CINE › EL DIRECTOR JUAN VILLEGAS PRESENTA SU DOCUMENTAL VICTORIA
Protagonizado por la cantante de tangos Victoria Morán, que no hace concesiones en su repertorio, el retrato que encaró el realizador de Sábado trasciende su figura. “La película baja a tierra la idea del artista”, dice Villegas.
› Por Oscar Ranzani
El año 1996 quedará grabado para siempre en la cabeza y en el corazón de la cantante Victoria Morán: fue aquel en el que concursó por primera vez en un certamen de tangos. Y resultó ser la ganadora. Desde entonces, entona con gran calidez gracias a una voz cautivante que le permite también incorporar otros géneros musicales a su repertorio. Y se dice que Morán sigue la huella de la enorme Nelly Omar y la línea gardeliana. Con 37 años, Morán es una cantante independiente, con todo lo que tiene a favor y en contra esa postura frente al arte. Y por qué no, frente a la vida. El cineasta Juan Villegas, director de las ficciones Sábado, Los suicidas y Ocio, la escuchó por primera vez en un programa de radio y le llamó la atención su forma de cantar y los temas que elegía. Tanto, que decidió realizar el documental Victoria, que la sigue en sus ensayos y que resulta una combinación entre la Morán pública y privada, tanto como cantante, madre y docente. El film se estrena este jueves en el Malba y en el Centro Cultural San Martín (no confundir con la película alemana que tiene el mismo título y que también se estrena este jueves).
“La fui a escuchar en vivo hace varios años y tuve la intuición de que podía hacer una película con ella”, cuenta Villegas en la entrevista con Página/12. Por un lado, el realizador siempre fantaseaba con hacer una película con músicos o con cantantes. “Filmar la música me entusiasmaba como idea. Y cuando la vi a ella sentí mucha afinidad en cuanto al repertorio que elegía con tangos y otras canciones que no son tangos que a mí me gustaban. Sentí que ahí podía haber algo interesante. Pero también me faltaba identificar sobre qué era la película. En cualquier película pasa, pero en los documentales de este tipo se verifica más que son sobre otra cosa de lo que parece que son”, sostiene Villegas, mientras aclara que, para él, Victoria no es una película sobre Morán sino que “a través del retrato de ella, yo estoy contando otras cosas”.
–Sí, ése era uno de los temas, vinculado también a la realización independiente y a la convicción de la independencia. Ella es una cantante que no hace ningún tipo de concesión, por ejemplo, en el repertorio. Dice que podría cantar tangos más conocidos para llegar a otro público, por ejemplo, turistas que van a buscar obviamente los tangos más famosos. Y Victoria dice: “Me encanta cantar ‘Malena’, pero no le encuentro mucho sentido a cantar un tango que ya lo conocen todos”. Y esa convicción la tiene tanto cuando canta en público como cuando graba. Y me interesaba mostrar eso, que implica un esfuerzo y un desafío muy grandes. Pero lo que me gustaba de ella era que lo que termina privilegiando no es una queja o un lamento por lo que se pierde al tener esas convicciones sino la felicidad de hacer lo que quiere. Yo siento que la película habla de eso también.
–Y hay una tensión ahí. Yo creo que, por un lado, es posible que no sienta todo el reconocimiento que merece. Y, en algún momento, ella dejó entrever eso en la película: como que el esfuerzo es, a veces, demasiado para lo que se le devuelve. Pero la mayor parte del tiempo ella es feliz haciendo lo que hace y siente que el reconocimiento llega de sus colegas y de un público muy fiel. Y con eso le alcanza. Siempre todos quieren más, y uno como cineasta también pretende más, pero cuando uno está convencido de lo que está haciendo y lo hace con amor, con pasión y con mucho trabajo, uno sabe que va a llegar a un público. Es convicción está en ella y termina sosteniendo su trabajo.
–Sí, yo encontré muchas cosas en común. Por ejemplo, la cuestión de la autogestión. Así como ella, como música independiente, tiene que hacerse cargo de un montón de cosas que no son específicamente musicales, en el caso de un director independiente sucede lo mismo: no solamente uno termina dirigiendo una película sino haciendo trámites, llevando copias de acá para allá, un montón de trabajo que trasciende el mero rol de dirigir una película, llegar al set, filmar e irse. Pero yo tampoco lo hago como un peso. De hecho, disfruté mucho esta película que tiene un formato de producción bastante artesanal. Y, en algún punto, en el equipo era uno más: yo cargaba los equipos como los demás, llegaba al principio y me iba al final... No me sentía un privilegiado como, a veces, se supone que es el lugar del director.
–También. Hay una anécdota que me gusta y que vi en Facebook: cuando una persona se enteró de la película comentó que, una vez en un recital, Victoria cantó de soporte de Rita Cortese y a Cortese le impactó cómo cantaba, le pareció una cantante extraordinaria. Cuando terminó el recital se acercó a saludarla y ella le dijo: “Disculpame, pero me tengo que ir ya porque estoy perdiendo el tren para ir a mi casa”. Y a esta persona en el Facebook le sorprendió que una artista con tanta calidad tomara el tren. Y bueno, a mí me sorprendió que una persona piense así. Yo también tomo el tren. Hay como una idealización del artista que no es tal. Y la película baja un poco a tierra la idea del artista alejado del mundo real.
–Yo tengo una teoría que no sé si la película la manifiesta. Es una idea medio conceptual que fui pensando: ella canta un repertorio que, aún cuando hay temas nuevos, remite a una forma de componer y de cantar que es antigua. Básicamente, es un repertorio de los años 30 y 40. Y, en un punto, a veces pienso que el cine tal cual uno lo entiende también es un arte del siglo pasado. Y, a la vez, uno lo sigue haciendo con mucha convicción y siente que sigue pudiendo dar cuenta del presente que vivimos. Y en el caso de ella también. Remitir a un arte que tuvo su apogeo en el pasado pero, a la vez, poder generar una emoción en el presente, es algo que en lo que yo encuentro una identificación.
–En principio, yo creo que los problemas del cine, en lo esencial, son los mismos en una ficción y en un documental. Uno tiene que decidir desde dónde se cuenta una historia, cómo se la cuenta, cuál es el punto de vista, quién es el protagonista. Y en lo más concreto de la realización tiene que decidir dónde comienza un plano, dónde termina, dónde se pone la cámara. Esas decisiones son las mismas. Pero los procedimientos son distintos. En el caso de un documental, sobre todo de los de este tipo (documental de observación), aparece mucho el azar, uno domina menos. Y eso que a alguien acostumbrado a la ficción puede generarle, en un principio, un poco de vértigo porque siente que no está controlando, cuando se deja llevar, empieza a ser muy liberador porque también uno siente menos presión de tener que tomar todas las decisiones. En realidad, uno las tiene que tomar, pero lo hace a medida que la realidad le va dando las escenas. Pero también uno las tiene que buscar. Básicamente, hay que estar atento a lo que la realidad le está mostrando a uno y si eso que está mostrando la realidad sirve o no para su película. Ese fue el trabajo. Y yo lo disfruté mucho.
–Puede ser que algo haya influido de mi formación previa como director de ficción: aún cuando estaba trabajando con lo espontáneo que surgía, yo trataba de pensar de qué forma podía dar cuenta de lo que estaba pasando desde lo cinematográfico, pensando dónde poner la cámara, eligiendo distintos puntos de cámara para después poder montar la escena y reconstruir lo que sucedía. Hay cierta idea falsa del documental que señala que simplemente es poner la cámara y dejar que la realidad aparezca. Y no: hay que reconstruirla también. Y creo que eso tal vez puede venir de mi formación director de ficción; es decir, pensar la puesta en escena de una forma no tan distinta a como se la piensa en una película de ficción.
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