CINE › “LA CIUDAD DEL PECADO”, DE FRANK MILLER Y ROBERT RODRIGUEZ
El mejor cóctel de comic y cine
La cartelera porteña se tiñe de pop y de pulp con dos películas que sólo Hollywood parece capaz de producir pero que, a su vez, se rebelan contra su conformismo y sus estereotipos. El historietista Frank Miller finalmente se dio el gusto de llevar su pluma a la gran pantalla de la mejor manera posible, mientras que Tim Burton se muestra más feroz que nunca.
› Por Martín Pérez
Alguna vez, Jean-Luc Godard dijo algo así como que todo lo que se necesita para comenzar una película es una mujer con una pistola. Pues bien, al final de La ciudad del pecado, Robert Rodríguez y Frank Miller presentan por si fuera poco un batallón de prostitutas en ropa interior con ametralladoras. Pero si hay que resumir de alguna manera a esta obra de arte post-todo es con la frase chico-conoce-chica. Porque así arranca la adaptación de la excesivamente noir historieta del mítico Miller, con un chico de traje conociendo a una chica en una terraza, con la ciudad en brillante blanco y negro titilando detrás de ellos. Pero, justo en ese momento, entrecruzando de manera algo cruel aquella frase de Godard con ese clásico resumen del argumento cinematográfico más recurrente de todos: chico-conoce-chica, sí, pero en La ciudad del pecado esa chica, más tarde o más temprano, seguramente estará muerta.
Al comenzar los noventa, luego de pasar a la historia en el mundo del comic estadounidense moderno reviviendo superhéroes moribundos, Frank Miller decidió independizarse y crear su propio mundo, homenajeando a la serie negra más negra de todas. Con Mickey Spillane en la cabeza antes que Raymond Chandler, con una exacerbada melancolía siempre demasiado cerca de la parodia y un furioso humor negro cuasi gore disfrazado de estética, Miller creó Sin City, una excusa para llevar hasta el extremo sus experimentos con el blanco y negro, con sus héroes sin superpoderes pero no por eso menos capaces de recibir (y dar) los golpes más imposibles y con chicas-objeto cada vez más estilizadas y peligrosas. Después de intentar sin éxito durante mucho tiempo hacer pie en Hollywood, Miller terminó encontrando en Robert Rodríguez a un cineasta decidido a trasladar literalmente sus historietas al cine. Tan literal es el experimento que Rodríguez incluso renunció a la Asociación de Directores cuando le prohibieron compartir el rubro dirección con un historietista. Porque Rodríguez pensaba, con razón, que Miller había sido tan director como él en esta adaptación a la pantalla grande de una historieta como nunca antes se había visto en, justamente, la pantalla más grande de todas: una en la que caben las mejores estrellas de un Hollywood cada vez más pusilánime, y que sin embargo aceptó como propia a una película llena de violencia enferma, cuasi hardcore y excesivamente estilizada, digna de tiempos violentos como los de este mundo pos-todo.
Pos-guerra de Irak, pos-apocalíptico, pos-corrección política, posmoderno. Desquiciado objeto artístico, casi una instalación del mundo hardboiled calentado a baño maría por una sociedad a la que parece no importarle nada, La ciudad del pecado es el estetizado lodo de medio siglo de cultura popular vendida a través de los medios masivos. Como aquel viejo sketch en el que su protagonista imaginaba a las estrellas más famosas del mundo actuando en un proyecto menor sólo porque “les gustó la idea”, a todos parece haberle gustado la idea de Rodríguez. Con una pequeña ayudita de su amigo Quentin Tarantino, en cada encuadre hay una estrella cool, desde el durísimo Bruce Willis hasta la ascendente Jessica Alba, desde el incombustible Rutger Hauer hasta el post-hobbit Elijah Wood, desde el redivivo Mickey Rourke hasta el deformado Benicio del Toro... y siguen las firmas.
Compilando tres largas historias en más de dos horas de película, la película de Rodríguez es el equivalente cinematográfico a pasarse toda una noche hasta el amanecer leyendo una colección completa de historietas. Olvídense de las adaptaciones de comics de superhéroes que son plaga en Holly- wood últimamente, La ciudad del pecado es otra cosa, es lo más parecido a atravesar esa maniática obsesión que empuja a leer y leer en medio de la noche, pasando página tras página de historieta. Y no de una historieta cualquiera, sino una de las más duras y enfermas de un mundo enfermo. Puede llegar a ser agobiante, es verdad, pero recorrer las historias de Frank Miller de la manera en que lo ha hecho Rodríguez es también el sueño de un fan del género hecho realidad.
Con Willis, Rourke y Clive Owen como los sucios e intercambiables caballeros de cada una de sus historias de damas en peligro y hombres al combate, La ciudad... es una película llena de vísceras, sangre y crueldad bien a la altura de la maldad de sus malos. Tal vez el principal problema recaiga en que la mejor historia, la del tan bien recuperado Mickey Rourke, es prácticamente la primera. Y todo lo que viene después en este paraíso/infierno del blanco-más-blanco y el negro-sobre-negro sólo puede ser más de lo mismo. Pero, al mismo tiempo, es tan distinto (o digno, vaya uno a saber) de todo lo que lo rodea que es casi un milagro cinematográfico. O historietístico, qué duda cabe.
8-LA CIUDAD DEL PECADO
Sin City. Estados Unidos, 2005
Dirección: Frank Miller y Robert Rodríguez.
Director invitado: Quentin Tarantino.
Guión: F. Miller, basado en su historieta Sin City.
Fotografía y montaje: Robert Rodríguez.
Música: John Debney, Graeme Revell y R. Rodríguez.
Intérpretes: Bruce Willis, Mickey Rourke, Clive Owen, Jessica Alba, Rosario Dawson, Jamie King, Brittany Murphy, Benicio del Toro, Nick Stahl, Elijah Wood, Michael Clarke Duncan, Carla Gugino, Josh Hartnett, Michael Madsen, Rutger Hauer y otros.
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