CINE › “VUELO 93”
› Por L. M.
Casi todo lo que sucedió la mañana del 9 de septiembre de 2001 a bordo del vuelo United 93 puede decirse que es una presunción. De acuerdo con la comisión investigadora oficial, quince minutos después de que el segundo avión se estrelló contra la torre sur del World Trade Center de Nueva York, un controlador de vuelo de United Airlines comenzó a transmitir alertas a sus aviones (incluyendo al vuelo 93), advirtiendo a los pilotos acerca del peligro de “intromisión en las cabinas”. Sin embargo, se calcula que apenas un par de minutos después de haber sido emitido ese mensaje de alerta, los secuestradores ya habían tomado control del avión.
De acuerdo con testimonios de familiares de las víctimas, que llegaron a tener noticias a través de llamados y mensajes de los teléfonos celulares de los pasajeros a bordo (una fuente indispensable para la confección del guión), después del desconcierto y el miedo inicial, y concluyendo cuál iba a ser su destino, el pasaje habría intentado una rebelión desesperada contra sus captores. Pero a las 10.03 de esa mañana clara y luminosa, 35 minutos después de haber sido desviado, el vuelo United 93 se estrelló en un campo de Pennsylvania, en el que murieron todos: 33 pasajeros, siete tripulantes y cuatro secuestradores.
Si hay algo que no puede dejar de reconocerse a Vuelo 93 es su seriedad. El director inglés Paul Greengrass, exitoso en Hollywood gracias al thriller La supremacía Bourne (2004), se formó en el realismo de la televisión británica y su carta de presentación internacional fue Domingo sangriento (Oso de Oro de la Berlinale 2002), crónica de aquel fatídico bloody Sunday de 1972 en el que la represión indiscriminada del ejército inglés desató la guerra civil en Irlanda. En este sentido, Vuelo 93 tiene varios puntos en común con ese antecedente: está basado en una tragedia histórica, trabaja la ficción a partir del registro más realista posible y evita deliberadamente caras famosas y nombres de estrellas en el elenco para hacer más creíble y cercano su drama. Pero a diferencia de lo que sucedió en Irlanda, que fue registrado por más de una cámara, aquí Greengrass debió construir el film a partir de lo que él mismo ha llamado “una verdad creíble”, que incluye una probable pero también hipotética actitud heroica del pasaje.
Para dar cuerpo a esa verdad, Vuelo 93 prescinde de música y narra todo el prólogo con una minuciosidad de detalles digna de un documental: desde la rutina de trabajo en el aeropuerto hasta los rezos y los nervios de los cuatro musulmanes antes de subirse al avión, todo está descripto de manera meticulosa y sin énfasis, lo que potencia a su vez el carácter trágico de los personajes, víctimas y victimarios, que avanzan inexorablemente hacia un destino que sólo el espectador conoce. Una vez en vuelo, Greengrass evita el efecto Aeropuerto y circunscribe las historias individuales al mínimo indispensable: a partir de allí, el film transcurre en tiempo real y se limita a los hechos concretos. La cámara siempre filma desde un punto de vista humano (no hay ninguna toma del exterior del avión en vuelo), y si Greengrass sale del interior del aparato es sólo para dar cuenta de lo que sucede paralelamente en el centro de control aéreo, donde primero cunde el desconcierto, después reinan los nervios y finalmente la desesperanza. Se diría que en esta concentración dramática, en la decisión de ceñirse a dos únicos interiores cargados de tensión, está el mayor mérito narrativo del film, que cuenta con un estupendo trabajo de cámara (muchas veces en mano) de Barry Ackroyd, el fotógrafo habitual de Ken Loach. Dicho esto, es difícil sin embargo abstraerse a la incómoda sensación de vacío e incertidumbre que deja Vuelo 93 al finalizar la proyección. Está claro que el film no fue concebido a la manera de un mero entretenimiento (como tantas películas de acción que acontecen a bordo de un avión). Pero lo que sucede con el film de Greengrass es que tampoco propone ningún tipo de reflexión sobre aquello que narra, ni se hace cargo de la hipótesis que presenta. Pareciera que hay aquí una crónica detallista, escrupulosa, incluso fiel de un episodio que quizá nunca ocurrió de esta manera.
(United 93) EE. UU., 2006.
Dirección y guión: Paul Greengrass.
Fotografía: Barry Ackroyd.
Música: John Powell.
Intérpretes: JJ Johnson, Gary Commock, Polly Adams, Opal Alladin, David Alan Basche, Richard Bekin, Khalid Abdalla, Lewis Alsamari, Omar Berdouni.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux