Viernes, 6 de mayo de 2016 | Hoy
CINE › NESSUNO SI SALVA DA SOLO, DE SERGIO CASTELLITTO
Por Diego Brodersen
La crisis de una pareja: difícilmente haya un tema menos original en la historia del cine, en particular desde los albores de la modernidad cinematográfica. Y si hablamos de Italia, es casi indiscutible la responsabilidad de Roberto Rossellini a la hora de abrir de par en par esas puertas: la del cine moderno y la de la sacrosanta institución del matrimonio estacionada al borde de toda clase de abismos. Lo de Nessuno si salva da solo (extraña costumbre la de los distribuidores locales: no traducir el título de ciertas películas italianas) es interesante por varias razones, más allá del film en sí mismo. En principio, se trata de la tercera colaboración estrecha entre el realizador y actor Sergio Castellitto y su esposa, la actriz, escritora y guionista Margaret Mazzantini, luego de Venuto al mondo y Un loco amor, ambas basadas en novelas de su autoría. Por otro lado, la dupla protagónica, integrada por la súper estrella Riccardo Scamarcio y Jasmine Trinca, ha compartido cartel en más de media docena de oportunidades, incluidas la famosa miniserie La mejor juventud y el Romanzo criminale de Michele Placido. Cosas de pareja, tanto en la vida real como en la pantalla.
El universo de Castellitto en Nessuno si salva... es el de un naturalismo amargo con toques de dulzor, en particular durante los primeros flashbacks, aquellos que resumen no tan velozmente los primeros encuentros de Gaetano y Delia, cuando todo era futuro, deseos y esperanza. El guión retrata la evolución de esa relación a partir del encuentro en un restaurante. Ambos, ya separados, intentan congeniar la división en tramos de las vacaciones de sus dos hijos: una parte con uno, la otra con la otra. Es a partir de esos recuerdos, disparados no tanto por el diálogo (por momentos ponzoñoso) de la dupla como por la narración misma, que el hilo del ovillo va desenredándose, de la pasión inicial al anhelo de formar una familia. Y de allí hacia los primeros roces, rencillas y diferencias que, eventualmente, culminarán en reproches, gritos, empujones e, incluso, algo parecido a un momentáneo desprecio mutuo. Nada que ninguna pareja (salvo notables excepciones) no haya atravesado a lo largo de los años, elemento que Castellitto y Mazzantini explotan en beneficio de los mejores pasajes del film.
Que no son pocos: a pesar de un estilo narrativo por momentos demasiado convencional (algunos diálogos explicitan excesivamente lo que podría haberse inferido), Nessuno si salva da solo da en varias teclas en el momento justo y adquiere un vuelo emocional genuino y sincero. En ese sentido, Scamarcio aporta un tono adecuado a una criatura esencialmente frágil, a pesar de sus aires de autosuficiencia y presencia física. El problema fundamental aquí parece ser Delia, no necesariamente por la performance de Trinca sino por la construcción de su personaje, extremadamente duro y arisco en el presente narrativo, responsable de un desequilibrio que puede confundirse con una ligera misoginia. En los últimos minutos (luego de la aparición de Angela Molina y el cantante Roberto Vecchioni como una pareja con décadas de relación a cuestas), el film se desvía hacia un carril esperanzador, casi de comedia romántica, que de ninguna manera puede leerse como irónico. Seguramente se trata de una claudicación ante los así llamados gustos populares, apoyada por el “nadie se salva solo” del título. Aunque, claro está, también en la vida real, a veces, se dan finales felices.
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