Sábado, 30 de julio de 2016 | Hoy
CINE › LALI ESPOSITO Y MARTIN PIROYANSKY HABLAN DE PERMITIDOS
En el film de Ariel Winograd que se estrenará el próximo jueves, ambos componen a una pareja que, tras una charla sobre con qué famosos podrían tener permiso para una noche de amor, inesperadamente se encuentran en esa situación.
Por Oscar Ranzani
A veces, las buenas comedias hacen reír a partir de las miserias humanas. Esto sucede con el quinto largometraje de un especialista en buenas comedias, el director Ariel Winograd: Permitidos, que no por casualidad tiene como protagonistas a un actor como Martín Piroyansky, con amplia trayectoria en ese género en el cine, y a Lali Espósito, una joven actriz que demostró que puede hacer reír en televisión (y ahora en el cine). En la ficción que se estrena el próximo jueves, la chica con la que muchos medios se regodean por sus romances y fracasos amorosos compone a Camila, mientras que Piroyansky es su novio Mateo. Una noche, cenando con una pareja amiga, surge el tema de los “permitidos”, y cada uno menciona un elegido famoso (imposible) con quien tendría permiso para una noche de amor. Días más tarde, accidentalmente, Mateo conoce a su permitida (Liz Solari). Aquello que en principio era un juego, poco a poco asfixia la relación, a punto tal que los dos deberán resolver cómo salir del enredo afectivo y si es posible un reencuentro. ¿El “permitido” es un modo de legitimar la infidelidad? ¿El mundo en el que se vive promueve el individualismo y el goce ilimitado que pone en jaque la confianza de las parejas? Son preguntas que quedan en el aire después de ver la nueva ficción del director de Mi primera boda y Vino para robar, quien, a través de la risa, se propone hablar de temas serios como los son ciertas miserias humanas. Como las buenas comedias.
“Toca un tema muy universal y está buenísimo que en los medios estén hablando del tema de los ‘permitidos’, más allá de la película. Está bueno que un film genere eso. Y seguramente la gente va a salir hablando de quién es el ‘permitido’ de quién, porque es un tema muy común y muy identificable”, comenta Piroyansky en la entrevista con Página/12. A su lado, Espósito coincide: “Sentí eso cuando leí el guión, aunque el primero que me acercó Wino era totalmente diferente a lo que terminó siendo la película. Pero estaba ahí pululando esta idea del ‘permitido’ y de los famosos desde otro lugar. Quizás, el tema estaba mucho más sobre el aire, no se ponía profundo, aunque tampoco era frívolo. Después la película cobró otro sentido por cómo se fue trabajando el guión. Pero me gustó mucho. Leía y me reía. Me imaginaba esas situaciones”, confiesa la ex Esperanza mía acerca de lo que le gustó del film.
–Ambos tienen experiencia en comedias. ¿Cómo se complementaron en este caso?
Martín Piroyansky: –La verdad es que teníamos mucha confianza y un lenguaje muy parecido. Ninguno tuvo que hacer un esfuerzo por entender al otro porque fue muy fluido.
Lali Espósito: –Si nos ven de afuera, resulta gracioso que manejamos energías distintas. Yo soy muy para afuera, grito, y Martín es re tranca. Y la verdad es que eso se fusionó muy bien para hacer a Camila y a Mateo. Se ve esa diferencia.
–¿A esta altura se puede decir que Piroyansky es el actor fetiche de Winograd? (trabajó en sus cinco películas).
M. P.: –Sí, siempre que me dicen fetiche pienso cosas... (risas)
–Sádicas...
M. P.: –Sí, somos amigos fuera del trabajo. Entonces, siempre que aparece algunas película, él está pensando: “Vos hacé esto y lo otro”. En este caso, es la primera vez que hago un protagónico para Ariel. La experiencia fue bastante distinta porque, en general, en las otras películas iba un par de días, y esta vez era todo el tiempo estar juntos.
–Las idas y vueltas de sus personajes muestran situaciones tragicómicas. ¿Coinciden en que la comedia permite hablar de temas serios de manera graciosa?
