CINE › “CAMINANDO SOBRE EL AGUA”, DE EYTAN FOX
Punto de vista gay para un film con más temas de los que puede abarcar.
› Por Luciano Monteagudo
Dirección: Eytan Fox.
Guión: Gal Uchovsky.
Fotografía: Tobias Hochstein.
Música: Ivri Lider.
Intérpretes: Lior Ashkenazi, Knut Berger, Caroline Peters, Gideon Shemer, Hanns Zischler.
Eyal trabaja para el Mossad, el servicio secreto israelí, y es un agente perfecto: disciplinado, eficiente, capaz de matar a sangre fría sin problemas de conciencia, como lo expone la secuencia inicial, cuando en Estambul asesina limpiamente a un líder de Hamas delante de su mujer y de su pequeño hijo. De regreso en Tel Aviv, sus compañeros celebran el éxito de la misión con una copa de champagne y su superior pronuncia las palabras del brindis: “Por Eyal, que ama su profesión”. Pero a lo largo de Caminando sobre el agua esa excelencia será puesta en crisis, una y otra vez, por distintos motivos, que se van acumulando como si fueran los capítulos de una telenovela.
Presentado en la apertura de la sección Panorama de la Berlinale 2004, Walk on Water es el tercer largometraje de Eytan Fox, un director israelí que ya había llamado la atención con su film anterior, Yossi & Jagger, donde contaba la historia de amor que surgía entre dos reclutas de las Tsáhal, las Fuerzas de Defensa Israelíes. Y aquí en Caminando sobre el agua el punto de vista gay vuelve a ser determinante en el viraje que le da a su vida el agente secreto Eyal (a cargo de Lior Ashkenazi, el protagonista de otro hit israelí, La mujer de mi vida), cuya particularidad es que no puede llorar, porque tiene los lagrimales secos.
La siguiente misión de Eyal implica averiguar el nuevo paradero de un viejo jerarca nazi “que vivió protegido en Argentina durante todos estos años” (Mossad dixit) y eventualmente arrancarle lo poco que le queda de vida. Para ello deberá hacerse pasar por el guía turístico de su nieto Axel (Knut Berger), que llega por primera vez a Israel para convencer a su hermana –¡que expía sus culpas familiares trabajando en un kibbutz!– de que regrese a Alemania. En sus nuevas funciones, deberá ganarse la confianza de Axel, de quien Eyal –formado en la cultura machista de los boy scouts y el ejército– poco a poco va descubriendo algunas facetas que le resultan sorprendentes. Por ejemplo, que Axel prefiera las canciones románticas de Gigliolla Cinquetti a las del viril Bruce “Boss” Springsteen o que tenga un amplio conocimiento acerca de quiénes están circuncidados y quiénes no en el mapa masculino internacional.
Sería por lo menos imprudente contar más del argumento de Caminando sobre el agua, no sólo porque se arruinarían al eventual espectador varias vueltas de tuerca, sino también porque son tantos los tópicos que intenta abordar el guión de Gal Uchovsky que la estructura del film le resulta insuficiente para contenerlos. Machismo, homofobia, racismo, memoria histórica o el eterno conflicto entre razón de Estado vs. conciencia individual son sólo algunos de los temas que la película de Fox tira a la mesa de debate, uno detrás de otro, sin detenerse particularmente en ninguno. A pesar de esa saturación, que da lugar a más de una situación improbable o simplemente disparatada, la película –lustrosa, visualmente llamativa de un modo publicitario– nunca deja de ser una rara avis, un objeto de curiosidad, por el desparpajo con el que propone un insólito camino de purificación para ese killer que no conoce el sabor de las lágrimas.
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