típico documental sobre migrantes. Con un preciso trabajo de cámara de Guido Lublinsky, el film se sostiene sobre una estructura expositiva clásica (y circular, no sólo por los planos complementarios que abren y cierran el film), evitando las entrevistas y explicaciones en off para concentrarse en la observación de aquello que podría definirse como cotidiano. Claro que esa cotidianidad no es inmediatamente reconocible en todos los casos ya que, ¿qué hay de cotidiano para el común de los espectadores en la preparación de los trajes que vestirán los “técnicos” y “rudos” –como llaman respectivamente a los héroes y villanos– o las prácticas sobre el ring de llaves y golpes para vencer al contrincante?
Se trata, en definitiva, de describir un universo contenido dentro de otro mayor: el de una comunidad importante dentro de Buenos Aires que, sin embargo, permanece en gran medida oculta para la mayoría. El film se hace eco de ello –de la particularidad de esa familia dentro de la comunidad boliviana y de este último grupo en el cosmos de la ciudad– con sutileza y respeto; en otras palabras, con el pudor como ética cinematográfica. Charras deja traslucir, detrás de la singularidad del caso, la universalidad del tema inmigratorio, la melancolía por el pasado personal y colectivo y la esperanza depositada en el futuro. La película también se deja atrapar por la preparación de un evento de lucha en un club de barrio y no está mal que así sea: cerca del final, La Paz en Buenos Aires se transforma en una suerte de película de deportes, con sus momentos de suspenso y el crescendo dramático previo al debut del Ciclón Jr. Quizá como corolario de ese respeto antes mencionado, el realizador deja de lado las posibles discusiones sobre el catch como espectáculo guionado, como ese amigo del mago que conoce pero nunca explica las claves del truco.
Argentina, 2013
Dirección, guión y montaje: Marcelo Charras.
Fotografía: Guido Lublinsky.
Duración: 70 minutos.
Estreno: exclusivo en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont.
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