Miércoles, 20 de abril de 2016 | Hoy
CINE › LUCIANA AYMAR HABLA DEL ESTRENO DE LUCHA, JUGANDO CON LO IMPOSIBLE
El documental de la directora Ana Quiroga, que se estrenará mañana, repasa la vida y la carrera de la jugadora emblema de Las Leonas, elegida ocho veces como la mejor del mundo. “La película me hizo recordar momentos que había olvidado”, confiesa.
Por Oscar Ranzani
La vida de Luciana “Lucha” Aymar comenzó a cambiar a los 8 años. Por aquel entonces, la niña retraída practicaba cinco deportes. Pero en ese momento decidió dedicarse con mayor frecuencia al hockey sobre césped. Desde entonces, Lucha no dejó de rugir adentro de las canchas hasta el 7 de diciembre de 2014. Es día, a los 37 años, se retiró de la actividad profesional, luego de haber ganado dos mundiales, haber sido medallista olímpica cuatro veces y haber resultado elegida mejor jugadora del mundo nada menos que ocho veces, cuatro de ellas en forma consecutiva (2007-2010). Además de los clubes donde jugó (en la Argentina y en el exterior), Aymar formó parte de las Leonas durante 16 años, disputó 376 partidos con la camiseta argentina y convirtió 162 goles. Su vida está marcada por el éxito deportivo pero también por haberles dado alegrías a los argentinos. Parte de esto narra el documental Lucha, jugando con lo imposible, donde la directora Ana Quiroga retrata los momentos más importantes de la trayectoria de la jugadora, tanto los de gloria como los de frustración. El film se estrena este jueves.
Aymar llega sonriente a la entrevista de Página/12. Sabe que tiene que hablar de aquello que tanto ama, a pesar de que en la actualidad está atravesando una especie de duelo porque extraña ese momento mágico de entrar a una cancha. Y sorprende cuando dice que cuando todo empezó era indisciplinada y la echaban permanentemente, hasta que asumió la responsabilidad que implicaba jugar profesionalmente al hockey. También remarca que la familia es sumamente importante para que una futura deportista se desarrolle y alcance la plenitud profesional. “Todos necesitamos la contención emocional de parte de la familia”, reconoce. “Para mí fue fundamental, porque tuve muchos episodios donde tenía que afrontar ciertos momentos de soledad, tomar decisiones (porque como deportista una toma decisiones permanentemente), también estaba el hecho de tener que viajar a Buenos Aires y de vivir sola en la ciudad para cumplir mi meta de jugar en un seleccionado, y todo lo que se vino después. Si no hubiera tenido el apoyo y la contención de mi familia no habría podido. También era importante por un tema económico, porque si no, no podría haber hecho determinados viajes. Y con muchos momentos de angustia y tristeza que tenía ellos me empujaron a seguir”, agrega la “Maradona del Hockey”.
–¿Qué sintieron sus padres cuando ganó el primer Mundial?
–En realidad, ellos sintieron mucha satisfacción cuando fui nombrada para un seleccionado. Yo estaba miedosa, era introvertida y no quería separarme de mi familia. Entonces, viajar sola a Buenos Aires ya me generaba cierto malestar interiormente. Ellos estaban más felices que yo porque me habían citado para un seleccionado junior. Y a los dos meses me citaron para la selección mayor, así que jugaba en las dos paralelamente. Tuve un año de sufrimiento, más que todo porque me sentía sola en Buenos Aires. Hacer un vínculo social nuevo se me hacía complicado. Quería a mis amigas y a mi familia, a nadie más. Pero, a la vez, todo eso fue un capítulo de madurez muy grande.
–¿Cuánto de lúdico y cuánto de responsabilidad y exigencia implicaba entrar a una cancha de hockey?
–Todos tienen un talento para llegar a un seleccionado. Cuando hablamos de talento, no tiene que ser sólo el de la magia del palo y la bocha sino la perseverancia, el talento del esfuerzo, de la constancia. Todos los deportistas de alto rendimiento son diferentes porque tienen un chip distinto en la cabeza. Para llegar ahí, tenés que dedicarle el 90 por ciento al deporte, darle esa prioridad, relegar muchísimas cosas y tener una mente superadora en todo.
–¿Qué resignó por el hockey?
–Muchas cosas. Primero, no llevás una vida como cualquiera de tus amistades. Elegí llevar una vida diferente porque priorizaba mi deporte ante todo. Relegué muchos eventos sociales, familiares, de amigos, muchos viajes y cosas que no podía hacer.
