CINE › CARMEN GUARINI PRESENTA SU DOCUMENTAL WALSH ENTRE TODOS, CON ESTRENO SIMULTANEO EN CINE Y TV
En su nuevo documental, la realizadora de Gorri retrata el trabajo del grupo Arte-Memoria Colectivo, coordinado por el artista plástico Jorge González Perrín, que tiene como objetivo “hacer memoria de todas las maneras posibles”.
› Por Oscar Ranzani
Una marca que distingue a la filmografía de la antropóloga y documentalista Carmen Guarini es su permanente compromiso con la memoria y los derechos humanos, que fue abordando en sus diversas modalidades a lo largo de su trayectoria cinematográfica. Para corroborarlo basta con mencionar algunos de sus documentales, como Jaime de Nevares, último viaje –sobre el obispo neuquino–, H.I.J.O.S., el alma en dos, sobre la agrupación de los hijos de desaparecidos, y su penúltimo documental Calles de la memoria, sobre el trabajo vinculado con la memoria que se realiza sobre las baldosas que se instalan en las veredas de la ciudad para recordar a los desaparecidos durante la dictadura cívico-militar. Guarini también había abordado en Gorri la obra de Carlos Gorriarena (fallecido en 2007) que, insuficientemente valorada, fue encasillada como la de un pintor político y social. Pero allí, la directora, siguiendo las tensiones que ponía al desnudo el propio artista, descubría una figura que siempre transcendió las etiquetas. Ahora, su nuevo documental vuelve a recuperar la figura de un artista plástico vinculado al tema de la memoria: en Walsh entre todos Guarini muestra el compromiso político de Jorge González Perrín, el artista plástico que participa en las acciones de Arte-Memoria Colectivo, una agrupación que tiene el objetivo de “hacer memoria de todas las maneras posibles”, según el propio pintor comentó a Página/12 cuando la película fue presentada en la Competencia de Derechos Humanos del 17º Bafici.
Walsh entre todos tendrá un doble estreno: hoy en el Espacio Incaa Km0 Gaumont y el sábado a las 19 en Canal Encuentro (con repeticiones el domingo a las 15 y el martes 10 a las 12.30). “Se trata de acceder a todas las pantallas posibles, que son muy pocas. Por eso creo que se deberían abrir más espacios televisivos más allá de Incaa TV e, incluso, más allá de Encuentro. Creo que la televisión de aire, todos los canales privados y públicos deberían abrir espacios para que el documental argentino pueda encontrar su público”, considera Guarini.
La documentalista recuerda que cuando estaba terminando Calles de la memoria se enteró por la esposa de Carlos Gorriarena de que Jorge González Perrín (discípulo de Gorriarena) estaba trabajando con pinturas colectivas a partir de fotos de los desaparecidos. “Entonces, me acerqué al taller y como siempre digo `me adoptaron’...”, cuenta Guarini en diálogo con Página/12. Cuando la directora se acercó al taller ya hacía rato que Arte-Memoria Colectivo venía trabajando como ella lo explica: “A partir de una fotografía que puede ser muy pequeña eso se cuadricula y se amplifica. Entonces, son cuasi murales que se hacen a partir de esas fotos de manera colectiva”. Otro aspecto original de este grupo es que cuando decidieron salir a la calle “se hizo más colectivo porque los trabajos empezaron a realizarse con gente anónima que no necesariamente tenía que saber pintar para participar de esto”, sostiene Guarini. El primer trabajo que se realizó fue, en 2011, el retrato del periodista y escritor asesinado por la dictadura Rodolfo Walsh, que llevó el mismo título que adoptó Guarini para su documental: Walsh entre todos.
“Yo empecé a filmar ese año. Después los seguí a lo largo de tres años más”, cuenta la realizadora. En 2012 hicieron el rostro de un bebé para la campaña Devuelvan a los chicos. “Esa imagen se trabajó mientras se hacían los juicios por las desapariciones de bebés. Y en 2013 se hizo una campaña de 30 mil homenajes, donde se convocó a través de las redes sociales a quienes quisieran colaborar y ser parte de esa movida para realizar en cuadraditos de papel de cinco por cinco centímetros en sus casas, con amigos o quien quisieran. Eran pequeños homenajes que podían ser pintados, dibujados, collages o con lo que a la gente se le ocurriera y podían enviarlos por correo. Y llegaron muchos más de 30 mil de esos cuadraditos. Y con eso se hicieron 250 pancartas con las que ese año desfilaron desde Congreso a la 9 de Julio. Y hoy están puestos definitivamente como un gran mural-homenaje en la Universidad de Lanús”, cuenta Guarini. El film muestra a González Perrín debatiendo con el grupo, pero también hace pública su manera de pensar, con fragmentos que la directora presenta en la pantalla como intertítulos en letra blanca y con fondo negro. El documental no tiene voz en off, mucho menos entrevistas: la cámara se mete tanto en la intimidad del grupo como en la calle trabajando colectivamente.
–¿Se puede ver a Walsh entre todos como una continuidad de Calles de la memoria?
–Yo creo que sí. Tiene una continuidad con muchas cosas que estuve realizando y que empiezan con Jaime de Nevares, último viaje, la película que codirigí con Marcelo Céspedes, cuando comencé a trabajar esta cuestión de la temática de los derechos humanos, del tema de la memoria y sus formas de aparecer y sus modos de representarse. Y de cómo los distintos grupos que forman parte de ese gran paisaje que es el movimiento de derechos humanos en la Argentina establecen una relación con distintos aspectos de esa memoria. Entonces, algunos lo hacen desde el discurso político, otros desde la búsqueda de los hijos, de los nietos, otros lo hacen desde la posibilidad de plantar una baldosa en una calle para recordar a alguien que desapareció en ese lugar y Arte-Memoria Colectivo lo hace a partir de pinturas colectivas. Entonces, ahí hay una intervención progresiva de manifestaciones que tocan lo artístico y su rol político en la construcción de memoria.
