Todo listo para la segunda edición del Festival Nacional de Cine de General Pico, que se realizará desde hoy y hasta el próximo miércoles en la ciudad pampeana ubicada a 630 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires y a 140 de la capital provincial, Santa Rosa. Programado nuevamente por Pablo Mazzola, uno de los tres responsables de la distribuidora Obra, el evento piquense estará signado por una doble voluntad de continuidad y profundización. Lo primero, porque volverá a tener su epicentro en los dos complejos céntricos en los que se proyectarán una treintena de films argentinos, entre cortos, medios y largos, además de un puñado de producciones extranjeras agrupadas principalmente en los apartados Muestra internacional (aquí estarán El tesoro, de Corneliu Porumboiu; Lejos de ella, de Jia Zhang-Ke, y la india La acusación, de Chaitanya Tamhane) y Muestra de cine italiano (II Solengo, de Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis; Juventud, de Paolo Sorrentino, y Veloz como el viento, de Matteo Rovere). Lo segundo se debe a que el objetivo primordial de “formar audiencias” se traducirá en más Clases Magistrales –tres encuentros a cargo de Roger Koza y uno más con Sergio Wolf–, y un mayor hincapié en las producciones regionales.

“Muchas veces los festivales terminan siendo sucursales de Capital Federal, y acá no es la idea”, opina Mazzola. “No quiero caer en la demagogia de la federalización, pero sí remarcar que hay expresiones artísticas en otros lugares que son de calidad y merecen ser vistas. Los festivales tienen que entrar en diálogo con lo que está pasando, ponerlo en valor y conocimiento. Es muy grato que esto estimule la realización de retratos propios de la comunidad, tiene que haber ganas de mostrar esas cosas. Además, uno va descubriendo a los artistas de cada comunidad, que los hay y muy buenos. La idea es ir nutriendo eso y establecer un diálogo”. Así se entiende, entonces, la presencia de dos largos locales en la Competencia Nacional (Borrá todo lo que dije del amor porque no sabía bien quién era, de Guillermina Pico, y General Pico, de Sebastián Lingiardi), además de un apartado competitivo destinado a cortometrajes regionales.

Una de las novedades de esta segunda edición será la creación de un taller destinado a docentes y profesores a cargo del crítico e investigador Alejandro Cozza y el realizador Fernando Salem (La asombrosa excursión de Zamba, Cómo funcionan casi todas las cosas). “La idea del festival es darle a la comunidad algunas lecturas posibles de lo que van a ver y, en este caso particular, pensar cómo ver y hacer producciones alternativas. El primer aspecto es fundamental porque a veces se da más importancia al cómo hacer creyendo que ahí está lo crítico, pero se termina cayendo en modelos no creativos”, dice Mazzola. Lo que sí se mantiene es una Competencia de Largos compuesta por ocho films de cosechas recientes y bien variados en formas y narrativas. A los dos títulos locales se le sumarán tres exhibidos en el Festival de Mar del Plata como el de Salem; Los cuerpos dóciles, de Matías Scarvaci y Diego Gachassin, y La luz incidente, de Ariel Rotter, y otro trío salido de la última edición del Bafici: Las calles, de María Aparicio; Primero Enero, de Darío Mascabroni, y Maturità, de Rosendo Ruiz.