Domingo, 13 de diciembre de 2015 | Hoy
CINE › AL BORDE DE LOS 90 AÑOS, MEL BROOKS NI PIENSA EN EL RETIRO
Desde el impacto de usar a Hitler para hacer comedia en Los productores, en 1967, el realizador estadounidense desarrolló una carrera con la que terminó integrando un reducido club: el de los pocos artistas que ganaron premios Emmy, Grammy, Oscar y Tony.
Por Gill Pringle *
El 28 de junio del año próximo cumplirá 90 años, pero Mel Brooks no tiene la más mínima intención de bajar el ritmo: el retiro no es una opción. “Soy un tipo afortunado”, dice. “No estoy trabajando en la oficina postal, no estoy cargando camiones, no estoy cavando agujeros en el suelo y no soy un sin techo durmiendo bajo un puente. Tengo una vida maravillosa y la aprecio, con lo que... ¿por qué parar ahora?”, continúa Brooks, que shockeó y entretuvo por igual a los espectadores en 1967 con su película debut Los productores, que presentaba el memorable número musical “Una primavera para Hitler”. “Nadie quería estrenarla porque la guerra aún estaba fresca en la mente de todos. Pensaban que estaba loco. Pero estábamos agradecidos a Hitler por darnos semejante material de comedia, y un ingreso honorable”, dice maliciosamente en sus oficinas de los estudios Culver en Los Angeles, donde exhibe el botín de una deslumbrante carrera.
En 2001, Mel Brooks fue la octava persona en convertirse en un EGOT, el acrónimo inventado para describir al grupo de artistas de alto vuelo que ganaron los cuatro premios principales de la industria estadounidense del entretenimiento: Emmy, Grammy, Oscar y Tony. Sus premios Olivier y Evening Standard están orgullosamente exhibidos entre todas esas chucherías, aunque su Oscar al mejor guión por Los productores brilla por su ausencia. “La gente se roba los Oscars, ¿sabía? Esas cosas las tenés que tener escondidas”, dice en un susurro. A la entrevista se suma el hijo mayor de Brooks, Nicholas, de 58 años, nacido de su primer matrimonio con Florence Baum. “Tenía ocho años y mi papá ya estaba casado con Anne Bancroft y mi mamá se había vuelto a casar”, recuerda. “Pero papá pasaba por nuestra casa en Nueva York todos los días, y una vez tiró un block amarillo sobre la mesa y allí estaba la letra de ‘Springtime for Hitler’. Me dijo ‘hoy escribí una canción y quiero cantártela’. No sabía qué pensar.”
Dos años después, la familia viajaría a Filadelfia para la premiere de Los productores. “Era una gran sala para 800 personas y mi padrastro, mi mamá, mi hermano Eddie, mi hermana Stephanie y yo éramos los únicos allí, excepto por un tipo sospechoso con impermeable y una mujer rodeada por una falange de bolsas de compra. Nos quedamos esperando que el teatro se llenara, pero eso no sucedió. Eramos sólo nosotros, la mujer de las bolsas y el tipo del impermeable, y ahí me dije: ‘Bueno, esto se terminó. Estamos hundidos’. Tenía 10 años”, recuerda Brooks Jr., un alma gentil que ha heredado el amor de su padre por la comedia aunque es demasiado tímido para actuar, por lo que prefiere escribir y producir: ha trabajado en la compañía productora de su padre, Brooksfilms, por veinte años.
“Yo les pasaba una cuota alimentaria y ellos supieron que estábamos terminados. ¡Nunca tendrían otra comida caliente!”, apunta Brooks Sr. Pero contrariamente a semejante pronóstico, Los productores se convirtió en la columna vertebral del imperio de Brooks. No sólo lo estableció como un genio de la comedia y un director que no temía tomar riesgos, sino también como empresario teatral, cuando la película se convirtió más tarde en un musical de Broadway, seguido por varias producciones en gira y, hace diez años, una exitosa película basada en el musical.
