CINE › ANNIE, CON JAMIE FOXX, QUVENZHANé WALLIS Y CAMERON DIAZ
› Por Ezequiel Boetti
La industria norteamericana del entretenimiento siente una particular predilección por la historieta Little Orphan Annie. Publicada desde 1924, la creación de Harold Gray fue objeto de radioteatros y dos películas en los ’30, saltó a Broadway en 1977 –multipremiada con siete Tony– y de allí otra vez a la pantalla grande en 1982, de la mano del director John Huston. Un telefilm de 1999 al mando de un operaprimista llamado Rob Marshall, hoy “experto” en musicales gracias a Chicago, Nine y la reciente En el bosque, era la última aparición resonante de la huerfanita pelirroja y pecosa, hasta que hace un par de años el actor Will Smith decidió que ya era tiempo de volver a explotar la superación y redención detrás de aquella historia y puso manos a la obra –además de unos cuantos dólares– para una nueva adaptación. Adaptación que se propone actualizar la mitología original, desplazando la acción desde el universo poscrisis de la década del ’30 hasta el tecnologizado e hiperconectado de la actualidad y mutando los rizos colorados de Aileen Quinn por la pelambre afro de Quvenzhané Wallis, la nenita, ya púber, de La niña del sur salvaje. Los cambios exasperaron a gran parte de la crítica norteamericana, que le saltó a la yugular diciéndole de todo menos linda. Algo de razón tienen, pero el resultado final, compuesto por partes iguales de liviandad y espíritu festivo, tampoco ameritaba semejante escarnio.
El desplazamiento temporal conlleva un cambio de tono marcado desde el orfanato en el cual transcurre el período inicial de la trama. Si en el film de 1982 era gris y lúgubre, aquí se percibe una claridad estilizada digna de Chiquititas, con una fealdad apolínea y artificial distanciada de cualquier atisbo de realidad. En ese universo caricaturesco se inscribe la regente interpretada por Cameron Diaz. A diferencia del personaje original, ella aquí tiene única motivación concreta para albergar a las chicas: el dinero que recibe del Estado. Igual de artificial es el magnate de las telecomunicaciones y aspirante a alcalde Will Stacks (Jamie Foxx), quien por esas casualidades andaba por los barrios bajos y salva a Annie de un accidente automovilístico. El video rápidamente se viraliza en Internet, convirtiéndose en la llave de las puertas del poder. Ni hablar si el millonario decidiera adoptarla. O al menos eso creen su asistente personal (la australiana Rose Byrne) y su asesor político (Bobby Cannavale).
A partir de ahí, el film de Will Gluck (el mismo de la aceptable Amigos con beneficios) muestra cómo la relación entre Annie y Stacks pasa de la desconfianza a la camaradería y de allí al más tierno vínculo filial, reconstruyendo por enésima vez la historia del rico que redime su avaricia cuando descubre que el dinero no es lo importante. Misma redención le esperará al personaje de Cameron Diaz, que al final resulta que era un pan de Dios. Los malos, claro está, reciben su merecido, todo en medio de canciones de un optimismo innegociable puestas a intervalos regulares, cuestión de airear la narración y, sobre todo, distribuir el protagonismo del plantel actoral.
Estados Unidos/2014.
Dirección: Will Gluck.
Guión: Will Gluck y Aline Brosh McKenna.
Duración: 118 minutos.
Intérpretes: Jamie Foxx, Quvenzhané Wallis, Rose Byrne, Bobby Cannavale y Cameron Diaz
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