Vie 29.01.2016
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CINE › EN PRIMERA PLANA, DE PROXIMO ESTRENO, FUE NOMINADA PARA SEIS OSCAR

La investigación que desnudó la pedofilia en la Iglesia

El film protagonizado por Michael Keaton, Mark Ruffalo y Stanley Tucci revive al detalle el trabajo de los periodistas de la unidad de investigación del Boston Globe que demostró cómo la cúpula eclesiástica tapaba los abusos de más de setenta sacerdotes.

› Por David Usborne *

Al principio, Alexa MacPherson lucha para decir por qué guardó tantas copias de un mismo ejemplar del Boston Globe en una caja en su ático todo este tiempo, y sus ojos se nublan un poco. Todos son del 6 de enero de 2002 y todos vinieron del mismo kiosco, a la vuelta de la casa de sus padres, donde ella creció. La respuesta es obvia. Pero si está anonadada durante un segundo es por el peso de esa respuesta. Finalmente, ella suelta una sola palabra: “libertad”. Fue el día, recuerda, en el que volvió a recuperarla, cuando la institución que le había causado tanto sufrimiento fue dejada al desnudo; cuando todas esas cosas que como adulta había intentado contarle a cualquiera que la escuchara –y no hubo muchos– fueron demostradas como verdad.

Y fue el día en que las cosas que ella habría dicho de chica si hubiera podido, también quedaron al descubierto. No, no era que en una ocasión el sacerdote había intentado violarla en el sofá familiar cuando su padre entró y lo encontró. Eran las incontables veces anteriores, durante el lapso de cinco años, desde que ella tenía 4 años y medio. Y no había sido sólo ella. El mismo sacerdote también había abusado repetidamente de dos de sus hermanos.

Tampoco hubo más confusión sobre todas las veces que ella había acudido a pedirle ayuda a su mamá porque “su cosita le dolía, estaba roja, irritada y ampollada”, y su madre no la había mandado al médico o preguntado algo, sino que en cambio la había metido en la bañera y le había “frotado una estúpida crema rosada llamada Comfortine” cada vez, pensando que el problema desaparecería, como una infección.

En la oficina de su abogado, Mitchell Garabedian, la señora MacPherson, que ahora tiene 41 años y dos hijos, empuja a través de la mesa una pequeña y pálida foto de ella a los 5 o 6 años. No era, por supuesto, esta sonriente niñita con rulos rubios la que había albergado una infección. Fue el sacerdote que la había violado y la Iglesia Católica de Boston, que lo había empleado y protegido.

Esas copias del Globe marcaron el comienzo de un torrente de artículos a lo largo de los meses siguientes acerca de la Arquidiócesis católica, el abuso sexual cometido por su clero y hasta dónde había llegado la jerarquía para tapar el tema y mantener a los medios a raya. Todos fueron escritos, al menos al principio, por miembros de un pequeño equipo dedicado a proyectos investigativos especiales llamado Spotlight, originalmente formado en el Globe en los 70 bajo el modelo de la unidad investigativa Insight de The Sunday Times. Todavía funciona hoy.

La serie sobre los abusos del clero desataron un escándalo que iba a consumir a la Iglesia durante una década y que aún continúa. Le valió un premio Pulitzer al equipo en 2003. El anuncio enmarcado cuelga junto a otros premios que recibió el diario a lo largo de las décadas en la pared del hall del segundo piso en su magnífico cuartel central en Dorchester, en el borde sur de la ciudad (pronto van a mudarse a un nuevo y menos amplio hogar en el centro de Boston). Pero pocos logros del diario fueron tan grandes como éste. Y ahora un nuevo y muy diferente galardón se le ha agregado de parte de Hollywood.

