Mié 03.08.2016
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CINE › MATíAS SCARVACI Y DIEGO GACHASSíN

Teoría y práctica

› Por Oscar Ranzani

Ambos son abogados pero, a diferencia de Matías Scarvaci, Alfredo García Kalb (foto) no es actor, aunque un juico oral muchas veces sea una puesta en escena. Los dos fueron compañeros durante la carrera de Derecho. Y compartían su pasión por la música porque cada uno de ellos tenía su banda durante su época de estudiantes. A Scarvaci siempre le resultaron interesantes los pormenores de cada defensa de su ex compañero. Y pensando en hacer una película, recurrió a su colega.

“Esos dos elementos, el mundo del derecho penal y el protagonista me parecieron que eran interesante para contar algo”, cuenta Scarvaci en la entrevista con Página/12. A su lado está Diego Gachassín, su coequiper en la dirección de Los cuerpos dóciles, documental que sigue meticulosamente la labor de García Kalb en su trabajo de defender criminales y marginales. “La idea era hablar sobre el derecho penal y mostrar la dicotomía que existe entre la teoría y la práctica”, cuenta Scarvaci sobre el film que se estrena mañana en el Espacio Incaa Gaumont y que, a partir del domingo a las 18, podrá verse también en el Malba.

–¿Cómo fue filmarlo en la intimidad de su trabajo? Porque exponen sus estrategias de defensa...

Diego Gachassín: –Ni a él ni a nosotros nos parecía mal eso. El se brindó completamente a la película. Un abogado no tiene que tener una posición moral frente al asunto, sino que tiene que defender a su cliente, usando todas las artimañas posibles para lograr la mejor defensa. Si no sería como el tema de Cabo de miedo, la película de Martin Scorsese, en donde oculta información por una cuestión moral. El no tiene una posición moral frente a sus defendidos.

–¿Por dónde pasa la ética profesional de un legista?

Matías Scarvaci: –Con la objeción de conciencia. Es decir, podés decir: “Estos casos voy a defender y estos otros no”. Por ejemplo, “secuestros seguidos de muerte y violaciones no defiendo”. El código de ética de abogados no lo plantea en esos términos. Dice, por ejemplo, que tenés que tener confidencialidad con tu cliente o que no podés hablar mal de otro abogado. Eso tiene que ver con la ética dentro del punto de vista del Colegio de Abogados. No es la ética que se tiene en la sociedad o que tiene el ciudadano común. Por eso, a veces, está reñida la imagen que tiene la opinión pública sobre los abogados. Y pueden decirte: “Pero, ¿cómo defendés a éste?”. Y sí, es el trabajo que hay que hacer.

–¿Cómo se plantearon la necesidad de resolver la falencia de conocimientos legales del espectador común?

M. S.: –Sobre todo en la edición convivían, por un lado, las normas del mundo jurídico y las del mundo cinematográfico. Todo el tiempo estaban en tensión. Y quisimos ser bastante fieles al lenguaje cinematográfico y que, de alguna manera, este universo fuera una excusa para nosotros poder “robar” para hacer una película. Pero la idea no era hacer una radiografía de la Justicia sino ver que es un tema que tiene tremenda humanidad, que nos atraviesa cuando filmamos.

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