Mar 17.03.2015
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CINE › BRONTIS JODOROWSKY PRESENTA EL NUEVO FILM DE SU PADRE ALEJANDRO, LA DANZA DE LA REALIDAD

Los recuerdos como punto de vista

El hijo del cineasta, dramaturgo, historietista y chamán chileno, que viene trabajando con su padre desde los tiempos de El topo, interpreta a su tiránico abuelo. “Siempre me ha dicho que el único que podía hacer ese papel era yo”, asegura Brontis.

› Por Ezequiel Boetti

Veintitrés años después de The Rainbow Thief, vuelve el multifacético Alejandro Jodorowsky al cine. Y lo hace con una película compuesta por partes iguales de surrealismo, comedia absurda y sátira política, todo atravesado por una fuerte carga autobiográfica. Situada en una ciudad innominada de Chile, pero con manifiestas referencias a su Tocopilla natal, La danza de la realidad, séptima incursión en largometraje en casi medio siglo, recorre gran parte de su infancia, poniendo especial énfasis en la tortuosa relación con su padre, Jaime. La carga de verdad se acrecienta aún más cuando se descubre en la pantalla que el encargado de interpretarlo no es otro que su hijo Brontis, aquel pequeño de ojos azules que debutara en los sets de la mano de Alejandro en El topo, devenido con el tiempo actor profesional con una importante trayectoria teatral y cinematográfica en México y Francia. “Este proyecto llegó después de tres obras de teatro que hicimos con mi papá. A él le pareció obvio y natural ofrecerme este papel porque me conoce muy bien como actor. Tenemos una confianza mutua muy grande. Siempre me ha dicho que el único actor que podía hacer ese papel era yo”, asegura Brontis vía Skype desde México durante un parate en el rodaje de Las tinieblas, segunda colaboración con el realizador Daniel Castro Zimbrón después de Táu (2012).

–Más allá del componente familiar, ¿qué veía su padre en usted para justificar esa afirmación? 

–El componente familiar es anecdótico. Hacer una película no es un juego, son millones de dólares invertidos (aquí fueron tres y medio o cuatro) y cientos de personas trabajando con un objetivo determinado. A él le gustaba que trabajara yo porque la película cuenta un proceso psicológico que podía influir en nuestra relación familiar, pero me llamó sobre todo porque creía que era un buen actor para hacerlo. Tenía las cualidades para hacer una actuación teatral, que era lo que él quería, e ir llevándola progresivamente a un aspecto más humano. Esto porque al comienzo de la película Jaime es una persona que interpreta un personaje, y a medida que las situaciones le van quitando capas empieza a revelarse cuál es su verdadero ser. El papel fue muy intenso porque el personaje atraviesa por muchas cosas. Creo que Alejandro quería un actor que estuviera dispuesto a hacerlo todo.

–¿A qué se refiere con “una actuación que va de lo teatral a lo humano”?

–Es que la película cuenta cómo Jaime va humanizándose. Al principio actúa un personaje en su propia vida. Sobre el final, su mujer le dice que pasó su vida interpretando a un tirano, y me di cuenta de que ésa era una de las claves de lectura para todo lo anterior. Incluso al principio está literalmente disfrazado de Stalin y con el mismo bigote. El quiere ser fuerte y por eso la teatralidad del principio. A medida que va recibiendo golpes, empieza a abrirse a la emoción y muestra su fragilidad.

–Podría pensarse que toda la dureza del principio es síntoma justamente de esa fragilidad que usted menciona...

–Sí, él siempre quiere afirmar que puede hacer muchas cosas, pero eso tiene que ver con los problemas con su propia potencia. Hay muchos detalles sutiles en esa línea. Por ejemplo, cuando dice que va a matar a uno de los personajes se mete la pistola en los calzoncillos. Es como si se metiera un falo para darse una potencia que no tiene.

–¿A la hora de preparar el papel se basó exclusivamente en el guión o también utilizó elementos de su experiencia personal?

–En un momento Alejandro dijo que me preparara porque iba a interpretar a mi abuelo, y yo le respondí que no, que lo que iba a hacer era actuar el personaje que estaba en el guión. Primero, porque yo no tenía ninguna relación con mi abuelo y lo conozco sólo por los relatos de mi padre. Alejandro lleva eso marcado, aunque es cierto que la memoria tiene un componente ficticio porque los recuerdos son un punto de vista. Uno siempre cree que son realidades, pero no. Por eso me gusta decir que esta película es una remake de nuestra historia familiar, porque el cine enfoca sobre ciertas cosas, quita situaciones y suma otras, les da más tiempo a algunos eventos por sobre otros. Le dije a mi papá que iba a meterme totalmente en su forma de ver al personaje y hacerlo desde el guión, como haría cualquier actor.

–Más allá del tono autobiográfico, es difícil discernir cuánto hay de real y cuánto de ficticio en lo que se cuenta. 

–Hay muchas cosas que sé que son reales porque me las contaba mi padre y se ven en la película. La sesión de bofetadas, el dentista sin anestesia, el corte de pelo violento, todas son situaciones llevadas a una ambición un poco poética y divertida pero que realmente ocurrieron. Ahora, durante el proceso de filmación me inspiré más bien en mi padre antes que en Jaime, a quien, como ya dije, no conocí. Pero solamente para ciertas actitudes físicas, como la forma de correr o caminar. Son procesos actorales de observación. Uno de mis primeros profesores de teatro me decía que un actor es un cazador que está siempre atento a los detalles para tomar algo de aquí y otra cosa de allá. La actuación se da a través del cuerpo, que a su vez es una suerte de resonador del alma. 

–En una entrevista usted definió la película como un proceso de sanación. ¿Qué implicó para usted este trabajo?

–Creo que un artista, sea actor, director o pintor, tiene que dejar una libra de su carne en cada obra involucrándose personalmente. Eso lo aprendí de Alejandro y trato de aplicarlo en cada papel que hago. Mi padre filmó esta película para sanarse. En un momento tuvo la posibilidad de hacerla y se preguntó qué llevaba en él, qué necesitaba sanar. Y todavía tenía un resentimiento muy grande con su papá, así que hizo todo este proceso para dejarlo atrás. En mi historia familiar llevo un modelo de relación padre-hijo terrible como la de Alejandro con Jaime. Entonces, todo el proceso de Alejandro también me sirve a mí por capilaridad para progresar, porque yo también soy padre. Quizá, nuestras próximas generaciones tengan esta parte resuelta.

–En ese sentido, usted habló de su abuelo como un “arquetipo negativo”. 

–Sí, el arquetipo paternal en mi familia unos años atrás era terrible. Y hasta mi padre me ha dicho que cuando yo era chico se consideraba un bárbaro psicológico por todo lo que le había pasado, por lo que le habían enseñado que era ser padre. Ahora, felizmente, trabajó mucho y conmigo fue mejor que el suyo con él.

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