CINE › CANNES > ENTREVISTA A LOS DIRECTORES DE TRES CORTOS QUE SE PRESENTAN EN EL FESTIVAL
Sebastián Schjaer y Martín Morgenfeld, con El pasado roto; Iair Said, con Presente imperfecto, y Mateo Bendesky, con El ser magnético, representarán al cine argentino en Cannes. Los cineastas celebran la invitación, pero no quieren “obnubilarse”.
› Por Oscar Ranzani
A diferencia de lo que sucedió el año pasado, cuando fueron seleccionados tres largometrajes argentinos para el Festival de Cannes (Relatos salvajes, de Damián Szifron, en la Competencia Oficial; Jauja, de Lisandro Alonso, en Una Cierta Mirada, y Refugiado, de Diego Lerman, en la Quincena de los Realizadores), esta edición de la muestra cinematográfica más prestigiosa del mundo tiene como formato predominante, en representación del cine nacional, a tres cortos, al margen de La patota, segundo largometraje en solitario de Santiago Mitre, que fue presentado en la Semana de la Crítica con buena repercusión. Esta decisión demuestra que el corto goza de buena salud al menos en la Costa Azul de Francia, porque sería interesante, como sucede en otros países, que existiera una cultura de exhibición de este formato en la Argentina y que no sea considerado, como muchos piensan, simplemente como el paso previo al largo.
Actor en varios films nacionales, Iair Said elaboró su segundo corto (el primero fue 9 vacunas, que ganó el Bafici 2012) y también lo protagonizó: Presente imperfecto forma parte de la Competencia Oficial de Cannes. Hay otro director que ya pisó tierra francesa: Sebastián Schjaer participó con Mañana todas las cosas el año pasado y en esta edición presentará El pasado roto junto al codirector, Martín Morgenfeld, en la Quincena de los Realizadores. Finalmente, la tríada se completa con El ser magnético, de Mateo Bendesky, que tendrá su première en la Cinefondation, la competencia oficial de Cannes dedicada a escuelas de cine. Tanto Bendesky como Morgenfeld y Schjaer son egresados de la Universidad del Cine (FUC). Y los cuatro directores tienen menos de 30 años, lo que permite inferir una carrera promisoria para cada uno de ellos.
El pasado roto transcurre en un hospital. Allí se encuentra una adolescente que acaba de ser mamá y, tras varios meses de ausencia, irrumpe el padre del bebé (también adolescente) en el sanatorio. Con esta sinopsis breve, Schjaer y Morgenfeld logran un film potente sobre los conflictos de los jóvenes que están en el camino hacia la adultez. “Lo primero que surgió fueron las ganas de filmar en un hospital, que ése fuera el espacio. Nos interesaba que es un espacio anónimo y aun así suele condensar emociones importantes”, comenta Morgenfeld. Y suma Schjaer: “En general, el mundo de las emociones adultas es lo que está más puesto en juego en un hospital. Y buscamos focalizar en cómo se inscribían ahí dos chicos adolescentes que estaban en una zona de transición entre un mundo y el otro. Y en esa bisagra entre estas cosas pensamos inscribir el punto central del corto. Y de ahí también el título”.
Existen conexiones entre este corto de la dupla y el anterior de Schjaer, Mañana todas las cosas, como, por ejemplo, el abordaje de una relación de pareja (o de una ex pareja), en este caso adolescente. “A diferencia de Mañana..., acá los protagonistas son más chicos, pero al igual que en ese corto ninguno de los personajes puede expresar bien en palabras lo que les está sucediendo”, compara Schjaer. “El desafío de la puesta en escena era cómo hacer para narrar. En Mañana todas las cosas fue a través del silencio y en este caso con una palabra que resulta, en un punto, inexpresiva o incompleta para dar cuenta de lo que le pasa a ese personaje. O sea, que la verborragia funciona como una forma de llenar el silencio, pero al mismo tiempo no logra articular un discurso completo”, explica el realizador de 27 años.
