Mar 24.03.2015
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CINE › ADRIáN BINIEZ, DIRECTOR DE EL 5 DE TALLERES, QUE SE ESTRENA ESTE JUEVES

“Soy un bicho raro en el mundo del cine”

El director de la premiada Gigante, radicado en Uruguay, decidió situar su segundo largometraje en el barrio donde se crió, Remedios de Escalada. Biniez dice que el cine argentino suele tener una visión estereotipada y paternalista sobre la clase trabajadora.

› Por Oscar Ranzani

El argentino Adrián Biniez cruzó el charco en 2004 y decidió iniciar su carrera cinematográfica en Uruguay. Pero hay un dato que no puede soslayarse: hasta el momento de irse a vivir al país vecino, Biniez pasó 29 de sus 40 años en la localidad bonaerense de Remedios de Escalada. Esto es importante al mencionar el estreno programado para este jueves en la Argentina de su segundo largo (el primero fue Gigante, que obtuvo el Oso de Plata por el Gran Premio del Jurado, la distinción a la Mejor Opera Prima y el Premio Alfred Bauer en el Festival de Berlín 2009): es que El 5 de Talleres sucede en la tierra natal del realizador, tiene muchos guiños a sus vivencias en el barrio y, por lo tanto, resulta una película mucho más personal que Gigante. El propio Biniez cuenta que la idea del film surgió en una charla que tuvo con un amigo. Estaban hablando del Patón Bonassiolle, otro amigo de Biniez que había sido jugador de Talleres de Remedios de Escalada. “Dijimos qué bueno sería hacer una película sobre un jugador que se retira. Y como era el 5 de Talleres me abría un mundo hacia mi ciudad, mi barrio y ésa fue la esencia. Si era el 5 de Lamadrid o de Fénix no iba a ser lo mismo, porque no me iba a sentir identificado con todo el contexto”, cuenta el director en diálogo con Página/12.

Y El 5 de Talleres tiene como protagonista al Patón Bonassiolle, que en la ficción lo interpreta Esteban Lamothe. El Patón es un jugador de marca fuerte antes que habilidoso. Cuando en un partido lo expulsan y se sugiere que prácticamente se va a perder el resto del campeonato por las fechas que le van a dar, el Patón, con sus 35 años, comienza a pensar seriamente en el retiro del fútbol profesional. Como es un jugador del ascenso, no tiene el futuro económico asegurado. De hecho, cuando no se entrena trabaja como fumigador. Por eso, la decisión no puede tomarla a la bartola. Es ahí que se apoya en su mujer, Ale (Julieta Zylberberg, pareja de Lamothe en la vida real) que tiene los pies sobre la tierra y es la que lleva las riendas de la relación y la que intenta tener una vida más ordenada. Pero El 5 de Talleres no presenta un conflicto de pareja sino que muestra el cotidiano de un hombre y una mujer en la convivencia cuando él se enfrenta al dilema de qué hacer con su vida cuando concluya su etapa de deportista.

–¿Cómo fue recibido el proyecto de la película en el club? ¿Le abrieron las puertas?

–Sí, se coparon muchísimo desde el principio. Y si ellos no hubieran apoyado en nada, la película no habría existido porque no tenía sentido hacerla en otro lado. Es un club grande. La institución tiene dos manzanas, con pista de atletismo, cancha de tenis y también la utilizamos como un estudio de cine, porque había lugares que en la película no aparecen, como el club, pero los recreamos como si fuesen otros espacios. Fue el set, y eso estuvo buenísimo.

–¿Cuánto tiene esta película de lo que usted vivió de chico en Remedios de Escalada y cuánto de ficción?

–Tiene muchísimo de una forma muy tangencial y rara, porque en papeles secundarios y en bolos hay muchos amigos míos que no son actores. Entonces, esas pequeñas cosas tienen mucho significado porque yo me crié con ellos y verlos ahora en una pantalla es rarísimo, como si fuera un documental que funciona así nada más que para mí y para ellos. La parte en que el Patón se plantea terminar el secundario también está ligada a mi propia experiencia.

–¿Su vida desde hace una década en Uruguay influyó en la decisión de hacer una película tan barrial ligada a esas vivencias? ¿Tiene que ver con el desarraigo?