L.E.: –Sí, en la comedia se pueden transmitir un montón de mensajes, metamensajes e historias trágicas. Esa es su magia, porque de la peor mierda uno puede hacer reír. En realidad, la vida misma es una comedia. Pasamos momentos trágicos y después nos damos cuenta de que todo es tan momentáneo... En algún punto, todo es como un chiste. Y las comedias están buenas porque nos transmiten eso.
–Y también permiten alivianar temas complejos como la desilusión amorosa, ¿no?
M. P.: –En realidad, lo pienso al revés: la comedia sólo funciona cuando de verdad hay algo pesado atrás. Por lo menos, así es la que a mí me interesa, cuando hay una tragedia real vista desde la comedia. Cuando veo que no está tocando ningún tema y es solamente el chiste por el chiste, carece de sentido, de profundidad. Chaplin hacía comedias hablando de la pobreza y lo que estaba hablando era tremendo, pero en otro tono. Y ahí es donde para mí más funciona: por una razón mágica, cuando los personajes están sufriendo de verdad, es más gracioso.
–¿Es uno de los temas de la película el juego de las apariencias? Sobre todo en el personaje de Piroyansky...
M. P.: –Sí, igual los dos personajes caen en eso. Quizás el mío es el más miserable de los dos, el que tiene ideales más chotos, con lo cual es bastante fluido ver cómo se transforma en este personaje que se cree un genio por ser famoso y se empieza a vestir distinto, se cambia el pelo y demás. En el caso del personaje de Lali, ella es súper idealista, y defensora de los pobres y ausentes (risas). Pero cuando le pega la fama, se ve que ella le toma el gustito y cae un poco en ese lugar, aunque se da cuenta de que todo es una porquería. Pero está bueno ver cómo dos personajes tan distintos caen en la misma trampa.
–De todos modos, el personaje de Espósito es más sincero y menos artificial que el de Piroyansky, como que no tiene filtro...
L. E.: –Es un personaje más honesto, pero porque se desesperaría si no lo fuera. Es honesta de verdad y no puede no serlo. Con la única persona que Camila no es verdadera es con su padre, porque le tiene miedo, culpa de la madre perdida, y están solos. Es al único que no le es franca. Pero ella es más verdadera. Creo que el personaje de Martín no tiene problema en jugar a mentir un poco. Es más guacho con eso, pero, a la vez, también es más verdadero, porque la mayoría de las personas no tienen miedo de mentir.
–¿Le venganza es un buen método contra una traición?
L. E.: –Creo que sí (risas). Obvio. Es a lo primero que uno apunta cuando está mal, al despecho.
M. P.: –No sé de cuánto sirve. Creo que es algo que uno hace más para uno que para el otro y, a la vez, termina quedándose vacío.
–¿Creen que en el fondo lo que el film expresa con los “permitidos” es que las parejas que se sienten liberales no lo son tanto?
L.E.: –No sé si es así. Creo que decimos muchas cosas que no son verdad. Todos somos grandes mentirosos con respecto a ese tema. No sé cuánta honestidad hay al respecto... casi nula. No sé cuántos te dicen: “No mi amor, ni aunque sea en la imaginación”. Todos jugamos a “vos la hacés y yo la hago”. Después, cuando la hace, te quedás sin aire. Todos mentimos en las parejas con respecto a eso.
–¿El “permitido” no es una forma de banalizar el amor?
M. P.: –Pasa que para mí es distinto que una persona hable de sus “permitidos” como personas inalcanzables, que me parece inofensivo, y otra cosa es cuando hay parejas que empiezan a decir: “Che, me gusta tal del trabajo”. Y lo plantean en la pareja. Es alguien que es alcanzable, y, de pronto, se instala. Y el otro quizá dice: “Si querés podés estar con esa persona y está todo bien”. Cuando ya las parejas se ponen en esos términos me parecen personas muy admirables. Yo nunca voy a poder ser como ellas (risas). Pero las hay. Hay parejas abiertas, hay personas que, de pronto, instalan en la pareja: “Che me está gustando tal persona” y que el otro le diga: “Bueno si querés andá, va a estar todo bien”. Tengo un amigo que acompañó a su novia al recital de un tipo que le gustaba a ella y medio que podía llegar a pasar algo. Al final no pasó nada, pero mi amigo estaba dispuesto a que sucediera porque sabía de la admiración que la chica tenía por ese músico. Cada vez que cuento esa anécdota no lo puedo creer y me parece espectacular (risas).