En primera plana es un procedural periodístico que, tan fielmente como fue posible, sigue a los reporteros y editores del diario mientras se embarcan en su misión de desentrañar hasta dónde se habían expandido los abusos sexuales de los clérigos y encontrar evidencias para probarlo. En la Argentina se estrenará el 11 de febrero. Los críticos estadounidenses se han embelesado con ella. Dirigida por Tom McCarthy y con guión de Josh Singer, le han llovido seis nominaciones para los Oscar, incluido el de Mejor Película. “Esto fue muy inesperado; nunca pensamos que la película siquiera fuera a hacerse”, dice Ben Bradlee Jr., que era subeditor en el Globe en esa época y responsable de la unidad Spotlight. Ahora se ha retirado para escribir libros. “Pensamos que habíamos tenido nuestra gran recompensa con el Pulitzer”, completa.

A Bradlee, interpretado en la película por John Slattery, no se le escapa que el resultado es seguramente el film más visto sobre periodismo desde Todos los hombres del presidente, de 1976, sobre el caso Watergate. Esa conspiración fue desenmascarada por The Washington Post cuando su padre, Ben Bradlee Sr., era el editor del diario (en el celuloide lo interpretó Jason Robards). “Ciertamente hay algunas similitudes. Watergate y esto fueron historias locales que tuvieron implicaciones nacionales, y en nuestro caso internacionales”, agrega.

La historia de la Iglesia podría no haber quedado al descubierto en absoluto de no haber sido por la llegada como editor en jefe del Globe de Marty Baron (quien, por esas cosas del destino, hoy edita el Post). Al no ser de Boston ni católico, él convocó a Bradlee y al recién instalado editor de Spotlight, Walter Robinson (interpretado por Michael Keaton), y les pidió que la unidad dejara cualquier cosa en la que estuviera trabajando y empezara a investigar si la pedofilia vinculada a John Geoghan –un sacerdote que ya había sido expulsado– podía ir más lejos. Al principio, ninguno de los dos hombres se entusiasmó demasiado.

“No era lo nuestro, pero bajamos y le dijimos a mi tropa: ‘Este es mi nuevo jefe y el nuevo jefe obtiene lo que quiere’”, recuerda Robinson. “Nos zambullimos con todo en el tema. Sencillamente empezamos a llamar a cualquiera en que pudiéramos pensar, usando el enfoque de la aspiradora. Volvimos a ver a Marty y le dijimos que no teníamos mucho sobre Geoghan, pero que habíamos descubierto que él era la punta de un iceberg muy grande.”

Llevaría cinco meses de arduo esfuerzo antes de que fuera publicado el primer artículo sobre abuso clerical. Sacha Pfeiffer fue una de los cuatro reporteros de Spotlight de ese momento y todavía recuerda ese momento. “Teníamos curiosidad”, explica, sentada en la cafetería del Globe, diario en el que todavía trabaja (aunque se fue brevemente a la radio pública antes de regresar). “Fue el desafío extremo del periodismo. La Iglesia era como impenetrable. No nos daba nada. ¿Cómo penetrás lo impenetrable?”. Incluso después de haber comenzado la investigación, podría haber terminado repentinamente de no haber sido porque los reporteros encontraron y reconocieron el valor crítico de un abogado litigante poco conocido en Boston que, descubrieron ellos, ya llevaba años empujando las defensas de la Iglesia en favor de una creciente lista de clientes que decían que habían sido víctimas de abuso. El abogado era Mitchell Garabedian. La señora MacPherson estaba entre esos clientes.

Exactamente como se muestra en el film, Garabedian se mostró elusivo con el Globe. “Cuando ellos aparecieron, me pregunté si no estarían trabajando para la Iglesia”, dice ahora en su oficina. “Pensé que el Globe podía ser un señuelo de la Iglesia. Boston es una comunidad cerrada, así que tenía mis sospechas porque, reconozcámoslo, hace falta un pueblo para criar a un chico y también hace falta un pueblo para tapar el abuso de un chico.”