Entre sus muchos logros, Brooks ha dirigido tres títulos que figuran en el Top 100 de las películas más graciosas del American Film Institute: Una loca historia del mundo (6), Los productores (11) y El joven Frankenstein (13). A la hora de la entrevista, acaba de regresar de Londres, donde está realizando preparativos para una nueva puesta teatral de El joven Frankenstein, la película de 1974 que les valió a él y a Gene Wilder una nominación al Oscar al mejor guión. “Estoy buscando un teatro muy específico, que tenga entre 800 y 1000 asientos, así se convierte en un espectáculo muy requerido. Si tenés 3500 butacas, cualquiera puede entrar. Quiero un teatro en el que no puedas entrar fácilmente. No estoy buscando el dinero, estoy buscando ojos, y quiero que esté en cartel un par de años. La gente pierde dinero si hay menos de 600 asientos, pero si son 800 puede hacer algo de dinero y el elenco puede ser pagado en tiempo y forma, y es un espectáculo que atrae al público y que puede mantenerse”, detalla. “Hay unas quince salas del West End que tienen entre 700 y 1100 asientos, así que encontraremos la adecuada y estrenaremos en 2016.”
Brooks incluso ya tiene su elenco de los sueños. Le encantaría tener a Tracey Ullman como Frau Blücher y menciona a dos actores ingleses para los personajes que en la pantalla grande interpretaron Gene Wilder y Marty Feldman, aunque luego pide que no se mencionen los nombres hasta que el acuerdo esté cerrado. El joven Frankenstein abrió en Broadway en 2007 y giró por Estados Unidos, aunque la versión londinense será muy diferente. “Estoy reescribiéndola y cortando algunos de los excesos, y agregando algunas canciones locas para hacerla más entretenida”, dice, señalando el piano negro que descansa en un rincón de su oficina.
Dice disfrutar Londres tanto como Broadway y recuerda con especial cariño su primera puesta de Los productores en el Drury Lane. “Amo Londres, especialmente el West End, ese conglomerado de 50 o 60 teatros, pequeños, grandes, todos juntos, uno al lado de otro. Mi hotel favorito es el Savoy, porque si conseguís una habitación que mire al río, y estás en el codo, podés ver todo el recorrido hasta el Parlamento y todos los puentes, y luego todo el otro recorrido hasta St. Paul’s.”
Mel Brooks nació en 1926 como Melvin James Kaminsky, en una familia judía de Brooklyn; sus abuelos vinieron de Alemania y Rusia. A los 18 se unió a la Armada y fue rápidamente enviado a Alsacia-Lorena, en la frontera francoalemana. “Sólo estuve allí tres meses y entonces, el 8 de mayo, la guerra había terminado. Me tiraba mucho cuerpo a tierra. No hacía reír a nadie. Estaba aterrorizado. No había muchas oportunidades de reírse.” Al volver a casa comenzó su carrera como baterista y pianista, pero pronto ganó una reputación como cómico de stand up, lo que lo llevó a ser contratado como escritor de comedia, junto a Carl Reiner y Neil Simon, en un innovador shows de variedades estructurado en sketches que se llamó Your Show of Shows. Más tarde sería el cocreador de una serie cómica televisiva que satirizaba el mundo de los espías, Get Smart (El Superagente 86); décadas más tarde ayudó a reinventarla para una película que protagonizaron Steve Carrell y Anne Hathaway. Aún pasa algunas noches a la semana con su viejo amigo Reiner, ambos viudos, viendo viejas películas por televisión.
Aunque buena parte de su carrera se basó en sátiras de trazo grueso –en películas como Spaceballs, que se mofaba del universo Star Wars, o Robin Hood: Men in tights–, su particular estilo de humor iddish ha llevado a que a través de los años se lo compare con Woody Allen, aun a pesar de sus estilos bien diferentes. “Dos guionistas neoyorquinos judíos”, se encoge de hombros Brooks, quien tomó a Allen bajo su protección cuando se les unió como escritor principiante en Your Show of Shows. “No sabía que llegaría a ser un director, pero ciertamente tenía un gran don para la comedia. Desde entonces nuestros caminos se han cruzado varias veces, compartiendo sandwiches de pastrón y hablando sobre el estado de nuestros asuntos.”
