CINE › ALEJANDRA GRINSCHPUN, LAUREANO GUTIéRREZ Y SU PELíCULA AñOS DE CALLE
Lo que empezó como un taller de fotografía para chicos en situación de calle se convirtió en el reflejo de una relación que se fue extendiendo en el tiempo. “Parte de nuestro objetivo es que impacte en lo social, pero no deja de ser una película”, dicen.
› Por Oscar Ranzani
Alejandra Grinschpun y Laureano Gutiérrez se conocieron en 1998, en el Centro de Atención Integral a la Niñez y la Adolescencia (Caina). Hacía doce años que Gutiérrez trabajaba allí como operador social, cuando Grinschpun comenzó a dar talleres de fotografía a chicos en situación de calle. En 1999, Grinschpun les propuso a los chicos que mostraran su punto de vista sobre la ciudad y jugaran a ser fotógrafos. El trabajo quedó plasmado en el libro Otra Mirada, Buenos Aires fotografiada por los chicos que viven en sus calles, cuyo prólogo es de Eduardo Galeano. Ambos profesionales se preguntaron en determinado momento por el futuro de esos menores. Y casi sin pensarlo demasiado, Grinschpun tomó su propia cámara y comenzó a registrar la cotidianidad de cada uno de ellos en la calle. El tiempo pasó y en 2004 la pregunta recurrente era: ¿Qué sera de la vida de ese grupo? Y, entonces, surgió la idea de realizar un documental en el que estuvieran las imágenes crudas de 1999 y las nuevas de 2004 de cuatro de ellos: Ismael (17), Gachi (14), Rubén (13) y Andrés (12). Cuando el film ya había tomado suficiente envión decidieron hacer otro registro de los cuatro protagonistas en 2010. Todo ese trabajo de filmación a lo largo de doce años es el núcleo de Años de calle, documental dirigido por Grinschpun y producido por Gutiérrez, que se estrenará mañana en el Gaumont, pero hoy a las 19.30 tendrá una première en plaza Miserere, en pantalla gigante y al aire libre.
A los pocos minutos del inicio de Años de calle se ven los carteles “Menem 1999”, ya que las imágenes corresponden al momento en el que el entonces presidente quería pelear la re-releeción. “Fue una casualidad que hayan estado ese momento en el plano, pero quedó en la edición a propósito con la intención de darle un marco concreto a la película. Y más allá del cartel, la palabra ‘Menem’ ya nos dice un montón, nos cuenta de la realidad y las consecuencias del neoliberalismo y de una época en la cual se empezaban a ver esas consecuencias”, cuenta Grinschpun.
En el film se observa que algunos de esos jóvenes pudieron cambiar y pensar en un futuro, mientras que otros, en cambio, no lograron modificar su pasado. “Nuestra idea fue contar estas historias a través del tiempo focalizando en el cómo contar esto porque, en general, este tipo de historias son contadas como algo muy puntual y muy específico, como si fuera una foto. Y nosotros pretendíamos que se contara de otra manera”, sostiene Gutiérrez. “Creemos que, a través de la manera que elegimos, uno puede entender distintos caminos y que esos caminos están condicionados por muchas variables, no solamente el destino trágico, la pobreza, la soledad o la presencia de un montón de agentes que intervienen en este tipo de vidas que es algo bastante análogo a lo que pasa con cualquier vida, no solamente la de los excluidos. Todos dependemos un poco de quiénes nos crucemos y de qué cosas puedan amalgamarse con nuestra trayectoria, como para entender que somos una sucesión de puntos a través de la historia”, agrega el productor.
–El vínculo con los chicos lo construyeron antes del documental. ¿Cómo lo consolidaron para que ellos aceptaran ser filmados?
Alejandra Grinschpun: –Ya teníamos una muy buena relación desde el Taller de Fotografía. Y desde 1999, ellos nos invitaban a sus lugares, a que fuéramos a conocer dónde dormían. Para ellos era una fiesta cada vez que llegábamos con la cámara. Y era un plan llevarnos a recorrer los lugares y mostrarnos a la gente con la que pasaban un rato. Y nosotros también nos quedábamos durante horas con ellos observando. La cámara estaba en el medio a disposición. La realidad es que ese vínculo se sostuvo muy por fuera de la cámara y muchas veces el Caina fue el nexo. Es que con los chicos no tenés un número telefónico o un lugar fijo donde puedan vivir. Entonces, es una forma bastante extraña de comunicación porque a través del Caina muchas veces Laureano se encontraba con que alguien que le decía: “A tal lo vi, está preso en tal lado”. Es un formato de comunicación bastante precario, porque es como volver a otro sistema.
Laureano Gutiérrez: –También es cierto que el vínculo que construimos trasciende el documental y es una de las cosas más fuertes que nos dejó este trabajo. Pero ese vínculo no es unívoco, sino que se construye con el otro. Y eso es algo muy distintivo como realizadores respecto de cualquier otro trabajo que hicimos o que haremos. Y también a ellos como sujetos filmados, porque la realidad es que eso construyó algo especial. De hecho, parte de eso nosotros también lo plasmamos en el documental. Parte de ese conflicto del que filma, para qué filma, para qué lo hace, es una de las cosas que nosotros decidimos poner en conflicto y que se vea en la pantalla.
–¿Qué facetas de la vida en la calle de cada uno de los cuatro protagonistas intentaron que se vislumbrara?
L. G.: –En realidad, nosotros tomamos algunas decisiones respecto de las historias de estos protagonistas, en cuanto a focalizar o poner un poco más el ojo y la observación en algunas cuestiones que eran representativas de cada historia. En algunos consistió en focalizar en la familia que hay detrás; en otros, la relación con la institucionalización, la privación de la libertad y la construcción de un sujeto privado de la libertad; en alguna otra, la posibilidad de reinvertarse y aprovechar las oportunidades de salir de la exclusión. Y en otra de ellas focalizamos en la perspectiva de género, lo que implica ser mujer y estar en situación de vulnerabilidad social y de privación de derechos.
–¿Creen que el documental tiene una función social más allá de lo cinematográfico?
A. G.: –Lo que demostró hasta ahora la película es que a la gente algo le pasa cuando termina de verla, algo cambia. Nos pasó con público de diferentes lugares: desde Suiza hasta acá en plaza Congreso con gente que ha vivido experiencias en la calle. En general pasa que se sienten tocados, movilizados. Alguien me escribió hace poco que sentía vergüenza de no haber hecho nunca nada. Hay algo en cuanto a tomar conciencia que te genera un movimiento adentro.
L. G.: –En un momento pensábamos o queríamos que influyera en el modo de mirar: que uno pueda mirar diferente después de ver la película. Quizás eso sea demasiado exigente para una película, pero lo que sí sabemos que sucede con Años de calle es que moviliza y que genera sentimientos y sensaciones. Y parte de nuestro objetivo es que algo de eso que genera como movilización no quede solamente en lo que a uno le pasa frente a la pantalla. Lo ideal sería que se transforme en algo. Y en mucha gente que la ha visto, se ha transformado en cosas. La Facultad de Psicología hizo unas jornadas y a raíz de éstas organizó una extensión del área programática para trabajar con textos de vulnerabilidad social. Ese es un ejemplo muy concreto. Y es parte de nuestro sueño que la película sea entendida como una herramienta para trabajar. O sea que, en ese sentido, parte de nuestro objetivo es que sea algo que impacte en lo social. Pero no deja de ser una película, donde hay protagonistas, donde hay historias que se cuentan y se entrelazan.
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