–En algún punto, yo creo que la idea de hacer una película en Escalada me pegó porque yo no estaba viviendo allí. Y tenía una distancia. Por ese lado, sí me pegó. Cuando terminé Gigante, se me ocurrieron tres ideas para una película y ésta era una. Pero al toque me di cuenta de que era El 5 de Talleres la que tenía que hacer porque me generaba emoción. Los otros proyectos me encantaban, pero en un momento quise hacer ésta y dije: “Si después no hago una película más, hice una a tres cuadras de donde vivía y podría servirle al cine”.

–¿Cómo vivió esos días filmando en Remedios de Escalada?

–Muy copado. Por otro lado, todo muy bizarro.

–¿Por qué?

–Bizarro en el sentido de que filmé en lugares que conozco muchísimo. Era muy raro. No era que yo iba a filmar a un bar que no conocía y era toda una mirada nueva. Era filmar lugares que caminé muchas veces. Entonces, había lugares que me parecían hermosísimos para filmar y después ponía la cámara y no eran tan lindos, o había espacios que me parecía que no estaban buenos y descubría que sí lo estaban. Y también filmé sitios que para mí tenían una parte emocional con sólo verlos detrás de la cámara, más allá de que a la gente no le pueda pasar nada cuando los vea y sólo podrá ver una puerta ahí.

–¿Y qué tan cercanos son los personajes a usted y sus amigos?

–El personaje principal es muy cercano a mí porque, en algún punto, tiene mucho de mi personalidad. Yo tomé el nombre de mi amigo, él también fumigaba como lo hace el futbolista de la ficción, pero yo vengo de una familia de clase obrera y, entonces, siempre me sentí muy identificado con ese tipo de personaje. Y no lo he visto mucho en el cine. Me gusta todo tipo de película, soy muy amplio en los gustos, pero hay algo que no sé si lo he visto. Son muy contadas las películas argentinas con las que me he sentido representado. Mi padre fue obrero metalúrgico y siento a la clase trabajadora como la represento. Y si había personajes de este tipo en películas argentinas la mirada nunca me gustaba.

–¿Muy estereotipada?

–Sí, y también muy paternalista, muy miserabilista por momentos. Siempre tenía tragedia. Entonces, era como una cosa que nunca me terminaba de cerrar.

–¿Cree que su película muestra un conurbano menos denso que como lo suele mostrar el cine argentino?

–Yo creo que está bueno que muestren denso al conurbano. Pero me da la sensación de que hay una franja de clase trabajadora que no aparece en el cine. Mucha gente que pertenece a la clase media muestra solamente los límites de la clase obrera o de la clase trabajadora. Creen que la cosa lumpen o marginal es de clase baja y para mí empieza mucho antes. Y hay un mundo completamente rico y heterogéneo de la clase baja.

–En ese sentido, el hecho de que usted presente una historia en la que no hay situaciones límite en el modo de vida de los protagonistas, más allá de una decisión importante, ayuda a definir lo que está señalando.

–Sí, para mí son una forma de representación ciertos gestos, ciertas formas de hablar. La parte económica siempre me parece importante en los personajes. No quiere decir que vaya hacer siempre este tipo de película, pero es algo que me surge. Y, en ese sentido, en el mundo del cine, al viajar y también en la Argentina, me siento un bicho raro. No hablo de si son buenas o malas las películas que hago, o si soy un buen o un mal director. No, eso no tiene nada que ver. Pero siento que no hay muchos como yo. Hay países en los que la cultura trabajadora es muy fuerte, como el caso de Inglaterra. Si se pone a ver, en el pop y en el rock inglés la mayoría de los grupos más famosos son de clase trabajadora: Joy Division, The Smiths, los Beatles mismos. Porque hubo una cultura que se asentó y que durante siglos se fue armando. También fue el primer país industrializado que fue generando eso. Esa cultura se volvió muy fuerte. Y eso no sé si se ve siempre acá.

–¿Sería un error que la definieran como una película deportiva? Porque, en realidad, es un film sobre la crisis del retiro y sobre la vida y la convivencia de una pareja...

–Sí, es exactamente lo que usted dice. Para mí es eso. Tiene un marco deportivo y cuenta otra cosa, aunque también cuenta algo deportivo. Pero definitivamente no es una película sobre fútbol. Hay cuestiones de poder como las hay en cualquier otro tipo de relación. Es un mundo laboral, donde hay metidas mucha pasión y mucha cosa sentimental. Pero no es una película deportiva y punto. Es mucho más.

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