Pero el diario sí se ganó su confianza. Garabedian, quien ha representado a víctimas de abuso sexual durante treinta años, les dio la oportunidad que estaba en el corazón de la investigación original y de la narrativa que sostiene el film. El convenció a un juez de forzar a la Arquidiócesis a entregar sus propios archivos secretos detallando lo que ya sabía sobre sus sacerdotes abusadores y los niños a los que habían abusado.

“Tener los documentos internos de la Iglesia hizo que la historia fuera a prueba de balas”, recuerda Bradlee. “La Iglesia no podía decir que era prejuicio anti católico ni de los medios. Teníamos los malditos documentos. De hecho, no pudieron decir nada excepto ‘Sí, nos tienen’.”

Mientras tanto, a través de un proceso de identificación y meticuloso cruce de referencia de movimientos y asignaciones de sacerdotes en directorios de la Iglesia –un proceso que dura tres minutos en la película pero que llevó semanas en la vida real–, el equipo vio la extensión completa del problema: había al menos 70 sacerdotes implicados sólo en Boston. Fue, admite Bradlee, “una historia única en la vida”. El grupo Spotlight finalmente la dejó a principios de 2003 y se dedicó a otros asuntos.

Cuando dos productores de la Costa Oeste se acercaron por primera vez a los reporteros en 2008 para consultarlos sobre la posibilidad de hacer un film sobre su investigación a la Iglesia, éstos se mostraron dudosos e incluso desdeñosos. Y también los hicieron ponerse nerviosos. “Teníamos recelo de lo que Hollywood podía llegar a hacer con esta historia”, concede Bradlee. “Esto no es sexo, no hay explosiones. ¿Cómo hacés cinematográfica la investigación periodística? ¿Cómo lidiás con el abuso sexual, que es un tema tan áspero?”

“Realmente pensé que era una muy mala idea que Hollywood tuviera algo que ver con nuestras vidas porque todo lo que iba a hacer sería avergonzarnos”, agrega Pfeiffer, cuyo doble en la película es Rachel McAdams. No ayudó cuando los señores McCarthy y Singer llegaron a Boston y empezaron a acribillarlos con preguntas sobre ellos y sus vidas. “A veces eran temas muy personales, como que iban a meterse en dramas privados que iban a avergonzarnos a todos.”

El film que hicieron ha sido muy elogiado en parte porque no demuestra ningún interés en nada de eso: no hay romances ni detonaciones. Y tampoco se obsesiona con el abuso en sí, con flashbacks dramáticos de sacerdotes en la casa de la gente o en sus sacristías sacando ventaja de sus presas. Simplemente pone al público al lado de los periodistas mientras hacen su trabajo. Y son presentados como personas resueltas y entregadas, pero también con defectos. No se trata de vender a los reporteros como héroes. De hecho, el propio Globe recibe un golpe cuando la película muestra cómo, años antes, el diario había publicado una historia sobre veinte sacerdotes a los que se acusaba de cometer abusos. Inexplicablemente, había aparecido en las páginas interiores del diario y se había olvidado rápidamente, un hecho descubierto por los propios investigadores de la película. “Publicamos esa historia en 1993 y estaba en una página interior de la sección local”, dice Robinson. “Aparentemente no hubo seguimiento. Y uno ve eso y piensa: ‘Dios, ¿cómo no lo vimos como una señal?’ Pero, así y todo, fuimos el primer diario en romper el código de toda esta porquería.” Lo que los sorprendió a él y a sus antiguos colegas fue la atención por los detalles que le prestaban el director y los actores. Bradlee dice que se le “aflojaron las rodillas” cuando entró a la oficina de Spotlight recreada en un estudio de Toronto, ya que era perfecta, al punto de que tenía el mismo color de pintura en las paredes y las mismas fotos de las novias de los reporteros en los escritorios. Y si el film tiene bien cubierto todo eso es también en parte porque los reporteros reales estuvieron involucrados desde el comienzo leyendo guiones y ayudando a los actores a entender sus propios tics y gestos. Cuando vieron que en una escena Michael Keaton iba a caer tarde una noche al departamento de uno de los reporteros con una pizza y una botella de Jameson, lo objetaron. Hollywood cree que los periodistas toman Jameson. En realidad toman cerveza. Así que Keaton llevó cerveza.