–¿El “permitido” puede ser una manera de mostrar que nadie es propiedad de nadie?
L. E.: –El permitido es a lo que no nos atrevemos a decir, hacer o a querer. Somos todos más caretas, comúnmente. El permitido es: “A través de un juego te estoy diciendo que me iría a la mierda si me gustara alguien”. Significa una manera de demostrarle al otro lo que usted dice: que nadie es de nadie, desde un lugar de mucha inseguridad.
–Otro tema que aborda la película es el precio de la fama, pero de una manera cuestionadora...
L. E.: –Sí, la película habla de una fama muy efímera y del mundo moderno, de que en treinta segundos te podés hacer megafamoso, pero nadie sabe quién sos, ni qué hacés ni cómo te llamás. Eso es muy loco. Es decir, sos famoso por tal persona, por tal situación, y la peli se ríe un poco de eso. Es como si las personas que están viviendo eso como protagonistas hasta se confundieran con esa situación. Nadie tiene el sentido común en ese momento para decir “No soy famoso por mí, nadie sabe qué hago”. Más que de los famosos (que en los casos de la historia tienen vidas rarísimas), está bueno cómo muestra que se jode con la fama momentánea, cómo porque te tiran una foto vos podés flashear toda una situación que no es. Se ríe de esa fama que es más boluda todavía. Ni siquiera son cantantes o actores que son famosos por algo. La gente se desespera por ser famosa, piensa que es algo superlativo, y capaz viendo esta película puede llegar a decir “Se termina en treinta minutos”.
–Espósito, usted es famosa. ¿A qué cosas dijo que no para llegar a la fama o qué decidió no relegar?
L. E.: –(Se ríen los dos). Nos imaginamos chistes, estamos enfermos (risas). No, gracias a la vida y no sé a quién, siempre fui fiel a mí misma, pero sin pensarlo. No es que dije “Voy a ser fiel a mí misma”. Hasta sin pensar he dicho que no a un montón de cosas que no tenía ganas de vivir, y que naturalmente me iban a llevar a otro lugar en lo personal y en lo profesional. Tiene que ver con decisiones, con gente con la que te rodeás. Hubo un montón de veces en las que al haber dicho que no fui inteligente, sin querer serlo porque soy alta burra. Me guié siempre por el sentido común y por la intuición.
–La película también cuestiona la fascinación de las personas comunes por el imán de los medios. Como su trabajo se vincula constantemente con los medios, ¿creen que estos potencian la idea de trascendencia que, a veces, necesitan seres frustrados?
M. P.: –Sí, claro. Los personajes se decepcionan un poco por esta situación de fama efímera. No es que la película diga “Che, está buenísimo”, sino que claramente señala “Esto es cualquier cosa”. Sobre todo con el personaje de Liz Solari, que es bastante triste. Hay como algo triste, por lo menos en lo que cuenta la película. No quiere decir que sea así la fama, pero por lo menos, la película dice “Che, estos personajes se volvieron famosos y cuando así fue, fueron más infelices que antes”.
L. E.: –Todo lo que nosotros hacemos genera fantasía y te venden un cuento. El cine ni hablar, lo mismo la televisión. Ahora, los medios, que parecieran ser la vida verdadera o la verdad, también generan una fantasía en torno a los personajes en cuestión, al mismísimo mundo del espectáculo. Los medios son como una ficción más, en algún punto. Y las personas necesitan ficción para salir de sus vidas. Por eso se vive intensamente el chismerío. No sólo viven intensamente una película sino también si yo me separé y si él se pone calzones azules cuando se levanta.
M. P: –¿En serio importa de lo de mis calzones? (risas)
L. E.: –¡Te juro que importa, Martín! Es parte de la fantasía.
M. P: –Claro, se cansaron de la ficción del cine y las novelas, y ahora quieren saber también cómo es esta ficción de la vida de los famosos.
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