CINE › “PRINCESAS”, DE FERNANDO LEON DE ARANOA
› Por Luciano Monteagudo
Dirección y guión: Fernando León de Aranoa.
Fotografía: Ramiro Civita.
Intérpretes: Candela Peña, Micaela Nevárez.
Con Familia (1996), Barrio (1998) pero sobre todo con Los lunes al sol (2002), retrato de un grupo de desocupados en pleno milagro económico español, el madrileño Fernando León de Aranoa (39 años) se labró un lugar en el cine de su país como cineasta serio, comprometido con los problemas sociales y atento a aquellos personajes que suelen quedar al margen de los beneficios de la modernidad. Se notaba, sin embargo, una tendencia a la solemnidad y el melodrama y una propensión –muy acendrada en el cine español– a que el guión se impusiera a la puesta en escena, restándoles a sus films frescura y espontaneidad.
En Princesas, su película más reciente, ganadora de tres premios Goya, es evidente la intención de León de Aranoa de aligerar un poco éste peso: no hay tanto una historia a contar, sino más bien una serie de viñetas urbanas sobre la amistad de dos prostitutas, la madrileña Caye (Candela Peña) y la dominicana Zulema (Micaela Nevárez). Al comienzo, Caye recela de Zulema, porque la ve como una usurpadora, que le viene a quitar su puesto de trabajo (una visión que comparte con sus compañeras de la calle, indignadas con la proliferación de latinas y africanas que les sacan sus clientes), pero rápidamente ambas se reconocerán en su infortunio. Caye proviene de una familia de clase media, negadora por naturaleza, con una madre que no quiere ver a qué se dedica su hija, consumida no tanto por la miseria como por la soledad. El caso de Zule es distinto: logró entrar sin papeles a la Comunidad Europea, no consiguió otro medio de subsistencia y está ahorrando para poder reencontrarse con su pequeño hijo, al que llama regularmente entre lágrimas.
Gracias al crispado trabajo de cámara del argentino Ramiro Civita (fotógrafo habitual de Daniel Burman), Princesas podrá tener un aire más moderno que Los lunes al sol, pero en todo caso le falta su nobleza, y no es menos melodramática, en el sentido más convencional del término. Hay además en Princesas una contradicción evidente entre la denuncia social que pretende la película y la manera en que muestra a esas mujeres, con una estética publicitaria, que coquetea con el desnudo y el voyeurismo del público. Los monólogos de Caye parecen expresar menos las ideas de su personaje que las del director y cuando callan las palabras aparece la música, un videoclip tras otro con todos los hits de Manu Chao, que dan para un CD doble.
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