CINE › SE ENTREGARON LOS PREMIOS EN SAN SEBASTIAN
La Concha de Oro a la Mejor película fue para la islandesa Sparrows, del realizador Rúnar Rúnarsson. Pero hubo alegrías para los argentinos con los tres galardones a La patota y la distinción a Ricardo Darín, compartida con su coprotagonista en Truman.
› Por Diego Brodersen
Desde San Sebastián
Y sanseacabó San Sebastián. Como suele ser la costumbre, con una gala pletórica de estrellas locales e internacionales y alfombra roja de ocasión, seguida por una fiesta en el imponente Palacio Miramar, construido al mejor estilo inglés de fines del siglo XIX y otrora lugar de descanso veraniego de la reina María Cristina. Noche de palmarés, además, que terminó derivando en un importante porcentaje de premios para las filas hispanoamericanas. A pesar de ello, la Concha de Oro a la mejor película de la Sección Oficial recayó en la islandesa Sparrows, del realizador Rúnar Rúnarsson, drama intimista sobre la dificultosa relación entre un adolescente y su padre alcohólico en un pequeño pueblo del interior de ese país. Difícil saberlo con certeza, pero da toda la impresión de tratarse de un premio de consenso entre los siete jurados, que decidieron otorgarle el Premio Especial del jurado a Lucile Hadzihalilovic, por su película Evolution, y la Concha al Mejor Director al francés Joachim Lafosse por Les chevalliers blanc, film basado en hechos reales que recoge la historia de una ONG que intentó, sin éxito, sacar de Chad a unos 300 chicos huérfanos y entregarlos en adopción en Francia.
El rumor creciente de que Ricardo Darín recibiría en sus manos el premio a Mejor Actor se vio confirmado en la ceremonia de anoche, aunque el jurado –merecidamente, ya que se trata sin dudas de un juego actoral a cuatro manos y Truman no sería el mismo sin alguno de los dos– fue compartido ex aequo con su coprotagonista Javier Cámara. Luego de ser recibidos con un aplauso cerrado, Darín y Cámara llevaron a cabo un pequeño paso de comedia, seguramente improvisado en el momento. “Estoy muy honrado con este premio. Cesc Gay nos ha regalado con esta historia la oportunidad no sólo de crecer como artistas, sino de crecer como personas”, afirmó un Darín emocionado sobre el escenario.
La Mejor Actriz según la misma juraduría fue Yordanka Ariosa, coprotagonista de El rey de La Habana, de Agustí Villaronga. El tercer largometraje del uruguayo Federico Veiroj, El apóstata, recibió una Mención Especial, además del Premio Fipresci de la crítica internacional, uno de los premios paralelos del Festival. La Concha al Mejor Guión fue, merecidamente, para Arnaud y Jean-Marie Larrieu, directores y autores de la historia de 21 nuits avec Pattie. Una porción significativa de los diecisiete largometrajes que integraron la Sección Oficial competitiva demostraron ser films correctos desde lo formal y con temáticas conflictivas o socialmente relevantes. Sin embargo ese mismo programa, el más importante según las reglas de la etiqueta festivalera, permitió también acercarse a películas creativamente más osadas, como la mencionada El apóstata, la china Back to the North o la misma Evolution.
En la sección Nuev@s Director@s, en tanto, el jurado encabezado por el crítico argentino Diego Lerer le entregó el premio a Mejor Película a la comedia francesa Le nouveau, de Rudi Rosenberg, en un gesto de libertad que prefirió galardonar la frescura y cierta liviandad bien entendida por sobre la gravedad temática o formal. La sueca Drifters, de Peter Grönlund, recibió una Mención Especial, como así también la chilena Vida sexual de las plantas, en ese caso por la actuación central de Francisca Lewin. La patota, de Santiago Mitre –bajo su título internacional Paulina–, terminó llevándose tres premios a casa: el de mejor película en la sección Horizontes latinos (“este festival será inolvidable para mí”, confesó sobre el escenario Mitre), el Premio EZAE de la Juventud (votado por jóvenes de entre 18 y 25 años) y el Premio TVE-Otra Mirada, que Mitre dedicó a la protagonista, Dolores Fonzi, y a su madre.
Más allá de su categoría de festival Clase A, otorgado por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos, el de San Sebastián sigue siendo un encuentro anual que debe luchar no sólo contra los monstruos de Cannes, Berlín y Locarno a la hora de conseguir películas, sino también contra Toronto y Venecia, que prácticamente se solapan en el calendario anual de eventos cinematográficos. Siendo además un festival que tiene como una de sus prioridades al público, en su programación terminan confluyendo títulos de muy diversa factura, desde pequeños films artesanales hasta productos de las industrias más establecidas, sin que esta última distinción encarne en un juicio de valor artístico. Por otro lado, el interés cinéfilo está asegurado con las retrospectivas que todos los años les ofrece a aquellos interesados en revisar obras del pasado (reciente o remoto), y que en este 2015 estuvieron dedicadas a la filmografía de Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper y a un ciclo sobre el Nuevo Cine Independiente Japonés, ambas acompañadas por sendos libros especialmente producidos. Es casi una verdad de Perogrullo para todo aquel que lo haya visitado en alguna ocasión, pero el Donostia Zinemaldia, además, suma varios puntos gracias a la amabilidad de los lugareños, la puntualidad de las funciones y la magnífica vista de la concha donostiarra.
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