En la vida de Brooks ha habido mucho disfrute, pero su familia es lo que más placer le da. Su hijo más joven, Max (43 años), el único de su matrimonio con Bancroft, es hoy un exitoso guionista y escritor que hizo sus primeras armas en Saturday Night Live y escribió el guión de World War Z, la película de zombies protagonizada por Brad Pitt. Ahora espera que sea el momento de brillar para su hijo mayor Nicholas: su comedia romántica Sam, en la que Brooks Sr. está involucrado como inversor y productor ejecutivo, se estrenará el año próximo. La noche anterior a la entrevista estuvo en la premiere organizada por la AFI en Hollywood, posó para selfies con fans, con su típica gorra de béisbol y su sempiterna sonrisa irónica. Más tarde se unió a su hijo y al productor Sibyl Santiago en el escenario, luchando contra las lágrimas mientras le hablaba al público del orgullo que sentía por el film debut de su hijo. Es una fantasía romántica que cruza géneros, con referencias a los años 30 y 40, aunque también resulta pertinente en la era de Caitlyn Jenner, la serie televisiva de Jeffrey Tambor Transparent y una plétora de shows transgenéricos en plataforma web.
“Vi varias encarnaciones de la película y estaba muy en contra del final. Le dije ‘¿Estás loco? ¡Nadie va aceptar ese final!’. Y entonces la volví a ver, y anoche la vi de nuevo y me di cuenta de que es el único final posible”, dice Brooks, quien quizá reconoce en su hijo sus propias decisiones fuertes. “El film de Nick es una extraña mezcla de comedia y dulce tristeza... ¡y yo no le di ni una línea de diálogo! ¡Ni una!”, se ríe. “Para mí, las mejores comedias son esas en las que hay algunas lágrimas mezcladas con la carcajada. No puedo ver Los productores sin que al final se me caiga una lágrima”, coincide Nick. “Sobre todo en la escena de Gene Wilder en la sala del juicio.” Ambos hombres reniegan de la ausencia actual de buenas comedias románticas. “En esa materia tenemos que apoyarnos en los ingleses, porque son los únicos que están todavía honrando la comedia romántica. Cuando Harry conoció a Sally fue la última comedia romántica estadounidense realmente buena que pueda recordar. De otro modo tengo que pensar en Cuatro bodas y un funeral, de Mike Newell, Señales de amor de Peter Chelsom o El diario de Bridget Jones. Sam es mi homenaje a esas películas, aunque la mayoría de mis referencias vienen de películas añejas con Clark Gable y Carole Lombard”, dice Nicholas sobre su film de bajo presupuesto, que presenta cameos de Stacy Keach y Morgan Fairchild.
Mel Brooks puede haber probado su maestría en el género de comedia slapstick, pero también tiene pasión por el drama romántico; en silencio, produjo las películas Frances, El hombre elefante y Mi año favorito, todas ellas nominadas al Oscar, así como Nunca te vi, siempre te amé, ganadora de un premio Bafta, protagonizada por Bancroft y Anthony Hopkins. “Tengo un montón de equipaje, y vos ponés ese equipaje en la pantalla. Creo que tomaron El hombre elefante como una suerte de chiste judío, un tipo con una gran nariz, con lo que mantuve mi nombre fuera de la pantalla”, explica. E insiste con que no hay secreto para su longevidad. “Como fibras y leche descremada en el desayuno cada mañana, quizá con una pizca de suerte en ella.” Ciertamente se ve como un hombre feliz, a pesar de la permanente pena por la muerte de Anne Bancroft, diez años atrás y a causa de un cáncer. “Yo hago la puesta en escena de una gran mentira, y hago que sea creíble”, dice. “El público lo compra y todos nos hacemos ricos”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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