Sáb 26.09.2015
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CINE › HOY SE ENTREGAN LOS PREMIOS EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIAN

Una “tapada” argentina en tierra vasca

Programada en la sección Nuev@s Director@s, la ópera prima de Eugenio Canevari es un film del que pocos habían oído hablar, pero que ya ha sido mentada por varios periodistas especializados como un auténtico descubrimiento.

› Por Diego Brodersen

Desde San Sebastián

Recta final del 63 Festival de San Sebastián: las últimas proyecciones tendrán lugar hoy sábado en las salas que se encuentran desperdigadas en el centro de la ciudad, pero los films que integran las distintas competencias ya han sido presentados en su totalidad y los jurados han deliberado –como corresponde– a puertas cerradas. Hoy por la noche se conocerán los ganadores de las famosas Conchas de Oro, en un evento que será televisado en vivo por la RTVE y que, como todo habitante del lugar sabe, deben su nombre a la particular forma que adopta la costa de Donostia en el que tal vez sea su sitio más emblemático. Eso, claro, y los pequeños bares de pinxchos que hacen que el visitante suba el nivel de exigencia de sus requerimientos gastronómicos durante la estadía. No es casual que el festival incluya una sección dedicada a la comida en el cine y es de esperar que el año que viene ese encuentro entre gastronomía (u hostelería, como le llaman por aquí) y la sala oscura se potencie hasta límites insospechados: San Sebastián ha sido elegida como Capital Europea de la Cultura 2016.

Dejando de lado el jamón, los chipirones y las cañitas al paso, el Donostia Zinemaldia presentó en su sección Nuev@s Director@s la ópera prima del argentino Eugenio Canevari, participante el año pasado de Cine en Construcción. Paula es una auténtica “tapada”, un film del que pocos habían oído hablar y que ha sido mentado por varios periodistas especializados como un auténtico descubrimiento (un reconocido crítico británico llegó a confesar entre colegas que era la mejor película que había visto en el Festival). El punto de partida puede hacer pensar un poco en el cine de Lucrecia Martel pero Paula tiene su propia agenda de forma y contenido: el film transcurre en una estancia del interior (fue rodada en Pergamino) y tiene como protagonistas a un matrimonio –integrante de esa típica pequeña burguesía de pueblo chico– y a una de sus empleadas, la Paula del título. En realidad, la chica está fundamentalmente a cargo de los hijos de la pareja, aunque sus tareas incluyen cuestiones domésticas como ir al pueblo con su scooter a hacer las compras del día.

Así la presenta la película, aunque ya en ese primer viaje queda claro que otras cuestiones andan preocupándola, aunque nadie alrededor parezca darse cuenta: hay un noviecito que no aparece y la súbita necesidad de vender la moto. Si bien la película toca varias cuestiones de manera generalmente sobria y sin caer en caricaturas (hay alguna excepción menor, de todas formas), el aborto y su carácter ilegal en la Argentina se transforman más pronto que tarde en las preocupaciones centrales del relato. Dos escenas de enorme carga simbólica dan cuenta de las diferencias de clase a la hora de tomar la determinación de discontinuar un embarazo no deseado y con apenas unas miradas Paula, la película, logra decir más que con cien palabras al respecto. La actuación concentrada y reservada de Estefanía Blaiotta es fundamental en el éxito del film y el punto de vista de su personaje es el que permite poner en tensión el choque de niveles sociales. Un más que auspicioso debut el de Canevari, aunque quiso el azar que la exhibición en otra sección de Paulina (título internacional de La patota, el film de Santiago Mitre) generara alguna que otra confusión entre los espectadores.

En la Sección Oficial, en tanto, pudieron verse otro puñado de películas, como la china Back to the North, de Liu Hao, interesante retrato familiar con el trasfondo de una China fabril que tiene como evidentes referentes cinematográficos a Jia Zhangke y a Wong Kar Wai, o la québécois Les démons, de Philippe Lesage, que arruina una inteligente y atractiva mirada sobre un púber y su entorno familiar y escolar con la aparición de un pederasta que parece sacado literalmente de otra película. La indie estadounidense Freeheld, por otro lado, está basada en la historia real de Laurel Hester, una detective de la policía de Nueva Jersey que además de luchar contra el cáncer tuvo que enfrentar a la estructura política del condado para lograr que la pensión pudiera ser cobrada por su pareja luego de su muerte. El problema, por cierto, era que esa relación era con otra mujer, varios años antes de la sanción de la ley de matrimonio igualitario. Firme candidata a recibir varias nominaciones en los próximos Oscar y tan previsible como correcta, el film de Peter Sollett (Raising Victor Vargas) es un clásico tour de force actoral para Julianne Moore y Ellen Page, acompañadas por Michael Shannon y Steve Carrell, éste último transformado en algo similar a un comic relief en una película extremadamente dramática.

El británico Ben Wheatley (Kill List, Sightseers) adapta en High-Rise la novela del mismo nombre de J. G. Ballard (en castellano la publicó Minotauro como Rascacielos) y sale moderadamente airoso. No es fácil llevar al cine las palabras del autor de Crash –Cronenberg lo hizo claro– y este relato sobre la progresiva desintegración social en una torre de departamentos de alto nivel corría el riesgo de transformarse en una típica alegoría de vuelo rasante. Algo de eso hay en High-Rise pero también cierta bravura que afortunadamente no termina de caer en la burda imitación del estilo de un realizador como Terry Gilliam. Wheatley decide ubicar la historia aproximadamente en el año de publicación del libro y el diseño de arte reconstruye unos 70 que son pura camisa de cuello ancho, mesas de fórmica y alto consumo de tabaco (embarazadas incluidas). Narrada en un extenso flashback, el film toma esencialmente el punto de vista del Dr. Laing, último en adquirir un piso en esa suerte de country vertical que va transformándose en un reflejo deformado de la sociedad de consumo contemporánea.

Protagonizada por un reparto que incluye a Tom Hiddleston, Jeremy Irons, Sienna Miller y Elisabeth Moss, entre muchos otros rostros conocidos, la película se esfuerza por serle fiel a la novela y por una velocidad que no de respiro (y que, por ello mismo, por momentos parece atolondrada). La ironía es constante e implacable, pero funciona sólo de manera esporádica. A pesar de todo ello, no deja de ser un film con aristas interesantes, aunque más de un espectador imaginará qué clase de película hubiera creado Cronenberg con el mismo material de origen. Otros llegarán a la conclusión de que ese film ya existe, aunque de manera no literal: se llama Shivers y fue uno de los primeros esfuerzos del gran director canadiense.

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