Otro tema que permite relacionar un corto y otro es que, en el primero de Schjaer, el cineasta abordaba la maternidad y este último enfoca más en la incipiente paternidad. “La hija de estos dos chicos nunca aparece y, por lo tanto, el problema de la maternidad está todo el tiempo latente en el fuera de campo, pero nunca hay una escena concreta de lo que les pasa a ellos con los hijos, y en ese sentido, hay un abordaje más tangencial y uno nunca ve la relación de ellos con el bebé recién nacido”, afirma Schajer. Al momento de trabajar el mundo interior de un adolescente ambos directores pensaron, según cuenta Morgenfeld, abordar “un momento o una situación muy del orden de lo adulto, como es ser padre, pero al mismo tiempo que, en un momento, eso no se les termina de articular a ellos”. Aunque el cineasta aclara que lo que más les interesaba era “priorizar lo que les pasa a ellos y no lo que el tema le genera a un adolescente en general”.
En relación con la ausencia del protagonista durante un largo tiempo en su relación de pareja y su posterior reaparición en el hospital después de que su novia dio a luz, aparece tangencialmente el tema de la culpa. “Lo interesante de la culpa era que se estrellaba frente a la nada. Pensamos que todo lo que él traía, las emociones que había procesado a lo largo de un tiempo fueran explicitadas en algún momento en particular, pero esas emociones no encontraban ningún lugar de arraigo.” De todos modos, para Morgenfeld, el personaje viene con algo procesado “pero sin saber muy bien qué: siente que tiene que hacerse cargo pero no desde un orden racional sino por una cuestión emocional”. Por eso, para el director, “el personaje no tiene conciencia de esa culpa. Siente que estuvo mal y hubo una ausencia que no debió existir; ahora necesita estar, pero no creo que lo procese como una cuestión de culpa”.
El corto El ser magnético, de Mateo Bendesky, presenta la historia de dos hermanos cincuentones, uno de los cuales promociona un método para obtener la armonía espiritual en consonancia con la buena salud corporal. Lo hace a través de un método que es una suerte de alquimia entre una filosofía religioso-mística combinada con una seudociencia que propone la sanación y a la que denominan “magnetismo filosófico”. “Me interesaba contar la historia de dos hermanos grandes que vivieran juntos en una casa. Y que estos hermanos vivieran bajo una lógica extraña, que fuera una lógica propia; es decir, que ellos estuvieran un poco alejados de la sociedad, pero que esa decisión de estar alejados no fuera absoluta, que no fueran ermitaños sino que, por alguna razón, esta vida rara que tenían, los llevara a estar distanciados”, relata Bendesky sobre la idea germinal del corto.
La historia exuda una cierta ambigüedad entre ese mundo seudocientífico y, a la vez, semirreligioso, en relación con la búsqueda de la salud. El director coincide y señala que cuando empezó a investigar sobre el tema se encontró con una teoría conocida como “magnetismo animal”, “una disciplina que investigó Franz Mesmer”, comenta Bendesky. Y agrega que este alemán “no era un loco sino un tipo al que, en su momento, se respetó bastante, que creía que el cuerpo y toda la vida animal estaban regidos por fuerzas magnéticas”. El realizador afirma que había médicos que aplicaban ese método y después se descubrió que no tenía ninguna base y se lo desestimó. “Pero me encontré con esa disciplina y me gustó la idea de una especie de pseudo religión armada con una mezcla de eso, cosas del New Age, de las artes marciales y cierta cuestión judeocristiana”, subraya Bendesky.
Pero todo aquello que parece una genuina manera de vivir, pronto se transforma en lucro cuando el protagonista promociona el libro con su método por un video que cuelga en Internet. Ahí es donde su “teoría” entra en una zona de ambigüedad entre el mensaje que brinda y lo que él hace. “La idea era jugar con la ambigüedad de no definir si ellos creen o no en esto. Ellos practican ciertas actividades y lo hacen en serio. Y están muy atravesados por el mandato familiar y por esta especie de sistema creado por su padre, el contador fallecido que inventó este asunto y que mencionan en el video”, sostiene Bendesky.
A partir de una experiencia personal, Iair Said realizó el corto Presente imperfecto. A raíz de un confuso regalo que recibe el protagonista, éste reflexiona sobre cómo lo ven los demás. Said tiene experiencia como actor: trabajó en Mi primera boda y Vino para robar, de Ariel Winograd, y Masterplan, de Diego y Pablo Levy, entre otras películas. Y Presente imperfecto es el segundo corto que actúa y dirige. “Es mucho más difícil, por un lado, y por otro, más fácil”, reconoce respecto de cumplir ambos roles en un mismo trabajo. “A éste traté de ir con los planos preparados. Es muy difícil estar yendo a ver la toma, te tenés que rodear de personas en las que confiás mucho. Y también es más difícil dirigir desde adentro la actuación de los compañeros y la propia, porque no tengo tanto registro de lo que estoy haciendo ni de lo que están haciendo mis compañeros, pero yo lo escribí conociendo mis limitaciones y sabiendo hasta dónde puedo dar. Y lo que es más fácil, soy el protagonista y no tengo que estar explicándole eso a nadie. Entonces, ya sé de qué manera lo que quiero contar y es más fácil hacerlo que dirigir a alguien que lo haga”, comenta Said.
