Miércoles, 13 de julio de 2016 | Hoy
CINE › EDUARDO DE LA SERNA PRESENTA EL ESTRENO DE LA INOCENCIA
El director de El ambulante enfoca ahora su cámara sobre dos niñas de seis años, pero de muy distintos orígenes, una de clase media porteña y otra de una escuela rural. “Desde sus miradas, reflexiono sobre la sociedad desigual en la que vivimos”, dice De la Serna.
Por Oscar Ranzani
Si hay una etapa determinante en la vida de una persona es la infancia. Allí es donde se construyen los cimientos de la personalidad y buena parte del aprendizaje no sólo escolar. Pensando en eso, el cineasta Eduardo de la Serna (co-director del gran documental El ambulante) decidió bucear en la vida de dos niñas, pero de un modo diferente al habitual: a través de un trabajo realizado por un adulto, logró el punto de vista de un niño. Esto se ve plasmado en su nuevo documental que, no casualmente, se titula La inocencia. El film sigue la vida de dos niñas, Morena y Gabi, a lo largo de su primer año escolar. Ambas tienen seis años, sólo que Morena estudia en un colegio privado de la ciudad de Buenos Aires, mientras que Gabi va a una escuela rural del pueblo Jáchal, en la provincia de San Juan. Película de contrastes, pero sin que exacerbe demasiado las diferencias, La inocencia muestra claramente cómo la presencia de estímulos a temprana edad puede ser relevante para la vida adulta. Y su ausencia también, pero para tener problemas futuros. El documental se estrena mañana en el Espacio Incaa Km.0 Gaumont.
La idea de la película nació a partir de dos premisas. “Una fue tratar de recuperar la mirada infantil que tenemos a los seis años, esa mirada ávida por descubriri cosas, abierta a la sorpresa que los adultos vamos perdiendo”, señala De la Serna en diálogo con Página/12. La segunda tuvo que ver con “tratar de ver desde esa mirada una sociedad desigual; es decir, ver desde esa mirada para después reelaborar y reflexionar sobre la sociedad desigual en la que vivimos”, destaca el realizador.
–¿Cómo fue el trabajo de selección de las dos niñas para optar finalmente por Gabi y Morena?
–En principio, yo había pensado en un contraste más fuerte. El primer guión que escribí describía a un nene rubio de clase alta. Después me di cuenta de que si exacerbaba el contraste la película iba a ser muy obvia, iba a perder sutileza. Empecé a pensar en la hija de una amiga, que estaba por empezar primer grado, que era Morena: una nena de clase media que empieza la primaria en una escuela privada de la ciudad de Buenos Aires. Para la elección de la otra chica también me pasó algo parecido porque primero me había conectado con federaciones rurales y ellos me habían dado el dato de una escuela en Formosa de wichís. Los nenes hablan el idioma originario y eso, ya de por sí, me establecía una barrera para la película que quería hacer. Y, por otro lado, también exacerbaba la diferencia. Tengo un amigo que es docente y vive en San Juan y, a través de él, empecé a buscar en unas escuelas rurales de Jáchal, en el norte de la provincia. Finalmente, encontramos a Gabi. No fue fácil porque las escuelas rurales se están despoblando, tienen muy pocos alumnos y no resultó sencillo encontrar una nena o un nene que empezara primer grado.
–¿Cómo fue el vínculo que generó con las niñas para que no se sintieran invadidas por la cámara?
–A raíz de filmar a mis hijos cuando eran chicos, mi experiencia era que, en general, los nenes de esa edad enseguida actuán natural y espontáneamente. Por otro lado, intenté desde lo técnico no invadir las aulas. Por lo tanto, desistí de usar sonidista con caña y micrófono externo. Era muy invasivo para un aula y para que el desarrollo de la clase se resolviera con normalidad. Mucho más en una escuela rural, donde hay seis alumnos.
–¿Eligió un trabajo de registro audiovisual que enfoca más sobre situaciones cotidianas en vez de realizar entrevistas para distanciarse del típico documental de “cabeza parlante”?
–Hay documentales en que uno no tiene muchas opciones y tiene que elegir la cabeza parlante. No lo desdeño, pero en este caso la vida cotidiana era tan potente y tan clara que nadie explica nada, nadie hace un análisis de lo que se ve. El espectador podrá hacerlo tranquilamente con las imágenes que se ven y la acción sola va llevando la narrativa de la película. Así que no me pareció necesario.
–Si bien con matices, la contraposición entre una infancia y otra es también reflejo a escala mayor de las desigualdades de la sociedad, ¿no?
–Sí, la película justo se estrena después de la discusión sobre la meritocracia y la sobre la desigualdad de oportunidades. La idea del documental es mostrar esa sociedad desigual y la manera en que la sociedad está organizada al parecer naturalmente. Mi idea es que la gente vea La inocencia y se divierta, se emocione, se entretenga y vuelva a vivir, de alguna manera, su infancia. Por otro lado, que una vez que salga, empiece a reflexionar sobre la sociedad en que vivimos, sobre las desigualdades, aunque intenté no contrastarlas demasiado porque es obvio. Al ser tan obvio no me pareció necesario.
–El film muestra que cada una de ellas vive de manera diferente la manera de socializarse, pero no sólo muestra las diferencias sino también algunas cosas en común. ¿Hay aspectos independientes del contexto social en que se vive?
–Primero, me interesé por lo humano, por ver a las nenas en particular y en el contexto en el que se desenvuelven. La idea fue ver primero el árbol; el bosque que está detrás lo podemos ver tranquilamente porque es muy grande. Morena y Gabi tienen algo en común como todos los niños: básicamente es esa característica de la inocencia. Después, hay cosas particulares que son de sus familias, por ejemplo, que tienen algo en común: Morena, en la ciudad, no tiene papá, y Gabi, en el campo, tenía los padres separados ese año y, entonces, la madre no estaba. Cada una tiene una carencia familiar. Pero después Morena es hija única, mientras que Gabi tiene varios hermanos y primos y todos andan juntos siempre. Hay muchas diferencias del entorno familiar de cada una, además de lo social.
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