CINE › MOTIVACION CERO, ESCRITA Y DIRIGIDA POR TALYA LAVIEMOTIVACION CERO, ESCRITA Y DIRIGIDA POR TALYA LAVIE
› Por Diego Brodersen
Si algo no se le puede pedir a Motivación cero es una toma de posición sobre el conflicto en el territorio de Israel/Palestina: no la tiene ni la necesita. De hecho, a pesar de transcurrir casi en su totalidad en una base militar del sur del país en medio del desierto –y, en gran medida, en una pequeña oficina administrativa–, el espectador no encontrará aquí discusiones sobre estrategias u operaciones de combate y, mucho menos, respecto del accionar del ejército israelí en la región. La ópera prima de la realizadora Talya Lavie tiene como protagonistas a un grupo de chicas de poco más de dieciocho años, quienes a regañadientes dejan pasar los días y meses del servicio militar obligatorio. Más cerca de un Las colimbas se divierten que del tratado satírico –aunque algo de sátira se cuele entre los resquicios–, Lavie elige un tono que muta permanentemente, cruzando algunas constantes de la teen movie con la comedia negra. Y se las arregla para tirar algunos dardos sobre la institución (una de las chicas vuelve del campo de entrenamiento repitiendo slogans, como en una versión ultra light de Nacido para matar) sin que por ello el film pueda ser interpretado como una crítica a la militarización o al sistema social al cual pertenece.
La única diversión de las chicas parecen ser las competencias de “Campo Minado” en la computadora (la acción transcurre unos diez años atrás) y la charla no tan amistosa sobre muchachos y otras yerbas, mientras el papeleo se acumula sobre mesas y estantes. Pero una de ellas, Zohar, está preocupada por algo más importante: perder su virginidad, aparentemente la única en existencia en el campo. Su mejor amiga, Daffi, anda con otras cosas en la cabeza, fundamentalmente conseguir un traslado que la ubique detrás de otro escritorio, en alguna oficina central en Tel Aviv. Como en todo film de soldados rasos que se precie, hay una superiora que intenta poner orden y tiene entre ceja y ceja a las chicas –en particular a la rebelde Zohar–, pero no se trata tanto de un reservorio de villanía como de un una típica figura de autoridad, reflejo a su vez de la medianía burocrática del organismo.
Motivación cero nunca termina de ponerse seria y está muy bien que así sea: hay algún chiste de “mal gusto” sobre la Shoá, una guerra de engrapadoras y un uso casi surrealista de papel triturado (uno de los roles de las chicas en plena migración al correo electrónico es la destrucción de documentos físicos). Esa seriedad no llega ni siquiera ante el sangriento suicidio de una falsa colimba al comienzo del film y una escena de seducción que termina en intento de estupro. Si algo decide a la realizadora a bajar un poco de línea es el rol de la mujer dentro de la estructura militar y, por extensión, de la sociedad israelí en su conjunto, de servir café y masitas a paliar la abstinencia sexual de algún soldado necesitado. Pero sin abandonar nunca ese tono ligero que puede ser visto –dependiendo del punto de vista– como una limitación narrativa o la mayor virtud de un film que no termina de sorprender, pero tampoco se entrega por completo a los lugares comunes.
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