Dom 15.02.2015
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CINE › POSIBILIDADES PARA RELATOS SALVAJES EN LA PRóXIMA ENTREGA DE LOS OSCAR

Arranca de atrás, pero con banca

El largometraje de Damián Szifron no es el favorito, pero tiene varias cartas a su favor. De sus competidoras, lidera las apuestas la polaca Ida, que toca el tema del nazismo y sus secuelas. Aunque no hay que descartar a Leviatán, en tanto denuncia el autoritarismo ruso.

› Por Horacio Bernades

Al momento de cerrar esta nota, Ida pagaba un dólar y medio por cada dólar apostado. Leviatán, siete, y Relatos salvajes, once. En otras palabras, en la timba del Oscar al Mejor Film en Lengua No Inglesa la película polaca era favorita, seguida por la rusa y, en tercer lugar, la de Damián Szifron. Lejos quedaban la mauritana Timbuktu y Tangerines, coproducción entre Georgia y Estonia. Si los que dan el premio fueran los mismos que los que apuestan, esas posiciones serían concluyentes. Pero no lo son y nunca se sabe. De hecho, cinco años atrás El secreto de sus ojos le ganó no a una favorita, sino a dos: La cinta blanca y la francesa El profeta. La única apuesta segura es hacerlo por una perdedora. Por razones que enseguida se verán, va a ser Tangerines (título original: Mandariinid). De allí para arriba, todas cuentan con lo que hay que tener.

Un buen acabado técnico, efectiva narración clásica, corrección política, alguna repercusión previa y una fuerte distribuidora detrás es lo que hay que tener. De esos requerimientos, Relatos salvajes cuenta con todos menos uno. Los rubros técnicos se lucen, desde la dirección hasta las actuaciones, pasando por la fotografía y el montaje. Es atractiva para toda clase de público (incluyendo los miembros de la Academia) y más allá de que a algunos pueda gustarles más un episodio y a otros otro, está estupendamente narrada. Repercusión, ni hablar. No sólo el record de recaudación en la Argentina, sino la ovación de pie en Cannes, el premio del público en San Sebastián, la muy buena recepción crítica en todas partes y cifras llamativas en mercados tan importantes como el francés, donde viene teniendo incluso mejor promedio que El secreto de sus ojos.

No por nada Hollywood ya le abrió las puertas de par en par a Damián Szifron, antes incluso del estreno local, ofreciéndole carta blanca para que haga lo que quiera. Lo cual no se le brinda a cualquiera. Relatos salvajes tiene, además, productores y distribuidores con chapa: la compañía de Pedro Almodóvar y la Sony, respectivamente. Esa major, que presentó seis de las últimas ocho ganadoras del Oscar en esta categoría, estrenará Wild Tales en Estados Unidos el viernes próximo, dos días antes de la entrega. En lo que Relatos salvajes anda floja de papeles es en el rubro corrección política: ése es su punto débil. Justicia por mano propia, ruindades varias, parricidios, ausencia de héroes (salvo Bombita, que es uno muy peculiar) y mucha sangre no son parte del menú que a la Academia le agrada premiar. Eso no quiere decir que la película de Szifron esté fuera de carrera, pero sí que no es la que cuenta con más posibilidades, tal como las apuestas parecen confirmar.

Lo que este cronista no cree es que Ida le lleve a Leviatán tanta ventaja como marcan las apuestas. Ni siquiera que le lleve alguna. Ambas de excelente recepción crítica en todo el mundo, al alto gancho académico del tema (el nazismo y sus secuelas), la película dirigida por Pawel Pawlikowski le suma un par de bonus importantes: una exquisita fotografía en blanco y negro –que le valió el poroto adicional de una candidatura en su rubro– y haber sido estrenada en Estados Unidos hace meses, con buena repercusión. Pero atención con el film de Andrei Zvyagintsev. Ganador de la Palma a Mejor Guión en Cannes y el Globo de Oro en esta misma categoría, cuenta con un invaluable factor Oscar: un gobierno autoritario (nada menos que el de Rusia, villano histórico en el planeta Hollywood) acaba de elegirla como blanco de sus iras represivas. De estreno asegurado en la Argentina y distribución en Estados Unidos también en manos de la Sony, Leviatán cuenta la fábula del dueño de un taller mecánico a quien el intendente del lugar, representante del gobierno central, quiere confiscarle sus tierras.

La nomenklatura, a la que como se sabe no le sobra tacto político, acusó a Leviatán de ser “antirrusa” y hasta de “justificar el genocidio del pueblo ruso” (!). No llegaron a prohibirla, pero van a hacerlo con la próxima: el ministro de Cultura acaba de elaborar un proyecto de ley exprés para vetar las películas que “denigren la cultura rusa, amenacen la unidad nacional y minen los principios de orden constitucional”. Boccato di cardinale para académicos. Corrección política tampoco les falta a Timbuktu y Tangerines. Dirigida por el notable realizador mauritano Abderrahamane Sissako (el de La vida sobre la tierra y Bamako), la primera de ellas cuenta –con maestría, según quienes la vieron– la lapidación de una pareja no casada por parte de los miembros del grupo fundamentalista Ansar Dine, que tres años atrás tomó el poder a sangre y fuego en el norte de Mali.

A fines de enero, un festival cinematográfico belga que la había programado debió cancelarse, por amenazas de grupos islámicos, y eso no es nada malo en términos de Oscar. Tangerines, en la que un labriego da cobijo a dos soldados enemigos, durante la guerra de Chechenia, es la única de las cinco que no tiene distribuidor estadounidense, y además el realizador no cuenta con antecedentes. Frente al mecánico usurpado y la pareja lapidada, el mandarinero humanista pierde.

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