–¿Y con la fama cómo se lleva?
–La llevo bastante bien. La gente me tiene respeto. Me mira, me saluda, pero nada más. Entonces, puedo seguir con mi vida normal, ir al shopping, pero también está el cariño que la gente me quiere brindar. Voy de viaje, me ve una argentina y me frena: se quiere sacar una foto y me parece extraordinario. Busqué hacer popular un deporte, ser la mejor y que la gente reconozca todo el esfuerzo que hice. Y ese reconocimiento viene por medio del saludo, de una foto. Parte del cariño que uno brindó durante muchos años con la camiseta argentina, hoy la gente lo devuelve de esa manera.
–Si no se divierte, ¿es imposible que a alguien le vaya bien en un deporte?
–Hay que buscar un equilibrio. Me divertía muchísimo en un campo de juego, era una manera de expresarme. A la vez, no llegaba a disfrutar del todo, porque terminaba un torneo y ya estaba pensando en el otro. Le pasa a la mayoría de los deportistas. Un tenista termina un torneo, gana la copa, y al otro día ya está jugando otro torneo. Entonces, a veces se hace difícil disfrutar lo que uno consiguió. El momento de disfrute es poco, pero después el deporte me dio muchísimas satisfacciones. No hablo sólo del éxito de haber logrado medallas y trofeos, sino también de la oportunidad de conocer gente extraordinaria que me nutrió en lo deportivo y en lo personal.
–¿Qué significaba para usted el hecho de que cada vez que cumplía un sueño también estaba cumpliendo el de mucha gente?
–Desde chica siempre tuve muy en claro lo que quería. En su momento, era muy fanática de Diego. Mi papá era súper fanático. Me llevaba a la cancha todo el tiempo. De hecho, cuando Diego jugó en Newell’s lo fui a ver. Miraba todos los videos. También era muy fanática de Gaby Sabatini. Y la verdad es que yo quería revolucionar un deporte. Quería ser la mejor, ganar con la camiseta argentina, el reconocimiento de la gente, popularizar el hockey. Todo eso lo soñaba, pero jugando en un cosito de pasto era medio imposible. A medida que pasaron los años, las cosas se fueron dando. La verdad es que hoy puedo decir que tuve la oportunidad y la satisfacción de jugar mucho más y de tener mucho más de lo que me propuse.
–¿Cree que todo lo hecho por las Leonas permitió y seguirá permitiendo un desarrollo del hockey en la Argentina?
–Sí, totalmente. Ese grupo particular, que hoy solemos llamarnos “las Leonas vintage”, fue pionero y marcó un camino. Por suerte hoy hay muchas canchas de sintético en la Argentina, que era con lo que nosotros lidiábamos en su momento. Yo jugaba en pasto, entrenaba en el sintético y jugaba a nivel internacional en sintético. Entonces, se hacía muy difícil para nosotras competir a nivel internacional al mismo nivel que el resto. Es como que vos entrenes al tenis toda la vida en polvo de ladrillo y te digan que tenés que jugar en cemento. Hoy todas las nenas tienen la oportunidad de jugar en cancha de sintético, cosa que ayuda mucho a emparejar el nivel y la competencia. Y hay una cantidad de chicas y chicos que quieren jugar al hockey, y eso es una satisfacción muy grande. Hoy, las Leonas tienen un profesionalismo enorme en su cabeza. Me quedo tranquila porque hemos guiado a las generaciones nuevas para que vayan por el buen camino y que haya hockey para rato.
–¿Cuál de todos los logros que obtuvo fue el más importante?
–Elegir uno es difícil y sería injusto. De hecho, cuando vi la película con las Leonas me di cuenta de que me había olvidado de muchos momentos, porque jugué tantos años con tantas generaciones que para poder adaptarme a las nuevas generaciones quizá traté de alejar las cosas viejas, como para poder aggiornarme a lo nuevo. Me acordaba de momentos que disfruté con la camiseta argentina que fueron mágicos, como los de los Juegos Olímpicos de Sydney. Cada Juego Olímpico para cualquier deportista que ha jugado siempre tiene algo especial y diferente. Pero también los dos Mundiales que ganamos, porque se dio todo: teníamos equipos con una calidad humana muy grande. Y el que jugamos en Rosario fue mágico: lo ganamos con nuestra gente, yo fui elegida la mejor jugadora del mundo... Se dio todo.
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