CINE › ENTREVISTA A MARCELO GOYENECHE, DIRECTOR DEL DOCUMENTAL LAS ENFERMERAS DE EVITA
El realizador decidió contar la historia de la Escuela de Enfermería de la Fundación Eva Perón, que no sólo buscó cambiar el esquema caritativo por uno humanitario, sino que además involucró en su funcionamiento a las mujeres como nunca antes había sucedido.
› Por Oscar Ranzani
Un año después de la gran conquista social del voto femenino, impulsado por Evita en 1947 durante el primer gobierno peronista de la historia argentina (puesto en práctica por primera vez en la elecciones de 1951), se creó la Escuela de Enfermería de la Fundación Eva Perón. Fue un instituto de vanguardia que revolucionó la manera de enseñar a cuidar a los enfermos y que le otorgó profesionalismo a las mujeres que deseaban brindar un servicio social. Este proyecto formó parte de un plan mayor e integral del gobierno de Juan Domingo Perón que entendía a la salud pública como uno de los pilares de sus medidas políticas. Pero cuando se produjo el golpe de Estado del ’55, autodenominado por los militares que lo provocaron como Revolución Libertadora –nada más paradójico–, la escuela cerró sus puertas y muchas de las mujeres que estudiaron en esa institución popular y de excelencia fueron perseguidas y humilladas. El cineasta Marcelo Goyeneche decidió revisar la historia de esta escuela en el documental Las enfermeras de Evita, que se estrenará mañana en el Espacio Incaa Gaumont. Y lo hizo a través de los relatos de cuatro protagonistas muy cercanas a la abanderada de los humildes: María Eugenia Alvarez, María Luisa Fernández, Lucy Rebelo y Dolores Rodríguez, quienes, a pesar de los años, guardan en sus memorias aquella etapa victoriosa en el campo de la sanidad.
Hace seis años, Goyeneche leyó un artículo en un diario donde se hablaba de la Fundación Eva Perón. Abordaba algunos aspectos de la Escuela de Enfermería, creada en 1948. Al cineasta le había llamado la atención el testimonio de María Eugenia Alvarez, la última enfermera que había visto con vida a Evita. Y, a partir de entonces, comenzó a investigar sobre la Escuela de Enfermería ligada al proyecto de la fundación “que estaba trabajando en conjunto con el Ministerio de Salud Pública, creado por el primer gobierno peronista, donde Ramón Carrillo fue primero secretario de Salud Pública y luego se convirtió en el primer ministro de Salud Pública de la Nación”, comenta Goyeneche en diálogo con Página/12. El director del documental buceó en esa idea de que “para llevar adelante un plan de salud profundo y que alcanzara a toda la población había que tener enfermeras profesionales”, según cuenta el propio Goyeneche. Para darle forma a su película, además de contar con los testimonios de las cuatro mujeres que fueron enfermeras, el realizador también recurrió a imágenes de archivo de noticieros y audios de la época que le otorgan al film carácter de documento histórico, pero trastabilla un poco con la decisión de incorporar algunos fragmentos musicales donde cuatro actrices representan a las enfermeras en una serie de coreografías que no suman demasiado a la historia.
–La Escuela de Enfermería significó el primer cambio para las mujeres bajo gobierno peronista tras la gran conquista del voto femenino, ¿no?
–Sin duda que fue un elemento de cambio porque, por primera vez, participaban activamente, no sólo en la política sino también en la toma de decisiones en un aspecto tan importante como la salud pública. Ellas eran las encargadas de ir a las distintas provincias, de hacer los nexos con los médicos. Ese modelo médico hegemómico se ponía un poco en duda a través de un modelo sanitarista como el de Ramón Carrillo, que hacía una medicina de la prevención y las enfermedades estaban ocupando un rol muy importante.
–¿Mostrar la profesionalización de las enfermeras es, entonces, una manera de profundizar a una escala mayor en aquello que permitió un sistema de salud pública modelo?
–Sin duda. Se tenía en cuenta eso desde el comienzo: la profesionalización de los distintos actores de la salud. Fue un proceso revolucionario porque se erradicaron un montón de enfermedades endémicas, por primera vez se construyeron policlínicos donde la gente más humilde podía llegar ahí a curarse y no a morirse, como iban los pobres a los hospitales. En la película, María Luisa, una de las ex enfermeras, cuenta que antes de 1946 para atenderte en un hospital tenías que tener certificado de pobre. Hay un quiebre, sin duda.
–¿El gran cambio que provocó esta escuela fue el de presentar a la enfermería como un servicio social?
–Hubo varios aspectos importantes de la escuela. El primero fue la participación de las mujeres: en la escuela, las enfermeras manejaban los autos, las ambulancias, tenían equipos de motos y jeeps. Había hasta un equipo de paracaidistas para casos de emergencia en los que no se pudiera llegar por tierra. Tenían preparados los aviones y las enfermeras paracaidistas para arrojarse y llegar a esos lugares. Eran cosas increíbles que hasta el día de hoy uno dice: “¿Pero esto de dónde salió?” Por otro lado, también se entendía a la salud pública como una manera de acercarse al prójimo con un fin humanitario y no con un fin caritativo, como venía haciéndolo la Sociedad de Beneficencia durante 150 años, que era la que manejaba la mayoría de los hospitales de la ciudad de Buenos Aires y del país.
–¿Cómo buscó combinar o equilibrar los recuerdos personales de las protagonistas a través de sus relatos con lo que también pertenece a la memoria colectiva?
–Para mí era un tema central cómo abordar esta memoria colectiva y estos recuerdos puntuales de ellas después de sesenta y pico de años. Y ahí se me metían muchas cosas que a mí me interesan. Primero, el relato oral del pueblo que me parece sumamente importante, pero también el hecho de uno como documentalista, cineasta, investigador, de saber que hay que tomar distancia de estos relatos para entender si son verosímiles o no. Para ello, me leí todos los libros. Y a mí me encanta la historia y la política. Entonces, siempre que empiezo con el tema de una película me pongo a investigar. Por supuesto que los recuerdos de cualquier persona se idealizan con los años, y uno es más protagonista de lo que fue. Eso está siempre presente. Y digamos que la mitología peronista tiene esto: los años peronistas fueron los años de la felicidad donde estaba todo bien. Hay un relato muy fuerte en esa mitología. Yo no lo vengo a cortar o a romper porque no quiero inventar nada del peronismo, pero sí creo que estaba bueno incluir el elemento del musical en esta idealización. Me parece que emotivamente es mucho más fuerte utilizar este recurso. Por eso me metí con el musical para reforzar esta idea.
–¿Considera que el lugar que ocupa la mujer en las decisiones políticas de la actualidad tiene su génesis en las medidas impulsadas durante el primer gobierno peronista?
–Acá no podemos dejar de mencionar a Eva Perón y el papel fundamental que jugó. Yo creo que, más allá de las ideologías, está la ley de inclusión del voto femenino, la participación de la mujer que hace ella a través de la fundación, la creación del Partido Peronista Femenino, mujeres que viajan por todo el país y que terminan siendo cuadros políticos. Al servicio de una ideología, por supuesto, pero está claramente marcado en esto el rol importantísimo que les hizo cumplir.
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