El director tiene como costumbre cambiar siempre los regalos que le hacen para su cumpleaños. “Me gusta ir al lugar donde lo compraron a ver qué es lo que hay para elegir. Prefiero que me regalen cualquier cosa así puedo ir a ver por más que me guste el regalo que me hicieron. Me da posibilidades de elegir, me divierte y me da intriga pensar qué otras opciones había y por qué tal persona eligió eso para mí y no eligió otra cosa”, explica Said. Justamente, este corto está relacionado con la mirada de los demás (y con lo que el personaje piensa que la gente piensa de él) y todo se dispara cuando se pregunta por qué le regalaron algo. “Es un tema que me interesa porque la mirada de los demás es importante. Y quería llevar eso mezclado al verano en la ciudad cuando uno no tiene nada para hacer y cuando la mirada de los otros se convierte en un objetivo diario”, subraya Said.
Por lo expuesto, el director da a entender que la historia tiene un tinte autobiográfico, aunque reconoce: “La del personaje es una neurosis mucho más caricaturizada, yo soy neurótico y me importa la mirada de los demás, pero no soy tan enroscado a ese nivel. Tampoco es una anécdota verídica. Quería sofisticar un poco mi cortometraje anterior, con otra manera de filmar. Este corto es más surrealista: ocurren cosas que son extrañas y no parece tan realista ni tan unidireccional”, analiza el director.
Said entiende que, más allá que el de Cannes es un festival muy prestigioso y muy importante, no hace mejor ni peor a su trabajo, “sólo que le da más notoriedad y sirve para la difusión, para que más gente lo conozca y para poder hacer negocios, venderlo. O que puedan financiarme el próximo proyecto”, desea. Reconoce el valor de esta selección, pero tampoco cree que los directores deban obnubilarse: “No creo que ahora que mi corto está en Cannes sea mejor que el anterior que no estuvo ni que otros cortos que no están en Cannes sean peores que éste. Es un poco de suerte y un poco de mezcla de un montón de cosas”, afirma. En líneas similares opina Schjaer cuando sostiene que los festivales “tienen una vara de legitimación que si uno no la toma con cuidado puede ser un poco peligroso. Ayudan a legitimar o a pensar que lo que uno hace tiene una dirección o un sentido que es más o menos bueno. Y, al mismo tiempo, que exista esa legitimación no debe impedir que haya un montón de miedos, inseguridades y búsquedas que, en este caso, salieron bien, pero que también uno quiere seguir explorando”. En ese sentido, Schjaer imagina que el hecho de que su corto haya quedado obedece, en buena medida, a la “suerte”, pero también espera “que no impida que uno se siga haciendo las mismas preguntas que si no hubiera quedado. Si el corto no hubiera quedado, uno tendría un montón de interrogantes y dudas sobre lo que hace y me parece que el peligro con los festivales y más con éste es que uno se deje de hacer preguntas”, admite el realizador.
Su coequiper Morgenfeld adhiere a lo expuesto por Schjaer y agrega: “Me pone contento no sólo por las puertas que abre sino también porque es una oportunidad para mostrar el trabajo de uno a mucha gente, que se interese por verlo. Cuando uno lo filma, no sabe si lo van a ver diez amigos o si, de repente, lo puede ver incluso mucha gente de lugares muy distintos que, de otra manera, probablemente no tendrían acceso. Y siempre me pareció interesante el ida y vuelta, que alguien de un país extraño se te acerque y te diga qué le pareció”, completa Morgenfeld. En ese tono, Bendesky expresa: “Desde lo personal, es una alegría gigantesca y es un reconocimiento a mi trabajo. Después, me gustaría que fuera un espacio de exposición que le abra las puertas en distintos circuitos a este corto. Yo estoy desarrollando ahora otro proyecto de largometraje y espero que pueda servir estar en Cannes para que ese proyecto consiga financiación”.
* El pasado roto y El ser magnético se exhiben el jueves 21; Presente imperfecto se pasará el viernes 22.
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