CINE › PASANTE DE MODA, DE NANCY MEYERS, CON ROBERT DE NIRO
› Por Ezequiel Boetti
It’s Complicated. Así se tituló el film anterior como directora de la reconocida guionista Nancy Meyers (Lo que ellas quieren, Alguien tiene que ceder), y así también podría definirse la situación laboral y personal de la protagonista de su último trabajo, Pasante de moda. Jules (Anne Hathaway) es una self-made woman que construyó su emporio textil desde los cimientos y ahora se debate entre aceptar la propuesta de los inversores y contratar un CEO con el know how adecuado para resolver los problemas logísticos y técnicos de una expansión ultraveloz, o seguir cargando solita y sola con todo el peso de la responsabilidad gerencial. Los vientos de cambio también soplan fuerte puertas adentro del hogar, cuando la frustración de su marido, quien dejó una promisoria carrera como diseñador para ocuparse de los quehaceres domésticos y el cuidado de la hija en común, empiece a corporizarse en un evidente malestar. Es en ese contexto que aparece el setentón Ben (Robert De Niro) como flamante incorporación a la empresa a raíz de un programa de pasantías para mayores.
Las miradas de reojo, en especial de la jefa, serán una norma en medio de un ámbito laboral similar al de una agencia de publicidad palermitana: moderno, cool, dominado por el diseño y la búsqueda de un ambiente descontracturado. Pero los murmullos mutarán en admiración a medida que avancen los minutos y Ben se muestre atento y solidario con el prójimo. La parábola narrativa tiene su lógica. Al fin y al cabo, el choque etario es una de las recurrencias de varios de los trabajos guionados y/o dirigidos por Meyers, con El descanso-El amor no se toma vacaciones como máximo y mejor exponente. El problema es que la realizadora aquí no parece demasiado dispuesta a entender los cambios generacionales, utilizando ese choque como una vía sólo para revalidar los usos y costumbres anacrónicos de la “vieja escuela” humana y laboral. Se entiende, entonces, que Ben luzca como uno de esos tipos que parecen sabérselas todas. Que en varios momentos parezca que efectivamente se las sabe todas es menos mérito de Meyers que de la capacidad de De Niro de transmitir conocimiento, calma, sapiencia, seguridad y paz interior con una facilidad extraordinaria, marcando una vez más que el naturalismo actoral le sienta mucho mejor que el histrionismo o la gesticulación exagerada.
Amena como cerveza liviana en verano, con personajes amables hasta lo buenudos a los que difícilmente pueda pasarles algo malo y narrada con la tersidad habitual de Hollywood, Pasante de moda es una de esas películas con la cual es imposible enojarse, aun cuando se note en ella una preocupación mayor por provocar efectos sobre el espectador que por la creación de situaciones coherentes con las reglas de su universo ficcional.
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