–Antes que contar el trabajo que realiza Arte-Memoria Colectivo usted los muestra en plena acción. ¿Por qué decidió abordarlo de esta manera?
–Yo creo que la memoria está muy abordada en el cine a través de la palabra, del relato oral; es decir, de la rememoración de un discurso sobre la memoria, de relatos sobre el pasado. Me parece que estos son nuevos relatos que aparecen a partir de la imagen misma, porque la foto transferida a una obra (esto lo aprendí gracias a González Perrín y su gente) se convierte en una reinterpretación de la imagen. No es la imagen misma. Y en ese proceso aparece también una intervención que es colectiva pero que es una intervención de los sujetos que son partícipes de ese proceso de elaboración de memoria; en este caso, de los cuadros y de los rostros de los desaparecidos. Me pareció, entonces, que ahí había algo que estaba hablando. Y eran justamente ese proceso mismo y esos cuerpos en acción permanente.
–Una línea de su trabajo tiene que ver con la marca de la memoria y el tema de los derechos humanos, pero también vuelve a hacer un documental en el que tiene presencia un artista plástico. ¿Hay un punto en común en cuanto a la manera de pensar el arte entre Carlos Gorriarena y Jorge González Perrín?
–Si bien en lo que pude observar en Gorriarena, a través de los archivos que me llegaron y de las entrevistas que le habían hecho y a las que pude acceder, es que había en él una resistencia que el arte podía transformar la realidad, yo creo que él lo decía más a modo de provocación que otra cosa, para poder establecer un verdadero debate en torno a eso. Si bien aquí el arte no está puesto en función de un objetivo transformador, sí está puesto en función de un objetivo movilizador. Y ahí hay una intervención directa de la gente: es participar o no participar. Y creo los individuos al querer ser parte de esa acción generan una mínima transformación de las conciencias. Es inevitable. Digamos que de manera indirecta, el arte transforma evidentemente a los individuos.
–¿Cómo definiría la combinación de lo estético con lo político en las obras de estos dos autores?
–Hay que diferenciar el caso de Jorge porque no es su trabajo artístico. El trabaja como artista plástico, es un gran dibujante y, además, es pintor. Tiene una obra con otro tipo de estética y de connotación. Es muy interesante la obra de González Perrín en sí misma. En lo que se muestra en la película, él realiza una intervención artístico-política para expresar cierto nivel de sus pasiones que tienen que ver también con parte de su pasado: él estuvo detenido y desaparecido unos meses. Y también vivió una experiencia que lo transformó y que todo el tiempo lo hace querer participar. Y participa a través de lo mejor que sabe hacer que es pintar. Pero no es su obra. Esto es parte de la obra del colectivo Arte-Memoria. En el caso de Gorriarena, sin duda es uno de los mejores pintores que hemos tenido. Digo “pintor” porque él se definía así. Y ahí aparece expresado evidentemente toda su reflexión política de los últimos 25, 30 años, de manera muy clara en toda su obra. Pero sí hay algo que me parece que los une que es el tema del color y creo que ahí es donde se nota que González Perrín es discípulo de Gorriarena. Para Gorriarena el color tenía un rol político, algo que jugar en la obra y en el mensaje. Y en el caso de González Perrín, él dice: “Llegó el momento de poner el color en los rostros de los desaparecidos”. Porque por el hecho de que se está haciendo justicia y se están llevando a cabo los juicios a los genocidas, estamos en otra etapa de esta lucha.
–¿Usted cree, como sostiene González Perrín, que todo arte es político?
–Evidentemente todo lo que hacemos es portador de un mensaje por acción o por omisión y, entonces, desde ahí evidentemente tenemos que ser responsables de aquello que emitimos como mensajes, de aquello que construimos.
–¿Cree que la obra es indisociable del pensamiento del artista?
–Toda obra siempre está cargada de subjetividad. Entonces, por mucho o poco que se reflexione, el cine mismo es un arte de lo inconsciente también. Muchas veces, el cine desborda sus propias intenciones, aun la ficción que puede ser una obra más controlada en cuanto a los encuadres, a los diálogos, a cómo se mueven los actores. Pero siempre hay una dosis de azar y una dosis de inconsciente. Y si no es en el momento del rodaje, tal vez es en el momento de la edición. Y en eso hay una parte que justamente es la más interesante de un arte como el cine: que lo inconsciente aparezca expresando cosas que muchas veces ni el mismo autor las pensó en el momento en que la estaba produciendo.
–¿Lo más político que tiene Arte-Memoria Colectivo es que no propone un espectador pasivo sino que estimula la participación?
–Es un poco el objetivo. Por un lado, a mí me emocionó la manera en que este grupo hace cuadros, porque no hay un mandato, no hay una financiación, todo se hace a pulmón, tratando de conseguir a través de pequeñas donaciones alguien que cubra los materiales, las cosas mínimas. El resto es trabajo voluntario y militante. Eso me parece que es un gran compromiso por parte de la gente. Y yo quería transmitir y dar a conocer eso. Por otro lado, me parece que es algo que convoca a participar desde donde sea. Y donde uno también puede leer que para hacer memoria no se necesita ser experto en nada. Simplemente se necesita la voluntad y el deseo de ser parte de esta construcción de memoria en el país.
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