Todos los involucrados ven al film como importante más allá de su valor como entretenimiento. Por ejemplo, Garabedian. De todos los protagonistas de la historia, él fue probablemente el que menos colaboró con el director. (Ni siquiera se juntó una vez con Stanley Tucci, quien lo interpreta, aunque sí habló con él por teléfono.) A él le importa porque amplifica lo que la cobertura del Globe hizo más de una década atrás, llevándole el tema a todo un nuevo público y, por lo tanto, espera, haciendo que nuevas víctimas de abuso en todas partes se sientan menos solitarias y olvidadas.

“La película no va a cambiar ni una pizca a la Iglesia. A ellos no les importa”, afirma. “Pero, en sí misma, la película empodera a las víctimas para salir adelante, empodera a víctimas que ya han salido adelante, y debería hacer que el mundo sea más seguro para los chicos, porque genera que el público sea consciente de que tiene que estar atento a los chicos y protegerlos”. Garabedian asegura que muchas víctimas lo han contactado en las semanas que pasaron desde el estreno de la película en Estados Unidos. También es importante para el Globe, que ha sufrido una década desde que dio a conocer la historia, igual que el resto de la industria de los diarios. Claramente, la película es un incentivo para la moral de ellos y también de cualquier periodista que la vea. “Es una oportunidad de recordarle a la gente la importancia del periodismo de investigación”, afirma Pfeiffer. “Se está convirtiendo cada vez más en una especie en peligro de extinción. Si la gente no compra el diario, no vamos a tener los ingresos para hacer esa clase de trabajo”. Bradlee acuerda y agrega que el film puede ayudar a revivir la profesión: “Esperamos que inspire a los jóvenes a no rendirse y a volver a este oficio”.

¿Podrá ser el film también un recordatorio de la importancia del viejo periodismo impreso en el nuevo universo digital, donde la velocidad y los números de tráfico online a veces parece triunfar por sobre la integridad y la profundidad periodística? De hecho, la investigación de Spotlight se publicó en el momento exacto en que el Globe empezó a publicarse online. Debido a eso, la cobertura despegó más allá de Boston, dándole una llegada mucho más amplia –lo que, en su momento, también significó que los periodistas empezaron a recibir consejos de víctimas de todo el país e incluso del mundo–. “Creo que éste fue el primer opus investigativo grande de la era de Internet”, dice Robinson.

La historia de Alexa MacPherson no aparece en el film, pero fue escrita como parte de la cobertura por el reportero de Spotlight Mike Rezendes, interpretado por Mark Ruffalo. Su archivo estaba entre aquellos liberados por la reacia Iglesia. Ella recuerda su rabia al leerlo. La única preocupación era silenciar al sacerdote que había abusado de ella y de sus hermanos y hacer que el caso desapareciera. “Pensé: ‘¿Cómo se atreven? Se preocuparon más sobre la Iglesia y sobre que él no hablara. Les importó un carajo sobre una nena de 9 años’”.

Su prolongada furia contra la Iglesia –y apenas una semanas atrás, después de ver dos veces la película, explotó otra vez contra su madre por sus baños y ungüentos rosados– sólo se compara a su perdurable gratitud hacia el Globe. “Me dieron el triunfo sobre toda esa gente que me había dicho que era una mentirosa”.

El Globe disfrutó de su Pulitzer y está disfrutando nuevamente con el resplandor de la película. Pero no hay premio más poderoso y conmovedor que MacPherson, una entre tantas víctimas, almacenando todas esas copias de ese único ejemplar durante tanto tiempo en una pequeña caja en su ático. Porque el diario le había salvado la vida.

* The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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