CINE › LA ACTRIZ ESPAñOLA LAIA COSTA HABLA DE SU EXIGENTE PROTAGóNICO EN VICTORIA
Filmada en un plano-secuencia de más de dos horas, la película del director alemán Sebastian Schipper consagró a su actriz en la Berlinale. “Nos íbamos adaptando a la realidad”, dice Costa.
› Por Ezequiel Boetti
Corre, Lola, corre (1998), The Robber (2010) y ahora Victoria (2015). Tres películas hermanadas por su procedencia alemana, pero también –y sobre todo– por la presencia de hombres y mujeres cuyas circunstancias particulares los llevan a moverse de un lado a otro durante gran parte del metraje. La protagonista de Victoria lo hace, al menos al comienzo, por la necesidad de inyectarle adrenalina a su alicaída y monótona existencia berlinesa. Llegada a la ciudad hace algunos meses y con una soledad infinita evidenciada al segundo minuto de metraje, la joven española del título promedia su noche bailando desaforadamente en una discoteca subterránea sin saber que, apenas unos segundos después, un intercambio de palabras con un grupo de chicos locales marcará el inicio de un verdadero tour de force que culminará dos horas y cuarto después en un lujosísimo hotel céntrico. Dos horas y cuarto de aquel lado de la pantalla y también de éste, ya que el realizador Sebastian Schipper filmó todo en tiempo real y en un único plano secuencia, particularidad que convirtió a su opus cuatro en uno de los más festejados y reconocidos del circuito internacional 2015. Los espectadores argentinos tendrán la oportunidad de establecer su veredicto –si es que no lo hicieron ya durante el Bafici o el Festival de Cine Alemán– desde este jueves, cuando Victoria suba a la cartelera comercial.
En medio de ese recurso técnico y narrativo está la actriz Laia Costa interpretando el papel de su vida, pasando de la alegría a la frustración en un pestañeo, y de allí al miedo y a la fortaleza, siempre con la cámara encima y sin que deje de grabarla. “Cuando llegué al casting no sabía de qué iba la película, sólo estaba al tanto de la idea de filmarla en un único plano-secuencia”, recordó la catalana durante su visita a la Argentina en el marco del reciente festival alemán, donde Victoria fue una de las proyecciones estelares. “No teníamos un guión estricto sino una estructura de doce páginas sobre la cual arrancamos a ensayar durante un mes y medio o dos. Ahí tuvimos tiempo de descubrir muchas cosas de los personajes, sobre todo de Victoria. Schipper estaba dispuesto a escucharnos y nos dejaba sugerir cambios, así que podría decirse que los construimos entre todos”, amplió.
–¿Cómo fue el rodaje?
–Una vez hecho el proceso de ensayos, que fue muy intenso y creativo, grabamos tres planos secuencias en tres días diferentes, y después Sebastian escogió el que para él era el mejor, que por una cuestión de ritmo terminó siendo el tercero. La historia era básicamente la misma. Sabíamos por dónde pasaríamos y qué situaciones atravesarían los personajes en cada lugar, pero las formas variaron siempre.
–Suena rara la idea de una improvisación tan libre cuando podría pensarse que un plano secuencia de más de dos horas requiere una planificación enorme.
–Hubo mucha organización técnica, teníamos un equipo de más de 200 personas corriendo delante de nosotros y preparando las locaciones antes de que llegáramos. Pero salvo en algunos lugares particulares, actuamos con lo que teníamos mano. Y si nosotros improvisábamos, el camarógrafo también. Sabíamos, por ejemplo, que en el club teníamos que festejar y que los de seguridad vendrían a echarnos, pero no cómo pasaría. En la escena del piano tenía que dejar ver un poco el pasado de Victoria, pero en las tres tomas se dio de forma diferente. En la primera estaba en el bar y lo del piano surgió en la tercera. Realmente hubo muchísima improvisación y podía hacer cualquier cosa.
–¿Utilizaron extras?
