CINE › CICLO DE GRANDES CLASICOS DEL CINE JAPONES EN INCAA TV
Kenji Mizoguchi, Yasujiro Ozu y Akira Kurosawa fueron tres de los más extraordinarios realizadores del período clásico de ese origen y de cualquier otra nacionalidad. Y el ciclo que empieza esta medianoche ofrece sus gemas más preciadas.
› Por Diego Brodersen
No todo es cine celeste y blanco en Incaa TV. Como muestra valen cinco botones japoneses, manufacturados por tres de los más grandes realizadores del período clásico de ese origen y de cualquier otra nacionalidad. Kenji Mizoguchi, Yasujiro Ozu y Akira Kurosawa conforman algo así como la Santa Trinidad del cine nipón y siguen siendo, muchos años después de su muerte, los cineastas más conocidos y consagrados tanto en su país como en el extranjero, embajadores de la cultura cinematográfica japonesa y, al mismo tiempo, creadores absolutamente universales. Mizoguchi, nacido en 1898 en el distrito de Asakusa, en Tokio, comenzó su carrera cinematográfica en la creciente industria de los años ’20, todavía en pleno período silente, pero sólo fue conocido en Occidente luego de la presentación en el Festival de Venecia, en 1952, de su película La vida de Oharu. Si para la mirada occidental se trataba de todo un descubrimiento, el veterano realizador ya contaba con casi noventa títulos en su filmografía. Dos años más tarde volvería a pisar las góndolas venecianas con otro largometraje, El intendente Sanyo, que terminaría llevándose el León de Plata, segundo premio en importancia de ese festival.
Basada en una vieja leyenda budista, El intendente Sansho (Sansho dayu) reflexiona sobre temas como la esclavitud y la opresión del hombre por el hombre a partir de la historia de una madre separada de sus dos pequeños hijos. Mientras que la mujer es vendida y obligada a prostituirse en una lejana isla, sus hijos son sometidos al trabajo esclavo desde muy temprana edad. Como en otras películas de Mizoguchi se sufre. Y mucho, particularmente si se lleva nombre y ropa de mujer, y aquí el tono se acerca por momentos al de una tragedia clásica. La interpretación de Kinuyo Tanaka, una de las grandes actrices del cine japonés de todos los tiempos, es poco menos que sublime, y la película incluye al menos tres secuencias de antología, entre ellas el final, uno de los más bellos, devastadores y emocionantes en la historia del cine. Con El intendente Sansho –que abre estas proyecciones de Incaa TV hoy a la medianoche– y otras películas del mismo período, como Ugetsu monogatari y La vida de Oharu, Mizoguchi tocaba el techo de su genio creativo en el último tramo de su carrera.
Precisamente es Oharu la siguiente en la lista de exhibiciones del ciclo Maestros del cine japonés, otro melodrama histórico cuya protagonista relata en forma de flashback su caída social y personal, desde un pasado como joven concubina hasta un presente de prostitución callejera. Nuevamente con Tanaka como protagonista (y una breve aparición del enorme Toshiro Mifune), Mizoguchi reúne en este film muchos de sus intereses temáticos –la violencia sobre la mujer, la degradación del estatus social, las geishas, las prostitutas– y lleva a un grado máximo de exquisitez sus tradicionales marcas de estilo: el uso del plano secuencia, la dirección de actores –a mitad de camino entre el naturalismo y la estilización teatral–, y un esforzado trabajo de fotografía que nunca (pecado mortal) cae en el pintoresquismo. La novela de Ihara Saikaku en la cual se basa, Vida de una mujer galante (ese es el título original del film en idioma japonés), es un relato picaresco que hace gala de un gran sentido del humor, pero Mizoguchi y su habitual guionista Yoda Yoshigata lo transforman en un tratado sobre la trascendencia a través del sufrimiento cotidiano.
Una semana más tarde le llegará el turno al último largometraje realizado por Mizoguchi, poco antes de su temprana muerte como consecuencia de una avanzada leucemia: La calle de la vergüenza. Como su nombre lo indica, se trata de otra película protagonizada por “las mujeres de la noche”, aunque en este caso el director no vuelve su mirada hacia el pasado remoto sino al más coyuntural presente. El film se estrenó en Japón durante las discusiones en el Congreso de las leyes que terminarían aboliendo la prostitución legal y ese contexto es tema central de conversación entre los personajes. Retrato del fin de una era y, al mismo tiempo, elaborado melodrama sobre la relación de las prostitutas con el resto de la sociedad, La calle de la vergüenza es un dignísimo broche de oro a una filmografía integrada por una ingente cantidad de grandes películas y un puñado de indiscutibles obras maestras.
El sábado 23 le llegará el turno a Yasujiro Ozu, el gran cronista de la clase media urbana japonesa de posguerra. Cuentos de Tokio (1953), tal vez el film más conocido del cineasta, narra la visita de unos abuelos a sus hijos y nietos en la gran ciudad. Previsiblemente, la reunión familiar dista de tener resultados armoniosos, poniendo de relieve algunas de las cuestiones que interesaban al director durante los últimos años de su vida: el enfrentamiento entre tradición y modernidad, la crisis de valores, la búsqueda de la felicidad versus las obligaciones. Lejos de ser dueño de una mirada conservadora, como muchos aún se empeñan en destacar, Ozu ponía de relieve estos temas en una discusión dialéctica que atraviesa toda su filmografía desde Primavera tardía (1949), una de sus grandes obras, hasta su último largometraje, El gusto del sake (1962).
Un poco más joven que Ozu y Mizoguchi, Akira Kurosawa nació en 1910 y su primer largometraje fue producido en plena Segunda Guerra Mundial. Incaa TV exhibirá el film que lo hizo internacionalmente famoso y que, gracias el León de Oro obtenido en Venecia en 1951, abrió las puertas para que el cine japonés en particular (y el asiático en general) comenzara a circular por las salas de cine de todo el mundo. Rashomon, basada en dos cuentos del escritor Ryunosuke Akutagawa, con sus múltiples puntos de vista sobre un mismo hecho criminal, sigue siendo una favorita en las escuelas de cine y anticipa algunos aspectos del cine moderno –por oposición al modelo clásico– que no tardaría mucho tiempo más en dar sus primeros pasos. Toshiro Mifune es el pícaro asaltante de caminos que se topa con una bella princesa (Machiko Kyo, con maquillaje fantasmal) y no puede evitar tomar posesión de ella y de los bienes materiales que la acompañan. Como casi siempre en Kurosawa, la mirada humanista aflora cerca del final; un humanismo que, sin embargo, no puede evitar tonalidades de angustiado dolor por el estado del mundo de ayer y de hoy.
* Los días de las exhibiciones del ciclo Clásicos (Maestros del cine japonés) son los siguientes, siempre a las 24 horas: sábado 2, El intendente Sansho (Sansho dayu); sábado 9, La vida de Oharu; sábado 16, La calle de la vergüenza; sábado 23, Cuentos de Tokio; y sábado 30, Rashomon.
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