–En los clubes nocturnos sí, pero en las calles todo era real. De hecho, subimos al tejado a las cinco de la mañana y los vecinos salieron a quejarse por los ruidos, así que cuando la cámara giró aprovechábamos para decirles que estábamos filmando una película y que en un rato nos callaríamos. La realidad podía interferir en la película y entre todos íbamos salvándola o adaptándonos a ella.
–¿Sentía una presión especial ante esa metodología de trabajo?
–No, lo llevé bien porque me gusta arriesgarme e improvisar, me siento cómoda. De hecho, cuando terminé, me dije: “Quiero hacer un plano secuencia por día durante seis meses”. Dudo que alguien me vuelva a ofrecer uno de dos horas y cuatro en el que yo pueda olvidarme de la cámara y meterme enteramente en la historia. Además, era muy difícil que hubiera un error, salvo en cuestiones técnicas. El error era bienvenido, nos lo permitíamos. La película está llena de errores: no es perfecta técnica ni narrativamente.
–Su personaje muestra una gran cantidad de matices emocionales durante todo el metraje. ¿Cómo fue el proceso actoral para hacerlo prácticamente en tiempo real?
–Eso fue todo ensayo. Sabíamos perfectamente el recorrido de Victoria y que sólo queríamos verla con emociones extremas en dos momentos: en el boliche y en el hotel. Durante el trabajo previo fuimos encontrando diferentes Victorias y después usamos pinceladas de cada una para componer otra mucho más compleja. Fue un proceso lento que me permitió llegar al personaje de forma muy suave, casi sin darme cuenta.
–En los primeros minutos se ve a Victoria buscándole charla al barman del boliche, y después se involucra en la aventura con los chicos. ¿Cree que uno de los motores principales de esas acciones es la soledad?
–Sí, por supuesto, ella huyó de Madrid. Es el clásico ejemplo de chica que se ha portado bien, ha seguido las normas, ha estudiado, se ha esforzado y ha hecho todo lo que se esperaba de ella, pero en un momento se da cuenta que no recibió nada a cambio, que su vida no tiene sentido y que ha perdido gran parte de su juventud. Los chicos tienen un contexto muy duro y con pocas posibilidades de progresar, pero son libres. Ella no, y por eso encuentra en ese grupo un espejo donde ver reflejada esa libertad. El desencanto de nuestra generación está en todos por igual; Victoria y los chicos están en la misma mierda aunque reaccionen de forma diferente. Cuando los conoce y se da cuenta que son como una familia y van por todo, quiere formar parte de eso. Es lo que estaba buscando y se tira de cabeza.
–Se tira cueste lo que cueste...
–Muchos me han dicho que no creen que esta chica se vaya con ese grupo de amigos y que tome tantas decisiones estúpidas, pero me parece que la película es un canto a la juventud desencantada de hoy. Evidentemente es una ficción y hay licencias dramáticas tomadas para explicar cuestiones que van más allá del hecho en sí. Estamos explicando cómo una chica de veintitantos años se siente libre quizás por primera vez en su vida.
–¿A qué se refiere con “juventud desencantada”?
–Mi padre siempre me ha dicho que tenía que estudiar para tener un trabajo estable, y que eso me daría seguridad para vivir como yo quiera. Eso era verdad hace 50 años, no hoy. Eso crea un desencanto, una frustración, una rabia por parte de la juventud. ¿Por qué mis amigos que hablan cinco idiomas están lavando copas? Esa sensación hace que Victoria no quiera quedarse en su casa; ya conoce todo y sabe que no hay nada. Ojo, no creo que Victoria piense necesariamente todo lo que estoy diciendo. Lo que ella ve es que no ha sido feliz, que ha sufrido, que su familia la ahoga y que ahora está buscando darle un sentido a su existencia. Sentido que lo encuentra cuando se suma a los chicos. La última escena ofrece un pequeño apunte de esperanza en ese sentido. Yo no sé qué estaría haciendo Victoria hoy, pero estoy segura que ya no es una niña, que ha crecido y es más valiente.
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